Javier Sánchez Jiménez ‘Grisom’

Siempre decimos que el rugby es un deporte de valores especiales. Que su práctica se caracteriza por un enorme esfuerzo físico, con mucho contacto entre los participantes y con un rasgo fundamental, la nobleza en la práctica.

Pero además de los entrenadores de las escuelas, hay, para mí, una figura fundamental en el desarrollo de este deporte y en su formación: el árbitro.

En el rugby, el árbitro juega un papel crucial para garantizar que el juego se lleve a cabo de manera justa, segura y de acuerdo con las reglas establecidas. Sus funciones básicas son: hacer cumplir las reglas del juego, controlar el tiempo de juego, señalar infracciones y sancionar, adjudicar puntos, manejar situaciones de contacto físico, administrar las exclusiones temporales o permanentes y facilitar el juego fluido.

En resumen, su autoridad y decisiones son esenciales para el desarrollo adecuado del partido.

Pero hay otra función más que es interactuar con los jugadores. El árbitro ha de mantener una comunicación constante, explicando las decisiones, proporcionando advertencias y asegurándose de que se respete su autoridad en el campo de juego. En definitiva, ganarse el respeto de los jugadores.

Y lo han conseguido. Se han ganado el respeto desde el primer minuto de su existencia.

Al ser un deporte de contacto físico permanente, sus intervenciones apuntan a mantener el juego limpio que se pregona en el reglamento. De no respetarse principios tales como la conducta, el espíritu y la caballerosidad, el rugby pasaría a ser un juego bárbaro similar a los que se disputaban antes, en el cual la violencia causaba estragos. Por este motivo, la tarea del árbitro en este deporte es tan decisiva.

Los árbitros se preocupan por mostrar una imagen positiva aprovechando el contacto con los jugadores para ser amigables, mostrarse accesibles y ser vistos como alguien que está colaborando en que los jugadores disfruten de su deporte favorito. Si hay algún problema durante el partido, el árbitro habla con los capitanes y estos con sus equipos. Curioso es que al dirigirse al árbitro, los jugadores lo hagan siempre como «señor», que al principio puede sonar un poco raro, pero es un gesto respetuoso necesario.

Deben reconocer sus errores y estar preparados para explicar por qué pueden haberlos cometido.

Cuando los jugadores, entrenadores y espectadores aprecian el papel del árbitro es más probable que se cree un ambiente adecuado, no sólo para tomar las decisiones difíciles sino también para el desarrollo global del juego.

Cuando se trata de partidos del rugby base, su labor primordial es enseñar, hacer que los jugadores entiendan el verdadero valor de este deporte. Para ello han de prepararse, estudiar, conocer a la perfección el reglamento y formarse adecuadamente.

La preparación del árbitro.- Son muchos factores los que influyen en la buena preparación de un árbitro de rugby, igual que jueces de otros deportes.

La gran mayoría de los árbitros de rugby son jugadores en activo o no, que compaginan esta actividad con alguna otra como ser entrenador o jugador.

Como cualquier deportista es indispensable una buena preparación física. Especialmente la faceta de resistencia, sin abandonar la velocidad, flexibilidad, fuerza y recuperación.
Es conveniente que lleve una vida sana y una alimentación adecuada.

Y después es condición básica y exigible, un ejercicio de comprensión del juego. Se deben jugar o ver partidos de alto nivel, asistir a entrenamientos, hablar con entrenadores y jugadores y discutir las leyes y su aplicación con otros colegiados.

Hay un esfuerzo adicional en los árbitros que es el profundo estudio del reglamento. Tras familiarizarse con los principios del juego hay que conocer las leyes para usarlas como herramientas de trabajo.

La preparación de un partido tiene otros muchos elementos como asumir la designación para el partido, la organización del viaje, la preparación del equipamiento, conocer lo suficiente sobre los dos equipos y sus jugadores y la preparación real en el vestuario al llegar.

Independientemente del nivel o grado del árbitro, éste no actuará bien en un partido si no se prepara.

Por tanto, aunque la función del árbitro sea hacer cumplir las reglas, en algunos deportes, el llamado “juez”, tiene mayor importancia que en otros durante el desarrollo de un partido. En el caso del rugby resulta fundamental su participación desde las categorías más jóvenes de jugadores.

He podido ver como árbitros han parado el partido las veces necesarias para enseñar a algún jugador principiante cómo debía acceder a un ruck o lo que significaba estar en fuera de juego. Es algo que en otros deportes recae sobre los entrenadores. De acuerdo, son ellos los que les tienen que enseñar, pero ¿hay una forma más bonita de ganarse el respeto que enseñar a alguien que no sabe?
En este deporte, es común ver a una torre de dos metros agachar la cabeza y marcharse a la silla de castigo diez minutos, jugándose un campeonato mundial, cuando el árbitro que no medía más de 170 cm le expulsara, diciéndoselo a su capitán que asentía con máximo respeto y sin que hubiera tenido que sacudir el aire con un tarjetazo.

En rugby a los árbitros se les respeta, pero no por el hecho de ser el juez de la contienda. Se les respeta porque se lo han ganado. Y así se les enseña a los jugadores desde muy pequeños.