Hace un siglo, la Navidad en España era una celebración profundamente marcada por la religión y las tradiciones locales. Las familias se reunían en torno al calor de las chimeneas, y las calles apenas iluminadas vibraban con los cantos de villancicos. Los belenes eran el corazón de los hogares, y las celebraciones se centraban en las Misas del Gallo y las cenas sencillas. Con el paso de los años, la Navidad en España ha evolucionado y la globalización han transformado estas fechas en una mezcla de tradición y modernidad. Hoy, las luces navideñas inundan ciudades y pueblos, y Papá Noel comparte protagonismo con los Reyes Magos. Sin embargo, las raíces permanecen: las cenas familiares, los dulces típicos y el sentido de comunidad siguen siendo el alma de estas celebraciones.
Es la víspera de Navidad, y la casa de los García está llena de vida y color. Como cada 24 de diciembre, la familia entera se reúne en la casa de los abuelos, Paco y Carmen, y del bisabuelo Ramón, padre de Paco. El ambiente está cargado de risas, el murmullo de conversaciones cruzadas y el sonido de los platos al colocarse sobre la mesa están presentes. El árbol de Navidad decorado con luces intermitentes y adornos brillantes compite en protagonismo con un belén de figuras de cerámica que había pertenecido a Carmen desde su juventud. El olor de los turrones, los polvorones y demás dulces navideños, el cordero asado, las croquetas, el embutido ibérico y los mariscos se mezclan en el aire.
En el salón principal, varias generaciones de la familia se reúnen en torno a la mesa, adornada con manteles bordados y velas rojas. Los pilares de la familia, los abuelos Paco y Carmen, junto al bisabuelo Ramón -que a sus más de 90 años sigue teniendo una estupenda memoria-, miran con cariño a sus hijos Clara, Antonio y Elena, que vienen acompañados con sus respectivas parejas, y a sus nietos, Lucas, Inés, Sara y el pequeño Dani, quienes no dejan de hacer preguntas curiosas sobre las decoraciones y los regalos.
Tras un brindis, la conversación comienza a girar en torno a las Navidades pasadas. Dani, con su infinita curiosidad, pregunta: “Abuelo, ¿cómo eran las Navidades cuando tú eras niño?”
Animados por las preguntas de sus nietos, Paco y Carmen deciden contarles cómo eran las Navidades cuando ellos eran niños.
Paco se recostó en su silla, acariciándose la barba canosa, mientras todos guardaban silencio para escuchar. “Dani, en mis tiempos, las Navidades eran muy distintas a las que conocéis ahora. Yo nací en 1953, y las cosas eran mucho más sencillas.”
“¿No teníais árbol de Navidad?” preguntó Lucas, incrédulo.
“No, hijo. En aquel entonces, lo que teníamos era el belén. Mi padre, es decir, tu bisabuelo Ramón, era carpintero, y cada diciembre construía un pequeño portal de madera”.
“¡Espera!”, exclamó Ramón, “recuerdo aquello como si fuese ayer, pero también recuerdo como fue mi niñez. ¿Os gustaría que os la contara?”
¡Claro que sí!, gritaron todos.
“Escuchadme, voy a ir mucho más atrás en el tiempo. Yo nací en el año 1929, y recuerdo como mi madre nos llevaba al campo a recoger musgo, piedras y ramitas para decorar el belén. Las figuras eran de barro, algunas muy viejas y con las esquinas rotas, pero para nosotros eran tesoros. El belén era el centro de todo. Cada noche de Adviento nos sentábamos alrededor para rezar y cantar villancicos. Nada de luces eléctricas, solo velas que iluminaban las figuras”.
En los años 20 y 30, España era un país mayoritariamente rural. Ramón recordó cómo las costumbres estaban profundamente arraigadas en la fe cristiana. “Vivíamos en un pueblo pequeño. Para nosotros, la Navidad no comenzaba con las luces ni con la música, sino con la preparación del Adviento,” explicó Ramón. “Todo giraba en torno a la misa y al belén. En mi familia, empezábamos a montar el belén el día de la Inmaculada, el 8 de diciembre. Mi madre colocaba a la Virgen y a San José, pero el Niño Jesús no aparecía hasta la medianoche del 24.”
Las mujeres cosían paños para cubrir los altares y decoraban la iglesia con ramas de pino. “Era un trabajo comunitario. No había lujo, pero la gente se unía para celebrar la fe. Las campanas repicaban a medianoche en Nochebuena, y todo el pueblo se reunía para la Misa del Gallo”, indicó Ramón.
“¿Y qué comíais en Nochebuena?” preguntó Inés, siempre curiosa por las comidas.
“Las cenas eran muy modestas,” explicó Ramón. “Mi madre preparaba un caldo de gallina, si había suerte, o sopa de ajo. El bacalao salado era un lujo, y los dulces se limitaban a torrijas o algún bizcocho casero. Pero no importaba, porque lo más importante era estar juntos.”
Ramón sonrió y añadió: “Y los regalos… no esperéis grandes cosas. Los Reyes Magos nos traían naranjas, castañas o, si éramos afortunados, un juguete hecho a mano de hojalata o madera. Recuerdo una muñeca de trapo que mi madre le hizo a mi hermana, la guardo incluso hasta cuando fue adulta”.
Los difíciles años de la Guerra Civil.- El tono de la conversación se volvió más serio cuando Ramón habló de los años de la Guerra Civil (1936-1939). “La guerra lo cambió todo,” continuó Ramón. “Recuerdo que mi padre fue al frente, y mi madre tuvo que encargarse de todo en casa. Las Navidades de esos años fueron tristes. En Nochebuena, cenábamos lo poco que podíamos conseguir: un poco de pan, algunas lentejas si había suerte. Fueron tiempos muy duros. Las Navidades perdieron su brillo. No había comida, ni regalos, ni alegría. Sin embargo, mi madre decía que lo importante era mantenernos juntos”.
“¿Y cómo celebrabais si no había nada?” preguntó su hijo Paco, conmovido.
“La música y las historias nos mantenían unidos,” explicó Ramón. “Cantábamos villancicos y mi madre nos contaba historias del nacimiento de Jesús. En medio de tanta tristeza, aquellos momentos nos daban esperanza”.
Ramón suspiró y se quedó callado por unos instantes recordando todo aquello mientras todos le miraban, algunos de ellos con lágrimas en los ojos. Tras ese pequeño silencio, Ramón continuó su historia.
“Hacíamos belenes improvisados con cualquier cosa. Recuerdo que un año usamos piedras y ramitas para representar a los Reyes Magos. No eran perfectas, pero nos hicieron sentir que la Navidad seguía viva.”
En los frentes, indicó Ramón, “algunos soldados trataban de celebrar la Navidad. En muchas trincheras, los combatientes de ambos bandos compartieron villancicos y pequeñas treguas durante las fiestas. La Navidad se convirtió en un símbolo de resiliencia”. Todos sonrieron al escuchar esta anécdota.
Los años 40 y 50: La posguerra y el renacer de las tradiciones.- Tras finalizar la Guerra Civil, indicó Ramón, “en los años 40, la Navidad seguía siendo muy austera. Estábamos en plena posguerra, y las familias apenas tenían lo necesario para alimentarse. La escasez y las cartillas de racionamiento limitaban lo que podíamos comer”.
Ramón recordó cómo la austeridad también afectaba a las celebraciones: “La misa seguía siendo lo más importante. En esos años, la Iglesia tenía un papel muy fuerte en la vida cotidiana, y la Navidad era un momento clave para reconectar con la fe.”
A pesar de las dificultades, comenzaron a resurgir pequeños gestos navideños. “Recuerdo que un año, un vecino nos regaló unas castañas asadas. Fue un lujo que nunca olvidaré. Las comimos junto al fuego mientras mis padres contaban historias de cuando eran jóvenes.”
Las celebraciones eran familiares, y las decoraciones seguían siendo humildes. Sin embargo, poco a poco, y con la llegada de la década de los 50, “las tradiciones comenzaron a recuperar su lugar”, indicó Ramón.
“¿Qué tradiciones bisa?” preguntó Sara.
“Bueno,” explicó Ramón, “los belenes volvieron a ser importantes, y en los pueblos se organizaban pequeñas procesiones para celebrar el nacimiento de Jesús. Además, las calles empezaron a decorarse con luces, aunque muy modestas. Era emocionante ver las primeras bombillas iluminando las plazas principales.”
“Y en casa,” añadió su hijo Paco, “las cenas mejoraron un poco. Recuerdo como mamá preparaba guiso de cordero o conejo. También empezó a ser común tener turrones en la mesa, aunque solo en pequeñas cantidades porque era caro.”
“¿Y los regalos?” preguntó Dani, con los ojos abiertos de par en par.
“Eso mejor que te lo cuente tu abuelo Paco”, señaló Ramón.
“Seguían siendo muy modestos Dani,” respondió Paco. “Yo nací en el año 1953, y recuerdo cuando tenía 5 o 6 años que mis padres me regalaron un trompo de madera. Fue el mejor regalo que recibí en mi infancia. Lo usé tanto que se desgastó al cabo de un año. También recuerdo recibir un cuaderno y lápices de colores que me hicieron mucha ilusión”.
Asimismo, “la radio comenzó a jugar un papel importante en la Navidad. Los villancicos se escuchaban en programas especiales, y muchas familias se reunían alrededor del aparato para escuchar historias navideñas o la retransmisión de la Misa del Gallo desde Madrid”.
Los años 60 y 70: La modernización de la Navidad.- Con el desarrollo económico de los años 60, las Navidades en España empezaron a transformarse. Paco explicó cómo, poco a poco, las familias comenzaron a adoptar nuevas costumbres. “Fue en esta época cuando los árboles de Navidad empezaron a ser más populares. Recuerdo el primero que pusimos en casa. Era un pino pequeño que decoramos con bolas de cristal y espumillón. Verlo iluminado por las noches era mágico.”
La abuela Carmen asintió con la cabeza y añadió: “Yo recuerdo que los anuncios de Navidad empezaron a ser parte de la tradición. Los catálogos de juguetes eran como un tesoro para nosotros, aunque sabíamos que no podíamos tener todo lo que veíamos.”
“Y la televisión,” indicó Paco. “Fue en los años 70 cuando la televisión cambio mucho las cosas y se convirtió en el centro de la Navidad. Todos nos reuníamos para ver los programas especiales, los villancicos, anuncios de juguetes y los sorteos de la Lotería de Navidad que comenzaron a ser un símbolo nacional.”
“¡Y solo teníamos dos canales!” exclamó Carmen.
“¿Solo dos canales?” preguntó Lucas.
“Sí, la Primera y la Segunda Cadena, o lo que es lo mismo, TVE-1 y TVE-2” señaló Carmen. “Recuerdo que comenzaron a emitir series y programas que se hicieron muy populares a lo largo de la historia como ‘Curro Jiménez’, ‘El hombre y la Tierra’, ‘Los payasos de la tele’ o el concurso ‘Un, dos, tres… responda otra vez’ que se convirtió en todo un fenómeno cultural y de entretenimiento. ¿Te acuerdas Paco?”
Paco sonrió y exclamó “¡claro que me acuerdo, como si fuese ayer! Que bonitos recuerdos”.
“¿Cómo eran las cenas en esa época?” preguntó Inés.
“Mucho más generosas,” respondió Carmen. “El marisco empezó a ser un símbolo de Navidad, y las familias se esforzaban por tener gambas, langostinos, cordero… incluso pavo al horno. Los turrones, polvorones y mazapanes ya eran imprescindibles en la mesa. Era el reflejo de una sociedad que aspiraba a dejar atrás la austeridad”.
“Y la música también se transformó en las cenas”, añadió Paco. “Los villancicos tradicionales convivían con canciones modernas que se escuchaban en las radios y los tocadiscos”.
Los años 80 y 90: Consumo y diversificación de tradiciones.- Con la llegada de los años 80, la familia recordó cómo las Navidades se volvieron más comerciales. La hija mayor de Paco y Carmen, Clara, se unió a la conversación: “En los 80, todo era más brillante y exagerado. Los centros comerciales estaban llenos de luces y música navideña, sobre todo en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona, donde los escaparates de las tiendas competían por ser los más llamativos, y los niños esperábamos con ansias los catálogos de juguetes.”
“¿Te acuerdas como pasábamos las horas marcando en el catálogo de juguetes lo que queríamos pedir a los Reyes Magos?” preguntó Clara a su hermano Antonio.
“Sí, aunque sabíamos que no podíamos tenerlo todo, pero la ilusión era enorme”, contestó Antonio con una sonrisa, y añadió: “Fue además en esa época cuando Papá Noel comenzó a ser más conocido en España. En mi colegio, algunos amigos míos hablaban de Papá Noel, aunque en casa los Reyes Magos seguían siendo los protagonistas”.
“¿Y qué regalos les pedíais a los Reyes Magos?” preguntó Dani con asombro.
“Regalos grandes y caros,” respondió Clara, riendo. “Mi hermano y yo pedíamos bicicletas, videoconsolas y videojuegos, airgamboys, playmobil, muñecas que hablaban. Fue una época emocionante.”
“¿Y os los traían todos?” preguntó Sara con admiración.
“Todo lo que pedíamos no, porque pedíamos muchas cosas” respondió Clara riendo mientras miraba a su hermano Antonio quien también sonreía.
“Es más, si nos portábamos mal o sacábamos malas notas en el colegio, a veces nos traían carbón” indicó Antonio.
“¿Carbónnnnn?” preguntó Dani con cara de sorpresa
“Sí, aunque era un carbón dulce hecho de azúcar, pero que no nos hacía nada de gracia porque eso significaba que no había regalos”, señaló Antonio.
“¿Entonces no os traían ningún regalo si ese año os portabais mal?” volvió a preguntar Sara con cara de ingenua.
En ese momento, Clara y Antonio sonrieron mientras miraban a sus padres Paco y Carmen. “Al final sí que nos traían algún que otro regalo”, respondió Clara, “aunque al principio nos enfadábamos al ver el carbón, pero finalmente los Reyes Magos se portaban muy bien con nosotros”.
Las Navidades de los años 90 tenían un aire muy especial, lleno de tradiciones familiares con una mezcla de modernidad y nostalgia. “Los belenes seguían siendo el elemento central que muchas familias montaban con diferentes figuritas y, a su vez, comenzaba a ser común ver las casas con árboles de Navidad decorados con luces multicolores intermitentes, espumillón brillante, bolas de colores y una gran estrella en la punta del árbol”, indicó la abuela Carmen.
Los grandes belenes municipales estaban en auge, las ciudades empezaban a competir por las decoraciones más llamativas y, las calles principales, como la Gran Vía de Madrid, estaban llenas de luces festivas con cientos de familias paseando por ellas.
“¿Os acordáis del famoso ‘Calvo de la Navidad’?” preguntó Paco con una sonrisa.
“¡Sííííí!” exclamó sonriendo Elena, la hija pequeña de Paco y Carmen. “Cuando aparecía en la televisión anunciando la Lotería nos hacía sentir que las fiestas de Navidad estaban muy cerca. También recuerdo otros anuncios históricos de aquella época como el anuncio de ‘Ferrero Rocher’, el de ‘Freixenet’ y sus famosas burbujas, o ‘El Almendro’ con su ‘Vuelve a casa por Navidad’.
“¿Y solo ponían anuncios en la tele?” preguntó Sara.
“No Sara, y además ya había más canales”, contestó Elena.
“¿Más de dos?” irrumpió Dani con incredulidad.
“Sí Dani, más de dos”, señaló Elena sonriendo. “En los 90 llegaron nuevos canales a la televisión como Antena 3, Telecinco o Canal +. Recuerdo los programas especiales de Navidad llenos de música y también de mucho humor con personajes como ‘Martes y Trece’ o ‘Cruz y Raya’.
“¡Ah!, y grandes películas navideñas para toda la familia como ‘Milagro en la ciudad’, ‘¡Vaya Santa Claus!’, ‘Pesadilla antes de Navidad’, ‘Un padre en apuros’, o la mítica ‘Solo en casa’. Cada año cuando llega la Navidad las siguen poniendo en la televisión y, cuando veo alguna de ellas, sigo disfrutando como una niña”, indicó Elena con nostalgia.
“¿Y había regalos?” preguntó de nuevo Dani.
“Claro que sí”, contestó Elena. “En aquellos años tomaron mucha popularidad juegos de mesa como el ‘Trivial Pursuit’, el ‘¿Quién es quién? o el ‘Monopoly’, videoconsolas como la ‘Super Nintendo’ o la ‘Mega Drive’, muñecas y muñecos como la ‘Barbie’ o el ‘Action Man’, y los Tamagotchi.
El siglo XXI: Una Navidad global y tecnológica.- Finalizada la década de los 90, y con ello, el cambio de siglo, las reuniones en Nochebuena y Nochevieja eran momentos clave para reunir a la familia. Las cenas se celebraban en casa, con comidas como cordero, cochinillo, besugo, variedad de mariscos… y de postre dulces navideños. La Misa del Gallo para muchas familias seguía siendo una tradición importante la medianoche del 24 de diciembre, aunque con los años, las fiestas navideñas han perdido buena parte de su vínculo con la religión y se han convertido en una fiesta laica cada vez más comercial. La tradición de tomar las 12 uvas con las campanadas de Nochevieja era ya un clásico, y las retrasmisiones desde la Puerta del Sol un ritual compartido por millones de hogares.
Aunque Papá Noel ya había ganado gran popularidad, especialmente entre los más jóvenes, los Reyes Magos seguían siendo los auténticos protagonistas, sobre todo con su cabalgata del 5 de enero, uno de los momentos más esperados.
Los villancicos eran una parte fundamental de las celebraciones, se cantaban en casa, en los colegios, e incluso en la calle, con instrumentos como panderetas y zambombas.
En la radio y televisión, los clásicos navideños se mezclaban con los éxitos pop de los 90. Canciones como ‘Last Christmas’ de Wham! o ‘All I Want for Christmas Is You’ de Mariah Carey empezaban a consolidarse como himnos modernos.
Finalmente, la conversación llegó al presente. Los nietos compartieron cómo vivían ellos la Navidad. Lucas, Inés, Sara y Dani nacieron en este mundo conectado y globalizado. “Ahora escribimos nuestras cartas a los Reyes Magos por internet, y podemos ver películas navideñas en cualquier momento”, señaló el pequeño Dani.
“Pero seguimos cantando villancicos y colocando el belén,” añadió Sara. “Aunque ahora también tenemos luces LED y figuras que se mueven.”
“Y yo monto el árbol de Navidad con papá, aunque usamos uno artificial y siempre ponemos adornos que hacemos en el colegio”, apuntó Dani con una sonrisa.
“La Navidad dura todo diciembre, e incluso un mes antes los supermercados ya tienen dulces navideños”, y también hay mercadillos navideños por todas partes”, indicó Lucas.
“Hoy en día todo es mucho más tecnológico, y los regalos que pedimos suelen estar relacionados con las nuevas tecnologías como los smartphones (móviles), ordenadores gaming para jugar, relojes inteligentes…”, señaló Inés.
La abuela Carmen, reflexiva, comentó: “Es cierto que la tecnología lo ha cambiado todo, pero hay algo que nunca cambia: la importancia de estar juntos como familia.”
“Y las comidas,” añadió Paco. “Hoy tenemos de todo: cordero, marisco, dulces… Pero lo más importante sigue siendo compartirlo con las personas que queremos.”
Cuando terminaron de cenar, el abuelo Paco alzó su copa y brindó: “Por la familia, por la tradición y por muchas Navidades más juntos”.
La familia respondió al unísono: “¡Feliz Navidad!”.
La velada terminó con villancicos alrededor del belén. Cada generación había compartido anécdotas y recuerdos, y los más pequeños habían aprendido cómo la Navidad había evolucionado en España a lo largo de un siglo. A través de los relatos, entendieron que, aunque las tradiciones cambien, el verdadero espíritu de la Navidad radica en el amor, la familia y la esperanza.
Esa noche, en la casa de los García, no solo se celebró una nueva Navidad, sino también la continuidad de un legado que unía a cuatro generaciones.
Posdata: Aunque la noche estuvo llena de recuerdos, la disputa entre cuñados sobre si es mejor el Real Madrid o el Barcelona, también hizo acto de presencia en esa noche: “El Madrid tiene 15 Champions”, “El Barcelona un sextete”, “El ADN de las remontadas del Madrid”, “El tiki-taka del Barcelona”, “El mejor de mundo es Cristiano”, “No, Messi le da mil vueltas”, “el árbitro siempre os beneficia”, “en este video se ve que este partido fue un robo”… y así, hasta pasar por la política y demás temas de actualidad.
La discusión entre cuñados es algo muy típico de la Navidad, pero de eso hablaremos en otra ocasión. ¡Felices Fiestas!
El aguinaldo. Una tradición navideña casi desaparecida
España es un país de tradiciones, pero muchas de ellas se van actualizando o directamente desaparecen. Ahora que estamos inmersos de lleno en la celebración de las fiestas navideñas, vamos a conocer un poco más sobre una tradición que ha ido desvaneciéndose en el tiempo: el aguinaldo.
Dos culturas totalmente distintas se relacionan con el origen del aguinaldo pero que al final tienen en común su significado: hacer un regalo como buen augurio del año nuevo. Por un lado, tenemos la romana. Se dice que Tito Tacia, rey de la antigua civilización recogía en esas fechas ramos de pino del bosque de Estreñía para regalarlos a sus familiares y conocidos con el fin de celebrar el fin del año. Con los años, esas ramas de pino fueron sustituidas por regalos más valiosos. Además, la etimología latina, establece que la palabra es una derivación de la frase latina hoc in anno, la cual significa “este año”.
Por otro lado, tenemos la versión de la cultura celta que tenían la creencia de que los mejores deseos para el ciclo entrante se manifestaban gracias al acto de dar regalos, su tradición consistía en el intercambio de dátiles y frutos secos en muestra de gratitud y buenos augurios. Su etimología proviene de eguinad o equinand, término con el cual, en la cultura celta, se hacía referencia al obsequio de fin de año.
En España la fiesta de aguinaldos estuvo presente desde la Edad Media. Consistía en una recolecta de frutos secos o castañas que se subastaban a partir del 16 de diciembre y el dinero obtenido se cedía a la iglesia para los cultos navideños. También se podía donar dinero, lo que se hacía era pedir una propina en algunos hogares a cambio de una buena acción realizada en esas fechas festivas, muchos niños iban a casa de sus vecinos a cantar villancicos y a cambio éstos les daban monedas o dulces.
Las empresas también tenían esa tradición navideña como regalo de Navidad a sus trabajadores, dándoles una propina como paga extra. En algunos lugares era voluntario y en otros era obligatorio por convenio. Pero en 1944, una orden gubernamental exigía a las empresas pagar el aguinaldo que era el sueldo de una semana en efectivo, como mínimo. Esta tradición dejó de existir a nivel empresarial desde que en el Estatuto de Trabajadores se estableció que el salario anual se dividiría en 14 pagas mensuales, pasando dos de ellas a ser la paga extra de Navidad y la otra de verano.
Actualmente, los más pequeños ya no van cantando de puerta en puerta villancicos para que les den el aguinaldo. Una bonita tradición que ya no se estila, que se ha ido perdiendo con el tiempo pero que estaría bien recuperar al igual que las postales de Navidad que antes enviábamos a nuestros amigos y familiares, deseándoles lo mejor para el nuevo año.
Texto: Juan Diego García-Abadillo.
Fotos: Ayer&hoy/Pixabay/Pexels