Reliquia arquitectónica en un entorno natural envidiable

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

Al pie de la peña de los Halcones y bajo la atenta mirada del castillo de la Yedra, extiende sus muros, a caballo entre la ruina arquitectónica y el proyecto inacabado, la iglesia de Santa María, apremio arquitectónico castellano a la conquista ejercida por las tropas de Fernando III en 1240, génesis del Adelantamiento de Cazorla a favor de la mitra de Toledo.

Carente de fechas exactas de origen y autoría, presume de encuadrarse en un entorno y contexto histórico que permiten conocer algunas de las circunstancias que derivaron en su fábrica, cuyos restos conservados nos acercan a una hipótesis contrastada sobre su autoría. Los orígenes de este templo se encuadran en el mecenazgo ejercido en la zona por la familia de los Cobos, que tendrá como figura más relevante a don Francisco de los Cobos, secretario del Emperador Carlos V, aunque otras hipótesis extienden la duda del sufrago entre la iglesia episcopal de Toledo y los marqueses de Camarasa. En consecuencia se puede establecer el inicio de la construcción en la primera mitad del siglo XVI y como artífice del diseño al círculo del insigne arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira.

Bóveda bajo la iglesia, foto cedida por la Oficina de Turismo de Cazorla; y una vista lateral (foto de Wikimedia).

Con estos planteamientos iniciales, se pone en marcha un proyecto ambicioso, a la vez que complejo, que pretende articular en torno al mismo el desarrollo moderno de la ciudad de Cazorla. En primerlugar, destaca del proyecto, las tareas ingenieriles de embovedado del río Cerezuelo sobre el espacio donde se levantaría el templo, extendiendo el citado embovedado hasta la plaza de Santa María. Este hecho singular se convertirá en todo un desafío arquitectónico cuyos resultados, aún hoy visibles, aportan al complejo arquitectónico un valor constructivo inédito en la arquitectura religiosa europea, además de generar, con la magnánima bóveda de cañón construida, una plasticidad visual que fusiona naturaleza y arquitectura.

El templo obedece a planteamientos arquitectónicos “vandelvirianos”, consta de una amplia nave central con pronunciado crucero que precede a un presbiterio cubierto con bóveda de casetones. Es precisamente la zona del presbiterio, junto al arranque de fachada descrita, muros perimetrales y la torre los espacios mejor conservados. Sus alzados permiten observar la majestuosidad del proyecto y las intenciones artísticas del mismo, además de aventurar hipótesis sobre el aspecto final de una obra arquitectónica que por varios motivos nunca llegaría a ser finalizada.

Izq.: Vista general con el castillo al fondo (imagen de Wikimedia). Dcha.: Una instantánea de una época anterior de las ruinas de la iglesia de Santa María. (Fotos: Oficina de Turismo de Cazorla turismo@cazorla.es)

Los principales motivos que conducen al estado actual del monumento obedecen a una serie de avatares históricos y catástrofes naturales, entre los más destacados: las disputas hegemónicas por el Adelantamiento de Cazorla, que propiciaron retrasos considerables en la ejecución del proyecto; la terrible crecida del río Cerezuelo, producido el 2 de junio de 1694, y el consecuente desbordamiento del embovedado inferior de la iglesia que produjo daños irreversibles, en continente y contenido del templo, así como en la arquitectura civil y doméstica de la localidad; no menos significativos fueron los acontecimientos derivados de la Guerra de la Independencia Española. Los ejércitos franceses se ensañaron especialmente con la iglesia, como consecuencia de la dura resistencia ejercida por los habitantes de Cazorla, mermando considerablemente las estructuras que habían sobrevivido a los acontecimiento anteriormente descritos. Su estado actual evidencia la imposibilidad de funcionalidad religiosa, pero posibilita el aprovechamiento de las estructuras existentes para ejercer de marco arquitectónico envidiable en el desarrollo de actividades variopintas, unas más acertadas que otras, albergando en los últimos siglos desde espectáculos taurinos a eventos escénicos o musicales. Es ya en pleno siglo XXI cuando una profunda restauración le confiere el aspecto actual, ubicándose en su interior las dependencias de la oficina municipal de turismo, además de seguir albergando, entre sus ruinas arquitectónicas, espectáculos de índole cultural.

A pesar del estado de conservación, los restos de la iglesia de Santa María suponen un atractivo turístico que se acentúa por su envidiable situación estratégica, la singularidad como espacio arquitectónico y el entorno natural que lo rodea. Todo ello otorgan a sus ruinas un matiz especial, sumergiendo al turista en un halo de romanticismo, donde la belleza se impone al juicio de quien la observa, resultando naturalmente apropiada y cercana en la búsqueda de lo sublime y haciendo suya aquella cita de Gustavo Adolfo Bécquer: “Silenciosas ruinas de un prodigio del arte, restos imponentes de una generación olvidada, sombríos muros del santuario del Señor héme aquí entre vosotros”.