Valiente -con su bicicleta Penélope como transporte y única compañía-; generoso -ayudando a los refugiados en Grecia-; respetuoso con el medio ambiente; intrépido -recorriendo en ocasiones 100 kilómetros diarios contra frío y nieve- pero muy ilusionado está el joven de 25 años Elías García-Escribano Tajuelo (Elías Escribano en redes sociales) que en julio de 2016 emprendió una aventura, ataviado de perlé, desde Herencia hasta Nueva Zelanda. Con este gran reto pero muchos ánimos de paisanos, amigos y desconocidos, Elías ya es todo un héroe en su pueblo, donde este Carnaval le echarán de menos. En un futuro le gustaría ser como Jesús Calleja.
El Carnaval es una filosofía de vida en Herencia del que me siento orgulloso”
Pregunta.- ¿Por qué decidió emprender esta aventura de La Mancha al mundo y ataviado como perlé del Carnaval?
R.- Sé que puede sonar fantasioso decir que quieres dar la vuelta al mundo en bici. Pero nada más lejos de la realidad. Es simplemente una ilusión, e ilusiones tenemos todos. Eso sí, reconozco que este proyecto pueda ser un tanto peculiar, quizás extravagante, y supone un reto, claro que sí. Es como bien dices, una aventura. Por otro lado, llevar el pijama de Perlé me parece sencillamente algo natural, lo hago porque me gusta el carnaval. Porque es un guiño a la Tierra. Porque Perlé representa una de esas curiosas figuras que hacen del Carnaval de Herencia algo singular. Uno es de donde nace y yo nací en este pueblo donde el Carnaval es una filosofía de vida. Es algo que nos apasiona. Y qué mejor que abanderar esta festividad, donde se combina felicidad e identidad.
P.- ¿Qué es lo que más le gusta del Carnaval de Herencia?
R.- Soy carnavalero, pero como todo hijo de vecino en este pueblo. Me encanta. Crecemos haciendo el indio en los desfiles, fui gineta cuando tenía 5 años. Para los que no lo sepan, las ginetas son parejas de niños pequeños, que bien engalanados y de la mano de sus madres representan los diferentes gremios de oficios del pueblo. Mi abuela Venancia también sacó engalanado a su hijo Antonio en los años 50 del siglo pasado. Cuando veo esas imágenes pienso que es bonito formar parte de esta tradición. Pertenezco a la Banda de Música, a la cual me gustaría mandar un fuerte abrazo. Y con ella desfilo los pasacalles, con los gigantes, las ginetas, las autoridades y al mismísimo y auténtico Perlé.
Lo que más me gusta del Carnaval de Herencia es – sin duda- la “máscara guarra”. No digo más. En cuanto a desfiles, el pasacalles nocturno de los últimos años me parece increíble, surrealista, especial.
P.- ¿Con qué apoyos cuenta en este viaje?
R.- El apoyo recibido ha sido impresionante. Ya antes de salir, me sentí arropado por una ola de gente que, en algunos casos, ni conocía. Como el caso de María Antonia Martínez, periodista de TVE y herenciana.
Fontecha, el cronista oficial, es otra pieza clave de esta travesía. Luego he tenido el apoyo de empresas locales como Maesa, Tubyder, Neodigital, Ábrego, Tecnove, La Maldita, Poetopía (Málaga) y, por supuesto, el Ayuntamiento de Herencia, que desde un principio creyó en esta locura.
P.- Lleva casi 7.000 kilómetros de los 27.000 previstos hasta Nueva Zelanda. ¿Qué balance hace hasta ahora?
R.- Ahora empieza la parte difícil. En muchos sentidos. Es invierno, hay lluvia cuando no nieve. Cada vez más lejos de casa, cada vez en tierras más desconocidas, pero confío en que no serán hostiles. Vienen países donde se requiere visado que implica que no puedo parar, como Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, China, etc. Es demasiado pronto para sacar conclusiones, aunque puedo adelantar que me ha tocado ver ataques feos al medio ambiente que me hacen pensar en el estado en el que vamos a dejar el planeta a las futuras generaciones. Eso me preocupa.
P.- Su fiel compañera es una bicicleta, que no sé si ha bautizado, ¿lleva algún otro apoyo o persona que le acompañe?
R.- La bicicleta se llama Penélope y es ‘made in La Mancha’, concretamente de Albacete. No solamente mi compañera, sino mi medio de transporte con la que recorro entre 65 y 75 kms. diarios. Voy a Nueva Zelanda en bicicleta, con mis piernas. Por caminos y por carreteras. Y eso es un peligro constante, cada día. Parece ser que en algunos países de Asia es común que los camioneros fumen opio, y el hecho de compartir la misma carretera, me aterroriza más que cualquier otra cosa. Veremos.
Y además de la carretera, un peligro a partir de ahora es el agua y la comida. Habrá que tener muchísimo cuidado, porque donde enfermas te quedas, no se puede pedalear con gastroenteritis, y recordemos que el visado expira y tienes que salir del país. Así que a partir de ahora la cosa se pone interesante.
P.- ¿Cómo ha sido la acogida por los sitios de Europa por los que ha pasado?
R.- Extraordinaria. Hay gente de mente muy abierta, que te invitan y te abren las puertas de sus casas. Y sin duda esos encuentros son lo que hacen el viaje. Voy solo y esas interacciones dan sentido al día a día. Me han invitado a casas a comer y a dormir, en muchos lugares. Desde un pastor en Suiza a un artista plástico en Austria. Y estoy muy agradecido con todos. En bici he pedaleado por 15 países del continente europeo: España, Francia, Suiza, Liechtenstein, Austria, República Checa, Alemania, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Croacia, Montenegro, Albania y Grecia.
P.- ¿Conocen los europeos La Mancha, el Carnaval de Herencia, el Quijote…, nos sitúan geográficamente?
R.- Esto les pasa a mí y a todos los paisanos que andan estudiando o trabajando en Europa y les cae el : “Where are you from?” (¿de dónde eres?). Lo primero es decir: “Spain”, y después llega la parte interesante: dar a conocer tu tierra, que la inmensa mayoría desconoce. Yo insisto en La Mancha, en Ciudad Real, en Herencia. Hay que hacer escuela. Castilla-La Mancha es una gran desconocida, y eso hoy día tiene muchos puntos a favor: me refiero a explorar lugares que poca gente conoce. Al final lo mejor es ligar tu pueblo a la “Tierra del Quijote” y recomendar leer la novela.
P.- Salió de Herencia en un caluroso julio ataviado de perlé, ¿le llamaba la atención esta vestimenta a la gente? ¿cómo ha cambiado la meteorología su rutina?
R.- El traje de Perlé que llevo me lo hizo mi tía Pili, siguiendo el patrón de mi vecino (y amigo) Manolo, y quiero que llegue a Nueva Zelanda, por lo que intento cuidarlo. Por supuesto que llama la atención. Imagínate visitar la Acrópolis y encontrar a un señor en pijama allí. Eso me pasó.
La meteorología cambia los hábitos hasta el punto de que es el factor que más condiciona el viaje. Llevar materiales impermeables para la lluvia, ir cerca del mar para evitar la nieve, atravesar el Himalaya en verano (no es posible en otra estación), evitar los monzones en el sudeste asiático…
P.- ¿Para cuándo tiene previsto regresar?
R.- Lo más importante es regresar, pero también disfrutar y aprender. Una de las cosas que he aprendido es que es difícil planificar con exactitud una vuelta al mundo en bicicleta. Entre otras cosas por las inclemencias que mencionabas. No se puede pedalear Rusia en invierno, por ejemplo. Así que inicialmente Europa debía ser atravesada en 3 meses, y llevo 6. Lo más importante es llegar a Irán en la primavera, para poder estar en Asia Central (concretamente Kirgistán y Tayikistán) en verano. Esta es una de las partes más difíciles del viaje, porque es el techo del mundo con pasos de montaña por encima de los 4.000 metros de altitud, accesibles únicamente durante 60-70 días al año del verano. En principio he planteado 2 años.
P.- A su vuelta, ¿cómo quiere que se le conozca o se le recuerde?
R.- Yo he decidido darle rienda suelta por un tiempo a mi Quijote interior, porque si no lo hago ahora con 25 años, ¿cuándo lo voy a hacer? Me gusta decir que soy el chico de “la Mariani” y “Jesús el pollo”. Soy un vecino más del pueblo de Herencia. Para los mayores, soy nieto de Mercenario el hortelano y Antonio, panadero en la calle Concepción. Mando un beso a mis abuelas, que aún viven.
P.- ¿Qué le está aportando personalmente esta aventura?
R.- Hace algún tiempo que comencé a viajar por el mundo, pero no en bicicleta.
Es una forma de viajar muy pura, y ancestral. A ras de suelo y sin motores. Igual te hace apreciar mucho más todo lo que tenemos. Digamos que es un viaje “a lo pobre” pero que contiene mucha riqueza en sí. Es vivir muchas y diferentes realidades. Cada día una. Es, como decía un profesor del Hermógenes Rodríguez, aprender a mirar a la gente a los ojos y poder leer en sus retinas. Es sentarse en la mesa y hablar con gente de lo más diversa y variopinta de diferentes países. Pescadores, refugiados, chavales bajo el LSD, abuelos hippies, artistas, ciclistas, inmigrantes, gente con sueños, gente racista, gente tolerante, gente que no habla inglés y la comunicación es una obra de teatro, gente con historias de vida que te rompen en dos, en fin. Pienso que a veces hay que estar en el lugar del otro para sentir lo que siente. Por lo tanto ayuda a empatizar.
P.- ¿Echará de menos el Carnaval pero qué otras cosas echa en falta?
R.- El Carnaval es sagrado y, aunque acabas muerto, te da años de vida, o le da vida a los años. Comidas típicas de momento no demasiado porque me las he apañado para encontrar ingredientes con los que elaborar algunos de nuestros platos. Luego varios extraordinarios amigos, Adrián Peño, Gonzalito Tajuelo, Vico, Alberto, Darío, vinieron a mi encuentro trayendo la mítica ristra de chorizos de Remi, y jamón envasado al vacío (de “en ca” Pablo). Y la familia… ¡claro que se echa de menos! ¡cómo no!
Texto: Oliva Carretero Ruiz
Foto: Ayer&hoy