Pilar Bernal Contreras / Departamento de Ventas y Comunicación OYE

Nos gusta presumir de racionales, de ser seres reflexivos, calmados y enfocados. Parece que ser alguien que piensa las cosas e ignora con frecuencia la intuición o la impulsividad, es más fiable. Pero la neurociencia está empeñada en demostrarnos que nuestras emociones mandan. Juegan un papel muy importante en nuestras decisiones. Y que aunque creemos tener un componente racional muy desarrollado, cada vez se prueba con más contundencia lo que algunos ya suponíamos: somos seres principalmente emocionales. Pero ¿cómo es este proceso?

1. Para que se desaten nuestros mecanismos emocionales, necesitamos un suceso. No hace falta que sea algo trascendente o vitalmente importante. Cualquier suceso nos vale, incluso los más pequeños: una llamada incómoda, una notica cotidiana alegre, etc.

2. En ese momento tu cerebro genera una interpretación de lo sucedido. Esta interpretación es libre y se produce de manera instintiva.

3. Inmediatamente y también en modo “piloto automático” emitirás una reacción emocional que obedece a tus aprendizajes, experiencias, valores, etc.: disgusto, alegría, enfado, violencia, drama, rabia, etc.

4. Por último, filtrarás todo lo anterior con tus creencias y sesgos personales. Y todo esto aún, sin intervención de la lógica.

Pongamos un ejemplo: recibes una llamada de un cliente que está muy enfadado, así que cuando levantas el teléfono, tu mente y tu cuerpo se predisponen para la “lucha” y un montón de ideas empiezan a vagar libremente por tu cerebro interpretando lo que sucede: alerta cliente desagradable, esta vez no me toma el pelo, que moleste a otro, etc. Supongamos que tu emoción principal instintiva es de rabia. Por lo que aplicaremos nuestros sesgos y creencias a esa emoción: que pesado, siempre me pasa a mí, es injusto …

Las teorías más novedosas nos dicen que podemos cambiar este proceso que surge de manera natural. Así, podríamos evitar en algunos casos esas reacciones que luego nos provocan arrepentimiento o que nos hacen sentir fatal.

Prueba lo siguiente siguiendo con el ejemplo: cuando llama el cliente, debes acudir cerebralmente primero a tus sesgos y creencias y cambiarlos: el cliente de siempre, pero tal vez en esta ocasión lleve razón. Probaré a escuchar lo que tiene que decir. Esto te llevará a una interpretación nueva de la situación, más argumentada y cimentada que desembocará en una emoción distinta a la rabia. No sabemos cuál será, pero lo que sí podemos garantizarte es que tendrá más probabilidades de no provocarte malestar.

Así, intervendrás en este ciclo alterando su orden y su eficacia, de tal modo que tu razón tenga algún papel (aunque sea secundario) para conseguir una gestión profesional-racional de esta parte de nuestra conducta que nos diferencia del resto de criaturas terrestres.
¡Ponlo en práctica!