Una de las cuestiones que más interés ha despertado en los estudios sobre la Prehistoria es la desaparición de los neandertales y las posibles causas que pudieron provocar este hecho. Aunque hay investigadores que destacan el posible papel que pudimos tener los sapiens en el proceso que dio lugar al fin de los neandertales, hay que recordar que ambas especies convivimos durante unos 10.000 años en la Península Ibérica (y más de 70.000 años en Próximo Oriente), por lo que parece más apropiado buscar el ocaso de los neandertales en otro tipo de motivaciones, entre las que se puede encontrar su baja diversidad genética, que estaría vinculada con las características demográficas de los grupos neandertales, que estarían compuestos por pocos individuos (entre 10 y 25 miembros) y que, además, vivían relativamente aislados unos de otros, lo que favorecería una endogamia que provocaría que pudieran aparecer con más frecuencia ciertas enfermedades y anomalías congénitas como las que se han detectado en las vértebras, huesos de la muñeca, el pie o la mandíbula de algunos de los individuos que habitaron hace unos 49.000 años en la cueva asturiana de El Sidrón.
Es probable que los neandertales llegasen a cobrar conciencia del “peligro” que podía llegar a provocar la escasa variabilidad genética y quizás ello les llevaría a fomentar ciertos intercambios de individuos con los de otros grupos, como los que parecen intuirse a partir de estudios de ADN realizados en los fósiles del yacimiento asturiano de El Sidrón, que han permitido documentar que los individuos masculinos que habitaban en esta cueva compartían una misma variante genética, mientras que las mujeres mostraban linajes maternos diferentes, es decir, esta evidencia nos indica que es muy probable que se promoviera que las mujeres, posiblemente a partir de la adolescencia, cambiaran su núcleo familiar para propiciar con ello una menor endogamia y, de este modo, incrementar las probabilidades de supervivencia, tanto de tribus concretas como de la especie en su conjunto. El último territorio donde lograron sobrevivir los neandertales fue la Península Ibérica, donde contamos con un buen repertorio de yacimientos con restos fósiles de esta especie, como la Sima de las Palomas del Cerro Gordo (Murcia), donde hace unos 50.000 años se enterró bajo una roca a una mujer de unos 20 años, conocida como “Paloma”, cuyos restos aparecieron junto a los de un niño, que podría tratarse de su hijo.
Hace unos 30.000 años quedó como única especie humana en Europa el Homo sapiens. Cada vez contamos con más y mejores registros fósiles para poder caracterizar a los primeros sapiens que habitaron en nuestro territorio peninsular y entre ellos destaca el hallazgo producido en 2010 en la cueva de El Mirón (Cantabria): se trata del primer enterramiento del Paleolítico Superior realizado en nuestro país y correspondía a una mujer adulta, de entre 30 a 40 años, que mediría 159 cm y habría vivido hace unos 18.700 años. Esta mujer era robusta y en sus huesos se pudieron reconocer marcas musculares que ponían de manifiesto que a lo largo su vida había realizado una intensa actividad física. Además de esta evidencia, uno de los aspectos que más llamó la atención en el estudio detallado que se hizo de este hallazgo fue el hecho de que la difunta apareciese recubierta de una capa de pigmento ocre rojo muy puro, que no se habría obtenido en el entorno cercano, pues los análisis químicos han demostrado que procedería de un lugar situado a unos 26 kilómetros de la cueva donde fue enterrada. Otro aspecto que despertó un gran interés en este peculiar enterramiento fue la constatación de un hecho muy llamativo: cuando el cadáver había perdido los tejidos blandos se abrió de nuevo la fosa del enterramiento para extraer el cráneo y algunos huesos largos de la difunta, tras lo cual sus restos se volvieron a cubrir con ocre rojo. Junto a la zona del enterramiento se documentó un porcentaje muy elevado de restos de polen correspondientes a diversos tipos de flores, lo que parece apuntar a la realización de una posible ofrenda floral. Todos estos datos parecen demostrar que esta “Dama Roja” del Paleolítico Superior tuvo que desempeñar un papel muy destacado, e incluso los arqueólogos responsables de la excavación de la cueva de El Mirón consideran que pudo alcanzar cierto carácter sagrado, lo que reforzaría su protagonismo en el grupo del que formaba parte.