Ujué es uno de los pueblos más bellos de Navarra, por su situación encima de la sierra dominando los llanos, por su santuario fortaleza de poderosa silueta y por sus casas de piedra que se apiñan en la ladera de la montaña en laberínticas callejuelas. Un enclave privilegiado que sus vecinos tratan de proteger, y que acoge hospitalarios a los muchos turistas que la visitan.


El Santuario-Fortaleza de Santa María en sus orígenes fue una pequeña capilla prerrománica, sobre la cual se construyó un templo románico (s. XII) del que se conservan en la cabecera tres ábsides con bóvedas de medio cañón y al que finalmente se añadió la ancha nave gótica en el siglo XIV. El pórtico de Santa María presenta un esquema apuntado y abocinado de diez arquivoltas todo ello ricamente ornamentado. Destaca el tímpano central en el que vemos representadas la Última Cena y la Adoración de los Reyes Magos, ambas escenas de gran dinamismo. Frente a la portada norte, está lo que fue el patio de armas del castillo del siglo IX. Los musulmanes la consideraron la atalaya más inexpugnable del reino de Pamplona, de la que hoy en día sólo queda el aljibe que almacenaba el agua para épocas de asedios. Los centinelas la utilizaban para asegurar el perímetro del castillo. Rodea la iglesia-fortaleza y destaca el mirador con techumbre de madera, bellas pilastras, balaustradas pétreas con cuadrifolios y unas impresionantes vistas de la Ribera de Navarra. Carlos II el Malo, además de mandar construir la nave gótica de la iglesia, quiso impulsar una universidad en Ujué. La falta de fondos le obligaron a paralizar las obras en 1368 y de aquella iniciativa tan sólo quedan unos muros en ruinas adosados a la iglesia.


Ujué es un pueblo de piedra que creció al abrigo de la iglesia-fortaleza y que se desparrama en fuertes pendientes por su ladera sur. Callejear entre sus casas y atravesar sus pasadizos es casi una obligación después de visitar el santuario. La visita a Ujué representa todo un viaje en el tiempo ya que el carácter Medieval y defensivo de la localidad permanece intacto.


La ermita de San Miguel, construida en el siglo XIII, fue mandada derribar en 1806 dado el mal estado de su bóveda. Apenas conserva los muros, la portada con el óculo, la espadaña con los huecos para las campanas, y el encanto de las vistas del santuario entre sus ruinas. Detrás de la ermita hay un altar donde se coronó a la Virgen en 1956. Lo mejor de llegar hasta allí son las vistas panorámicas, que no desmerecen de las que encontraremos si hacemos un alto en la carretera NA-5311 en dirección al Monasterio de La Oliva.

La Virgen de Ujué y su leyenda

La imagen de la Virgen de Ujué es una talla única elaborada en madera hacia 1190. Obra cumbre de la imaginería del románico en Navarra, Carlos II el Malo, de la Casa de Evreux, mandó forrarla en plata en el siglo XIV, como muestra de su especial predilección tanto por la Villa como por la adoración de la Virgen de Ujué. En su testamento dejó escrito el deseo de que su corazón reposara junto a la imagen, como así se puede comprobar por el arca que lo contiene, a los pies de Nuestra Señora de Ujué. La leyenda arraigada en la tradición local, atribuye el origen de Ujué al milagro vivido por un pastor que se hallaba cuidando su rebaño, cuando fue atraído por el vuelo de una paloma que repetidamente entraba y salía de un agujero, incitando al pastor a mirar en él, así pues, el pastor trepó hasta el lugar y descubrió allí una imagen de Santa María. Atraídas por el hallazgo las gentes de los poblados vecinos decidieron asentarse en el lugar de la aparición para así cuidar y honrar a la virgen, dando lugar al nacimiento de Ujué, que en su versión medieval Uns, Unse o Uxua tiene una gran similitud fonética con la palabra vasca Uxoa que significa paloma.