Miguel Alberdi, “el decorador”, nació en el corazón de Ciudad Real, en la Plaza Mayor, y en su corazón trabaja, en el Pasaje Gutiérrez Ortega. Vivió una infancia maravillosa soñando con ser piloto de aviación. Al final no pudo ser y sus sueños volaron hacia la decoración de interiores pues siempre tuvo inclinación natural hacia el diseño. Una vez finalizado el bachillerato ingresa en la Escuela de Artes, donde estudia Decoración, posteriormente denominado Arquitectura de interior. Sus estudios los termina en 1986, y con 24 años se traslada a Madrid donde realiza un Máster de Diseño de Joyería, motivado porque la que hoy es su esposa, y entonces novia, es gemóloga y miembro de una importante familia de joyeros de Ciudad Real.
Pero Miguel ya estaba trabajando, a la vez, en algunas obras ciudarrealeñas como decorador, lo que no le impide presentarse a varios concursos de diseño de joyas en Madrid, ganando algunos de ellos. Finalizado el Máster se incorpora al servicio militar siendo destinado a Ciudad Real, lo que no le impide seguir trabajando en diversas obras. En aquellos tiempos los proyectos incluían no sólo la decoración como hoy la entendemos, sino todos los trabajos de albañilería, fontanería o electricidad que supusiesen “no tocar las estructuras” del edificio.
Vuelto a la vida civil se centra en “la obra pura y dura”, que es lo que realmente le gusta, abandonando el sector de la joyería pese a los premios ganados y las ofertas que sigue recibiendo.
La primera obra del largo historial de Miguel Alberdi, según él nos recuerda, fue el montaje de Zapatería Guadalupe, en la calle Palma, todavía en activo y con algunas otras reformas en su historial. El trabajo consistió en “una distribución lógica para las zapaterías de la época y diseño de fachada”, algo que se tuvo que hacer con sumo cuidado al tratarse de un edificio protegido por estar en la zona de San Pedro, lo que obligaba a mantener los huecos existentes. Lo primero que se buscó fue que el producto se viese muy bien y lograr un reclamo comercial, y en segundo lugar potenciar la iluminación. También se mimó la exposición interior y, sobre todo, la zona de trabajo de los empleados.
Este último punto es una de las principales obsesiones de Alberdi, lograr que en cualquier espacio, sobre todo comercial, los trabajadores desempeñen su labor de forma cómoda y sin dificultades.
Tras la primera obra las demás empiezan a llegar en cascada. Primero por el boca a boca, después porque todos sus trabajos dejan una imagen que gusta e incitan a buscarle. Pero son tantos que a estas alturas sería muy difícil que Alberdi se decida por uno como el que más le ha gustado.
Además quiere repartir su “gloria”, entre sus muchos colaboradores, ya sean personas, como Alberto Segovia o empresas que desde el principio le prestaron todo su apoyo y le dieron su confianza.
Pero el éxito siempre tiene una explicación. Y en este caso no iba a ser una excepción. El grupo de profesionales liderado por Alberdi ha utilizado siempre los diseños más vanguardistas y los materiales más novedosos del mercado aportando un toque “vintage”, lo que le permite crear un ambiente moderno, cómodo e incluso vanguardista, conservando ese tono antiguo que en muchas ocasiones tenía el local que se reformaba. Un detalle ha sido la utilización del ladrillo rústico.
Es importante destacar que, a sus primeros éxitos, debe sumarse la dificultad de que entonces no se contaba con la tecnología informática de hoy, con programas de diseño y potentes ordenadores, los cuales han eliminado las tediosas horas de diseño a mano, bajo la luz del flexo, a lo largo de noches y noches, o la elaboración de las memorias.
Dentro de su inequívoco estilo sus obras se pueden dividir en dos grandes grupos, uno de diseño moderno puro y duro, y otra la modernización de espacios clásicos que han sido transformados en lugares más elegantes y habitables.
Pero la vida de este diseñador no ha sido fácil. Mantener el equilibrio entre lo que el cliente desea y lo que el profesional propone, no siempre es sencillo. Alberdi confiesa que al final siempre se ha impuesto su criterio, pero no sin que se haya tenido que tragar más de un berrinche. “Cuando llaman a un decorador, a un profesional, es porque confían en él, luego tienen que dejarle trabajar. Es verdad que los clientes, en alguna ocasión, han terminado por imponer sus criterios, pero la mayoría de las veces han aceptado mis propuestas. Para eso me han llamado”, confiesa Miguel. “Berrinches he tenido muchos, pero a día de hoy todos mis clientes, que son muchos también, son todos mis amigos”, puntualiza.
Porque la labor del decorador es muy compleja. “No somos coloca cuadros, en nuestro trabajo intervienen muchísimos factores, entre ellos la legislación, que es muy amplia y restrictiva en muchos campos, caso de la accesibilidad o la utilización de nuevas energías. Esto viene bien en general, pues las normativas no se dan porque sí, pero el problema es que al ir con plazos de ejecución limitados y la normativa depende de la burocracia, andamos siempre escasos de tiempo por falta de autorizaciones y licencias. Es un auténtico calvario sacar adelante algunas obras. Menos mal que los diversos profesionales con los que trabajo terminan formando una familia, pero esto también puede complicar el trabajo si en un momento determinado te imponen a alguien, a un profesional con el cual no estás habituado a trabajar”.
Dentro de los numerosos trabajos que ha realizado (llegando a trabajar hasta en 50 proyectos a la vez) podemos enumerar los sectores de hostelería, con cafeterías, bares, hoteles y restaurantes, oficinas comerciales, tiendas de moda y complementos, belleza y estética, así como escaparatismo, amueblamiento y decoración de interiores de viviendas y jardines, y rehabilitación y adaptación de cualquier tipo de local, tanto antiguos como modernos.
Pese a esta gran variedad de sectores Miguel confiesa que muchas personas creen que se ha especializado en bares, dado la cantidad de trabajos que ha llevado a cabo en este sector. Y sin embargo no es así, ni, por supuesto, lo que más le gusta. Aun así, entre los profesionales de la hostelería corre la leyenda de que “todo lo que toca Miguel Alberdi lo convierte en oro”, algo con lo que él no está de acuerdo pero que, como en toda leyenda, algo habrá de verdad.
“Yo creo que el verdadero reclamo de un bar está en la gente que regenta el local, tanto por las tapas que sirven como por el trato que dispense al cliente”, confiesa Alberdi que no quiere asumir glorias que considera no son sólo suyas.
En cuanto a los trabajos que en estos momentos dependen de Miguel Alberdi podemos citar una clínica dental, un burger, un pub, una sala de juegos, y cuatro viviendas, todos ellos proyectos compatibles, ya que si nos remontamos a los mejores años del “boom” de la construcción, el actual volumen de trabajo es un juego de niños con lo que antes se hacía. “He llegado a llevar 40 obras a la vez, ahora estoy con 15. Y se puede hacer si se cuenta con el equipo suficiente, algo con lo que yo en su momento contaba.
Finalmente miramos al futuro, algo que Miguel Alberdi ve con optimismo, ya que se nota el despegue en las obras. Además le preguntamos cuantos años le quedan para cerrar el ciclo y es él quien nos contesta con una interrogación: ¿Otros treinta? Seguro, contestamos nosotros.
Fotos: M. Alberdi y Ayer&hoy