Dr. Luis Alberto Marín Morales / Traumatólogo Cofundador de MAETRA

El dedo en gatillo es una afección que limita el movimiento del dedo y puede impedir que se flexione. De hecho, lo usual es que se quede atascado y, para estirarlo o flexionarlo, se deba hacer un chasquido, como ocurre con un resorte cuando se tensa y se libera. Esta anomalía se produce por un problema en los tendones flexores. Estos se deslizan por una especie de túnel que los rodea y que se llama vaina del tendón. Cuando esa vaina se irrita y se inflama, el túnel se estrecha y dificulta el movimiento.

En los casos más graves, el dedo en gatillo queda trabado en la posición de flexión y no logra moverse. A esta afección también se le conoce con el nombre de tenosinovitis estenosante y es más frecuente en las mujeres y en quienes padecen diabetes. El dedo en gatillo puede presentarse en cualquier dedo de la mano, incluyendo el pulgar. Es común que, de hecho, siempre haya más de un dedo afectado, incluso en ambas manos. La afección es progresiva y lo habitual es que comience con un dolor persistente en la base del dedo. Cuando el dedo en gatillo progresa se queda atascado en posición de flexión y se estira de manera repentina. En fases más avanzadas se traba y no se puede volver a estirar.

La base para el diagnóstico del dedo en gatillo es el examen físico que realiza el médico. Al hacer un movimiento en la zona afectada se produce un clic y esto se considera característico de la anomalía.

El tratamiento del dedo en gatillo depende del estado en el que este se encuentre y del tiempo que haya transcurrido entre el comienzo de la enfermedad y la consulta médica. En términos generales, hay tres vías para abordarlo: medicamentos, fisioterapia y cirugía.

Como medicamentos pueden utilizarse los antiinflamatorios no esteroideos, con el objetivo de reducir el dolor y mejorar la inflamación. Mejoran los síntomas, pero no resuelven el problema.
Se han utilizado también férulas nocturnas para mantener el dedo en extensión, ejercicios suaves e incluso baños de contraste, aunque en casos evolucionados no obtienen resultados satisfactorios.

Por último, antes de la cirugía, puede recurrirse a las infiltraciones locales de corticoides en la vaina del tendón con el fin de reducir la inflamación. Pueden llegar a ser útiles por 1 o 2 años.
Ante el fracaso de las anteriores técnicas debemos recurrir a la cirugía, que suele realizarse con anestesia local, con incisiones mínimas y que consiste en una apertura de la vaina del tendón. Es una técnica ambulatoria y de escasos riesgos.