Cuantas veces nos encontramos en la consulta a pacientes que llegan con dolor en la parte externa del codo y que tras una breve exploración le decimos: “usted tiene el codo del tenista”. La respuesta es casi siempre la misma: “Doctor, jamás he cogido una raqueta de tenis”.
La epicondilitis o codo de tenista es un trastorno que afecta a las personas que realizan de forma frecuente y continuada movimientos de hiperextensión del codo. En la mayor parte de las ocasiones se trata de una enfermedad provocada por microtraumatismos de tracción repetidos en el punto de inserción de los músculos extensores de la mano y la muñeca. Aunque es una patología frecuentemente asociada a jugadores de tenis o pádel, aparece en personas que realizan actividades como manejo de destornilladores, taladros, martillos neumáticos, o incluso por el uso reiterado del ratón del ordenador, por llevar pesos…, ya que su etiología es traumática o por estrés (microtraumatismos repetitivos).
La epicondilitis es la patología más común del codo y produce un dolor localizado en la zona de inflamación que puede irradiarse hacia la parte externa del brazo o antebrazo, llegando incluso a la muñeca. En la mayoría de las ocasiones no es un dolor agudo incapacitante, pero es una molestia sorda que a veces limita las actividades de la vida cotidiana.
El diagnóstico es fundamentalmente clínico. Una exploración adecuada es suficiente para saber que nos encontramos ante una epicondilitis. La presión digital sobre la zona del epicóndilo provoca una respuesta inmediata de dolor en el paciente, que se acompaña en muchas ocasiones de retirada del codo. En la mayoría de las ocasiones no hay signos externos acompañantes, ni inflamación ni hematomas, y el paciente puede mover el codo con normalidad.
Para completar el diagnóstico podemos recurrir a más pruebas complementarias como radiografías, RMN o EMG, pero todas ellas más dirigidas a descartar otras patologías que a encontrar hallazgos asociados a una epicondilitis.
El tratamiento es conservador. El objetivo será aliviar el dolor. Inicialmente recurrimos a la aplicación de hielo local asociado con AINES, si bien en la mayoría de los casos suele ser insuficiente.
La fisioterapia, en la mayoría de los casos, es la forma de tratamiento con mejores resultados, mediante la electroterapia para medidas analgésicas e inflamatorias (TENS y ultrasonidos). La magnetoterapia puede mejorar la circulación local, relajar la musculatura y acelerar el trofismo y reducir el dolor. Los masajes relajantes en extensores de muñeca y flexores de codo y un masaje profundo de cyriax para generar hiperemia, mejoran la función y la fuerza porque rompen las adherencias causantes del dolor.
Las infiltraciones de cortisona o algún anestésico pueden mejorar la capacidad funcional y aliviar el dolor del codo en los casos más agudos o con respuesta solo parcial a la Fisio. También las cinchas ortopédicas pueden resultar de ayuda sobre todo en la actividad laboral o para la realización del deporte. En los casos que no responden a ningún tratamiento conservador estaría indicada la cirugía, si bien con una buena fisioterapia y un poco de paciencia, se resuelven prácticamente todos los casos.