Dr. Alfonso Espinosa Ruiz / Cirugía Ortopédica y Traumatología
Hospital Quirónsalud Ciudad Real

Una de las patologías deportivas más frecuentes que valoramos en las consultas de Traumatología es la del ligamento cruzado anterior (LCA) de la rodilla. Suele ocurrir en pacientes que practican deportes de contacto que implican cambios de dirección o pivotaje de la articulación, como el fútbol, balonmano, baloncesto, esquí, etc. Afecta principalmente a pacientes jóvenes con una actividad física exigente, que acuden a consulta tras un traumatismo brusco que impide continuar con el ejercicio y preocupados por su carrera deportiva. Por ello, una de las preguntas más frecuentes es la de “Doctor, después de esta lesión, ¿podré volver a hacer deporte?”. En este artículo trataremos de proporcionar algunas aclaraciones al respecto.

El LCA es un elemento estabilizador de la articulación que impide el desplazamiento anterior y rotacional de la tibia respecto al fémur. Su rotura hace que la rodilla pierda funcionalidad y se ha asociado con la aparición de artrosis precoz a partir de los 10 años de la lesión. Para su diagnóstico es fundamental acudir a un especialista que llevará a cabo una exhaustiva exploración física, crucial para determinar el grado de inestabilidad residual y el tratamiento indicado. Si las maniobras exploratorias son positivas, se suele confirmar el diagnóstico mediante una resonancia magnética nuclear, que nos informará además de la presencia de lesiones concomitantes como las de los meniscos o el cartílago articular.

Una vez establecido el diagnóstico se proporcionan las opciones de tratamiento, que en pacientes jóvenes y activos suele ser quirúrgico. La cirugía se lleva a cabo a través de técnicas mínimamente invasivas asistidas por artroscopia, con la utilización de injertos propios del paciente (autoinjertos) para sustituir al LCA. Los últimos avances en el material quirúrgico nos han permitido llevar a cabo técnicas anatómicas que reproducen la situación inicial del ligamento, lo que se ha traducido en una mejoría en los resultados funcionales. Durante el postoperatorio los pacientes siguen un tratamiento fisioterápico adaptado a las lesiones que padecen, fundamental para alcanzar un nivel óptimo previo a la reincorporación deportiva, que suele autorizarse a partir de los 8 meses de la cirugía.

Uno de los objetivos principales del tratamiento es, por tanto, el retorno a la actividad deportiva manteniendo el nivel competitivo previo pero sin aumentar el riesgo de rerrotura. Para contestar a la pregunta que sirve de título a este artículo, nos basaremos en nuestra experiencia y sobre todo en la evidencia científica. Según los últimos estudios, el 81% de los deportistas vuelve a realizar algún tipo de actividad física tras la cirugía y el 65% consigue alcanzar el nivel previo a la lesión. Estos porcentajes pueden variar en función de factores dependientes del paciente, del cirujano y del tratamiento rehabilitador. Ante un propósito tan exigente, es imprescindible disponer de un equipo multidisciplinar especializado en esta patología y contar con la colaboración activa del paciente durante todo el proceso.