El carnaval es una fiesta universal, llena de colorido, de imaginación y de transgresión. También de historia. Es una fiesta de ricos y de pobres, quizá más bien de pobres, puesto que surgió del pueblo, aunque en algunas épocas fuese raptada por la aristocracia. Pero, sobre todo, es subversiva, con una inversión de los valores (de ahí la careta que tapa lo que es y muestra lo que no) que Machado sintetizó en la idea de que “la esencia del carnaval no está en ponerse una careta, sino en quitársela”. En este reportaje daremos una introducción histórica y una visión de esta fiesta a través de sus peñas y los preparativos a lo largo de todo el año.
Es de común aceptación que el Carnaval tiene su origen más inmediato (puesto que se habla de hechos semejantes entre los sumerios de hace 5.000 años) en las antiguas «bacanales» celebradas en honor al dios Baco, en las «saturnales» en honor a Saturno y en las «lupercales» dedicadas al dios Pan que se celebraban en Grecia, que Roma asimiló, y cuya principal característica era el desorden civil y el desenfreno moral.
En dichas fiestas se celebraban «orgías» o «bacanales» y las mujeres, medio desnudas, corrían por los campos como locas entregadas al bullicio y al escándalo que el dios Baco les inspiraba.
Todas estas costumbres paganas se mantuvieron en los primeros siglos del cristianismo y aunque los Padres de la Iglesia y algunos Sumos Pontífices las condenaron, con frecuencia su arraigo en la gente era tanto que tuvieron que aceptarlas y respetarlas.
Y curiosamente fue a raíz de la expansión del cristianismo cuando más auge tomó esta fiesta y adquirió el nombre de carnaval, pues teniendo como principal motivo el hecho de la prohibición de comer carne y de llevar una vida licenciosa durante el tiempo de cuaresma, se aprovechaban tres días de despedida con el fin de coger fuerzas para soportar los 40 días de penitencia que se les venían encima.
Por eso eran tres días de celebración a lo grande, en lo que casi todo estaba permitido, aunque con la condición tácita del anonimato, de ahí uno de los motivos de ir disfrazado y taparse el rostro. Estos tres días, con el paso del tiempo, se han terminado alargado a una semana, puesto que se empieza con el Jueves Lardero y se termina el mismo Miércoles de ceniza, fecha en la que se inicia la Cuaresma, un periodo de cuarenta días, hasta el Domingo de Resurrección, destinado a la abstinencia, el recogimiento y el ayuno, todo ello acompañado de oraciones, penitencia y espiritualidad religiosa.
Está claro que hoy día no todo el mundo vive la Cuaresma, pero no hay duda de que la mayoría sí lo hace con el Carnaval. Esto indica que lo que en principio podíamos considerar como fiesta religiosa, y de tolerancia hacía lo que venía después, hoy día ya no es así, y posiblemente quienes más celebren el Carnaval se olviden de la Cuaresma y, al contrario, quienes más se sacrifiquen en Cuaresma, menos importancia den al carnaval. Una vez más, y como paradoja, la inversión de valores.
El Carnaval desde la Edad Media
La Edad Media, tan inflexible en los ayunos, abstinencias y cuaresmas, y con severas persecuciones para quienes no respetaban las normas religiosas, es en cierta medida la época dorada del carnaval religioso, lo que sirvió para mantener muy arraigada la tradición hasta la actualidad. Porque es precisamente a partir del Renacimiento cuando vuelve a perder este valor como válvula de escape “precuaresmal” para ser visto como simple fiesta pagana que debe ser desterrada. Por supuesto que no se consiguió, pero hubo sus más y sus menos. Así, en 1523, Carlos I dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados, y del mismo modo Felipe II también llevó a cabo una prohibición sobre máscaras y tuvo que ser Felipe IV (un rey, por cierto, muy dado a las fiestas y a la diversión de toda clase) quien restauró el esplendor de las máscaras, ejemplo, como decíamos antes, de cómo la aristocracia se apoderó de una fiesta que era totalmente popular.
Fue exactamente en el año 1637 cuando Felipe IV decidió celebrar una gran fiesta de carnaval y levantó, en el Retiro, una enorme plaza de madera para miles de personas. Dicha plaza se calcula que tenía 488 ventanas y se iluminaba con 7.000 luces. Se inauguró el 15 de febrero de dicho año y en ella asistió toda la corte con lujosísimos trajes de máscaras. Durante los tres días del Carnaval estuvo abierta al público con la obligación de entrar con careta.
Pero casi 100 años después Felipe V prohibió la celebración de estas fiestas, teniendo que ser Carlos III quien lo restableciese de nuevo e, introdujese en 1767, los bailes de máscaras en el teatro.
Como es lógico, cuando Fernando VII (el rey más reaccionario de toda la historia de España) regresó al país tras la Guerra de la Independencia, prohibió de nuevo el Carnaval, autorizando las máscaras sólo en casos particulares. Su viuda, la reina regente María Cristina, lo restableció de nuevo con todo su bullicio y algazara, pero cien años después, el franquismo, esa vuelta al oscurantismo propio de Fernando VII, volvió a prohibir el Carnaval, “aunque se permitían los bailes infantiles con disfraz o con trajes regionales, celebrados en las casas particulares o en locales autorizados por la autoridad gubernativa”. Sin embargo, estas prohibiciones, ni las antiguas ni las modernas, lograron acabar con una fiesta tan popular, y el pueblo, e incluso las autoridades locales, siempre supieron buscar las vueltas a la Ley para celebrarlo como siempre. O como casi siempre.
En la actualidad, son muchas las asociaciones, grupos, peñas, comparsas, chirigotas o charangas que preparan muy en serio esta fiesta dedicada a Don Carnal. Ayer&hoy se ha puesto en contacto con una de ellas, una de gran envergadura y tradición. Ya es la segunda generación de carnavaleros y está muy versada en esto de participar en desfiles. Pero aunque la asociación nació con un único objetivo, el carnaval, no les ha quedado más remedio, al igual que ha ocurrido a otras asociaciones, que realizar distintas actividades paralelas con el objetivo de obtener recursos económicos.
Según nos comenta uno de sus responsables, el grupo principal de la asociación está entre los 30 y 45 años, junto a otro muy importante de entre los 15 y los 25 años, aunque evidentemente hay gente de todas las edades, desde los tres y cuatro años hasta bien pasados los cincuenta, siendo muy destacable el protagonismo desarrollado por su grupo infantil.
Según se desarrolle una u otra actividad la implicación de los socios es distinta, ya que cada uno suele especializarse en actividades concretas, aunque como en toda asociación siempre están los que van en vanguardia, proponiendo y desarrollando iniciativas y aquellos que se limitan a dejarse guiar y cumplir con lo que se les indica.
Pero lo que realmente es importante, según confiesa el representante del grupo, es que todo el mundo pueda opinar y aportar ideas, pues consideran que es la mejor forma de mantener viva la asociación. Y de ahí lo importante es que la junta directiva escuche y tenga en cuenta tanto las opiniones como el trabajo de cada uno de los miembros, ya que son estos los que en definitiva dan vida a todo lo que se pone en marcha.
Esta forma de trabajar, y la experiencia que dan los años, la ha llevado a la automatización del funcionamiento. Y llegamos al punto importante de este reportaje: ¿Qué ocurre a partir del momento en el que se realiza el último desfile del carnaval? ¿Cómo se empieza a caminar hasta el siguiente?
Confiesan que “lo primero es descansar. El cansancio acumulado de los dos últimos meses exige una pausa que suele durar este mismo tiempo. Todo se para excepto la parte de la contabilidad, pues hay que saldar cuentas con todos los proveedores una vez que se recogen los ingresos conseguidos por los premios delos desfiles.Se descansa tanto física como mentalmente puesto que el trabajo de los últimos meses es realmente agotador, ya que no debemos olvidar que los componentes de la asociación tienen que realizarlo en las horas libres que les dejan sus ocupaciones habituales, más si tenemos en cuenta lo ambicioso de las propuestas que muestran estas asociaciones”.
Así llegamos a los meses de abril mayo en los que se empiezan a preparar las actividades no relacionadas directamente con el carnaval, como fiestas o teatros. Así, de forma encadenada, se van sucediendo las diversas actividades encaminadas a recaudar fondos para poner en marcha el desfile de carnaval del año siguiente.
Todo esta organización queda en manos de la junta directiva la cual mueve a los diversos grupos o colectivos. Y cada miembro de la junta se centra en uno u otro acto. Pero nadie actúa por su cuenta y todo queda consensuado antes de ponerlo en práctica.
Una vez pasado el verano llegamos al momento en el que se empieza a pensar en el siguiente carnaval. En esta asociación parece ser que el agobio es consustancial a su funcionamiento. La sensación es que siempre se va mal de tiempo. En parte se debe a que el motor está formado por personas con muchas obligaciones personales, fundamentalmente trabajo y familia, lo que les da poco tiempo. El ritmo de cada uno obliga a tener que hacerlo todo con escaso margen de tiempo.
“Sin embargo siempre llega un punto en el que hay que decir YA. Y pase lo que pase la maquinaria se pone en marcha. Y esto se produce siempre en el mes de octubre. Para ello se convoca una reunión de la junta directiva que es la que da los primeros pasos. Así se valora lo ocurrido en el año anterior y se aceptan propuestas para el presente. Una vez corregidos aspectos del anterior, como, si se suma más gente o se recorta, si va esta u otra música, o si se participa o no en distintos desfiles, se pasa a seleccionar la temática del nuevo carnaval. Y aquí se empieza a tener en cuenta las sugerencias que han ido haciendo, a lo largo de los últimos meses, por todos los miembros de la peña. Estas propuestas se han ido haciendo en privado y son los miembros de la junta los que las ponen conjuntamente sobre la mesa. Al final la junta directiva toma una decisión eligiendo sobre las distintas propuestas.
En general no es difícil tomar la decisión pues no son muchos los proyectos presentados, no pasan de la media docena y a veces se quedan en la mitad. Pero al final siempre hay algo sobre lo que empezar a trabajar”, nos comenta.
Otro factor importantísimo es la cantidad de dinero que se disponga. De ahí lo importante de la financiación de las asociación, ya que al socio no se le puede pedir aportación extra.
En cuanto a la elaboración de los distintos elementos físicos, especialmente los trajes, son confeccionados por los propios miembros de la agrupación, guiados por aquellos que son más expertos y que se encuentran al frente de cada uno de los diversos grupos. Todo sale de las cabezas y manos de los miembros de la peña.
Una vez presentado el modelo de vestido, al peñista se le entrega el patrón ya cortado y las telas para que él lo confeccione. Generalmente son las madres y las amigas de la familia las que terminan poniendo la mano de obra, mientras que varias modistas, pertenecientes a la asociación, son las encargadas de realizar los primeros trabajos y asesorar al resto.
Haciendo un pequeño resumen de todo vemos cómo la junta directiva controla el proyecto en su conjunto pero lo va distribuyendo por parcelas, la elaboración del material y del vestuario se hace de forma individual o por grupos y, al final, todas las piezas de este puzle se reúnende pronto, sin ensayos previos de todo el conjunto, en la calle. Y ahí es donde reside el mayor riesgo, ya que si funciona puede convertirse en el mayor éxito, pero si una pieza no encaja, puede llevar a todas al fracaso.
La Asociación La Picarrasca celebra su 29 aniversario
La Asociación La Picarrasca nació en Getafe hace veintinueve años, promovida por el AMPA del Colegio Público Miguel Hernández. Todos los años participan en Carnavales, en el desfile y en el entierro de la sardina, así como en las fiestas patronales de Getafe con un pasacalles de gigantes y cabezudos. A nivel particular el colegio organiza otro desfile en el que participan todas las clases y cursos.
La Asociación La Picarrasca está y ha estado siempre compuesta por miembros del Colegio Miguel Hernández de la localidad, participando así los alumnos, padres, profesores y amigos de alumnos y padres. El carnaval siempre ha sido un llamamiento del colegio, en el que cuentan con unos trescientos niños, de los cuales ahora mismo integran la Picarrasca unas cien personas.
El tesorero de la asociación, Federico Sanz, explica cómo se organizan con la llegada del carnaval: “Nos reunimos en el mes de enero en dos aulas que tenemos al lado del colegio, donde contamos con un aula taller y otra de costura. Allí hacemos las reuniones y debatimos temas con los que podemos salir en el desfile, se hace una votación de las temáticas y cada integrante hace un personaje de lo que se ha acordado.
Al mismo tiempo, elegimos la vestimenta, la música y el atrezzo”. Para la Peña La Picarrasca el balance de los años que llevan participando en esta festividad es más que positivo, con una buena aceptación entre todos los integrantes e incluso de los que no participan en el carnaval, y considerando así que se han convertido un referente del Carnaval getafense.
Texto: Ayer&hoy/Natalia Sánchez Martín-Albo
Foto: Ayuntamiento de Getafe y Asociación La Picarrasca