Miguel Alberdi Fernández / Psicólogo especialista en trauma e intervención en psicoterapia breve con niños y adolescentes con E.M.D.R. Cofundador Asesoría Emocional Sentir

Muchos padres desean que sus hijos recojan los juguetes después de jugar, se laven las manos antes de comer y no reaccionen de manera “exagerada” ante el miedo, la tristeza o el enfado. Sin embargo, más allá de la obediencia inmediata, es fundamental comprender cómo funciona la mente infantil.

Si buscas que un niño obedezca a corto plazo, puedes gritarle, amenazarlo o invalidar sus emociones con frases como: “No te pongas así por un juguete perdido, tienes mil más para jugar” o “Siendo así de desastre, no vas a lograr nada en la vida”. Tal vez consigas su obediencia, pero no desde el respeto, sino desde el miedo. A largo plazo, no confiará en lo que siente, pues habrá aprendido que sus emociones no son válidas y que expresarlas es “una tontería”.

Por el contrario, si deseas que tu hijo adquiera herramientas emocionales y desarrolle autoconciencia, es esencial validar sus emociones y entender como su cerebro procesa la información. Su tristeza o enfado por perder un juguete es tan real para él como lo sería para un adulto perder un trabajo o una gran suma de dinero. Para que aprenda hábitos como recoger sus juguetes o lavarse las manos, primero hay que comprender que aún no entiende la importancia de la limpieza o el orden; debe aprenderlo poco a poco.

El acompañamiento respetuoso y la explicación adaptada acorde a su edad son clave. Es como cuando le pedimos que se ponga el abrigo antes de salir. Si dentro de casa tiene calor, no entenderá la necesidad de abrigarse hasta que le expliquemos la diferencia de temperatura en el exterior. La paciencia es fundamental: puede que no lo aprenda de inmediato, ni al día siguiente, pero con el tiempo le habrás enseñado no solo una norma, sino a reflexionar, a comprender sus emociones y a desarrollar una verdadera autonomía.