reportaje septiembreLa vuelta al orden establecido tras las vacaciones de verano, a las obligaciones diarias, al corsé que impone la sociedad y sus normas, es el motivo de este reportaje. El famoso síndrome postvacacional del que parece que cada vez se habla más. ¿Enfermedad? No parece ser que todo el mundo la considere así.

Pero según los especialistas cada vez se da más. Sin embargo la gente de a pie no parece estar muy afectada por esta vuelta traumática. Tal vez porque puestos a traumatizarse haya motivos diarios mucho más importantes y absorbentes que este.

Una de las grandes ventajas de las nuevas tecnologías frente a los tradicionales medios de comunicación, principalmente Internet, del que han derivado otras como las redes sociales o el reciente WhatsApp, es que gracias a ellas podemos enterarnos de un gran número de problemas que, al parecer, tenemos dentro de nosotros, o de nuestro hogar, y de los que, curiosamente, no teníamos la menor noticia. Y dicha información nos llega de una forma personal pero, a nivel universal.

Este es el motivo por el que así, de golpe, nos hayamos enterado de que tenemos un síndrome postvacacional o de que el verdadero motivo de que estemos tramitando nuestro divorcio se debe a que hemos estado mucho tiempo de vacaciones con nuestra pareja e hijos. Y como de lo que no se habla no existe, no hay duda de que el síndrome ese está ahí porque lo estamos tratando aquí. Claro que si nos atenemos a lo que en las redes sociales se dice, o en lo que los expertos exponen en sus artículos, y lo comparamos con lo que la gente nos cuenta en la calle, parece como que no estemos hablando de lo mismo.

Las preguntas que nos hacemos son las siguientes: ¿Nos cuesta mucho la vuelta de las vacaciones? ¿Nos es traumático olvidarnos de los largos y alegres días del verano para reintegrarnos en la maquinaria de la vida laboral y familiar, tan monótona como falta de alicientes? ¿Están llenas de deprimidos las consultas de los psiquiatras?

Veamos lo que sobre esto nos dice el doctor Francisco Javier Lavilla Royo de la Universidad de Navarra: El síndrome postvacacional es una entidad a la que se le está dando cada vez una mayor importancia, aunque no está aceptada como enfermedad en las principales clasificaciones internacionales. Hace unos años, prácticamente era desconocida su existencia, lo cual no quiere decir que (no) hubiera personas que lo estuvieran padeciendo.

El hecho de que hace años no estuviera tipificado se puede deber a que o no se diagnosticaba o no existía. Si esto último es lo cierto, se está ante un proceso que se ha generado en los últimos tiempos y, por lo tanto, en cierta forma fruto de la vida moderna. Esta relación causa efecto con la modernidad vigente y puede hacer levantar sospechas sobre el posible origen en el estilo de vida actual. Existe falta de acuerdo ante la oportunidad de hablar o no de enfermedad. Por un lado, para algunos autores es simplemente una situación transitoria y en parte normal.

Otra doctora, en este caso la psicóloga Zaira Cabot, nos dice que, según la Red Asistencial Juaneda, un 65 por ciento de la ciudadanía sufrirá algún síntoma propio de esta ligera depresión. Por ello dicha psicóloga nos propone un decálogo de consejos para combatirlo. Ser positivo y nunca negativo, organizarse, dosificarse, descansar, controlar las emociones, ser resolutivo, reforzar las buenas acciones, compartir experiencias, y, si se necesita, pedir ayuda.

Otra de las cosas de las que se habla mucho, relacionado con el verano y sus vacaciones, es del número de separaciones de parejas como consecuencia de una convivencia muy continuada, algo raro, al parecer, durante el resto del año.
Así leemos una noticia de Tele 5 que dice: “Muchas parejas no vuelven de las vacaciones caminando de la mano. En los meses de verano se deciden el 33% de las separaciones. En 2013, los juzgados tramitaron en estas fechas más de 14.500 demandas de divorcios, un 6% más que en el segundo trimestre del año. En los gabinetes de psicología aumentan las consultas desde finales de agosto. Antes de tomar una decisión propia de un verano caliente aconsejan tomarse un respiro. (Ver cuadro)

Salimos a la calle

Ante estas afirmaciones hemos decidido darnos una vuelta por nuestros parques y calles e interesarnos por lo que nuestros ciudadanos piensan de esto. Y la verdad que aunque la mayoría de ellos consideran que el verano es un punto y aparte dentro del año, no experimentan demasiados problemas a la hora de reintegrarse a la vida programada (y dura, no lo vamos a negar) que llevan el resto del año. Eso sí, los matices son tantos como personas. De hecho en un matrimonio entrevistado la visión de ambos cónyuges era totalmente distinta, sin que por ello, al parecer, estén en vías de separación.

Para José Antonio León Díaz, un profesional de la educación infantil, el verano es una ruptura dentro del transcurrir del año, una especie de fin de semana dentro del año. Así se rompe la dinámica y se adquieren costumbres como salir un poco más por la noche, acostarse más tarde y, sobre todo, hacer actividades que durante el resto del año es difícil hacer. ¿Qué pasa cuando llega octubre? “Pues nada especial. Si quitamos el primer día de la vuelta a la normalidad, o el día antes, que no hace uno sino darle vueltas a la cabeza si va a volver o no, el cuerpo termina adaptándose enseguida”. Sin embargo, según nos explica no ocurre lo mismo con los niños, al menos los de dos y tres años con los que él trabaja. “La reincorporación la tienen fatal. Necesitan varios días para volver a la rutina. Llegan muy alocados y fuera de las normas de horarios, comidas, clase de alimentación, sueño. Volver a la normativa a los pequeños les cuesta. Lo que más se nota es los horarios de sueño. En cuanto a las medidas para la reinserción, por parte de los padres, son puestas en marcha de un día para otro. Como si abriésemos y cerrásemos la puerta”. Respecto a las personas que sufren este síndrome lo tiene muy claro “puede ser que existan, pero yo no he llegado a conocer a nadie”.

Más sencillo lo tiene María Victoria Turrillo Cano, la cual nunca ha tenido problema de vuelta. Yo no vuelvo a la “vida normal” porque nunca la dejo. Tengo muy poquitas vacaciones, así que no noto la diferencia entre el verano y el resto del año. Nunca he tenido tiempo de tener el síndrome postvacacional. Sin embargo reconoce que a sus hijos sí les cuesta mucho adaptarse: “Descontrolarse les cuesta dos días, volverse a adaptar, más de una semana”.

Estefanía Berzal Díaz, por sus circunstancias, disfruta de un largo (y este año cálido) verano. “Para mí el verano es una ruptura dentro del año. Más vacaciones, tiempo para pasar con mi hija y, sobre todo, tiempo libre. Al ser estudiante tengo tres meses de vacaciones. Es un paréntesis de tres meses. Lógicamente me cuesta mucho la vuelta al ritmo del día a día. Tengo que cambiar todos los horarios, sobre todo me desaparece la gran cantidad de tiempo libre que tengo y, con él, una gran libertad. Pero eso no quiere decir que sufra o me deprima por la incorporación. Ni conozco gente en mi entorno a quien le ocurra. De “síndrome postvacacional, nada de nada”.

Es evidente que sí hay una constante: a los más pequeños les cuesta mucho más volver al cole, a la vida ordenada y reglada, que a los mayores. Y lo demuestran dando pataletas y negándose a entrar en las aulas, algo que nunca hemos visto a las puertas de las oficinas. Será porque “los hombres no lloran”.

Tampoco debemos olvidar a los parados. Para ellos las vacaciones no existen, así que su trauma camina por otro sendero. Es el caso de Esther Márquez Cubero. “Para mí el verano no conlleva ninguna ruptura. Cuando trabajaba no tenía vacaciones y ahora que no tengo trabajo, para mí todos los días son iguales. “Nunca he tenido problemas de adaptación, porque en realidad no puedo regresar al lugar del que no me he ido”.

En sentido parecido se manifiesta José Antonio Sánchez Sánchez, camarero en paro, el cual disfrutaba mucho de sus vacaciones pero que regresaba tan contento al trabajo: “Eso de deprimirse es tontería de la gente, a mí me deprime mucho más no encontrar trabajo que volver a trabajar. A eso sí que le doy vueltas a la cabeza”.

Por su parte Gregorio Merlo, que se pasa el verano trabajando en el campo, odia el calor y considera que “el verano es muy bonito para pasárselo en Benidorm. Conozco a gente que le cuesta mucho reincorporarse después de las vacaciones. No es lo mismo estar trabajando que irse de vacaciones y volver. Lo pasan muy mal. Yo creo que la única forma de superarlo es volver unos días antes de tener que entrar a trabajar, para irse acostumbrando, reconocer el terreno… ¡Si es que trabajar a nadie nos gusta! ¡Pero a ver! La verdad es que los que no lo hacen en un día, se adaptan en dos o tres ¡porque no hay otra!”

Otro ejemplo de equilibrio y no sacar las cosas de su contexto es Jesús Ramírez Fernández, jardinero de profesión, al cual el verano le cae mal por el trabajo que le trae. “Es cuando más trabajo tengo. Las vacaciones las tomo en septiembre u octubre. Respecto a la vuelta me sienta siempre mucho peor que cuando me voy. Es verdad que me cuesta adaptarme, pero sólo un día. Se adapta uno al entorno que dejó un mes antes, y ya está. Dura todo el día. Al siguiente ya está como si no te hubieses ido. Pero eso no es grave para nadie”.

Finalmente Juana Orobio se lo toma con tranquilidad. Dice que siempre le ha gustado el buen tiempo, que apenas cambia el ritmo de vida, y que por supuesto se ha ido de vacaciones durante muchos años.. ¿Problemas para volver? “Ninguno. Hay veces que tengo unas ganas locas de volver a mi casa, quedarme tranquila y disfrutar de la rutina de siempre. Nunca he sentido angustia por tener que volver, porque se me terminen las vacaciones o el tiempo de verano. Incluso en el trabajo, el cual nunca ha sido una carga para mí, en él me encuentro muy a gusto. Hasta cuando mis hijos eran pequeños nunca me costó volver a la vida normal. Lo hacía con la mayor naturalidad y sin tragedias de ninguna clase. Se cambia un poco el horario, se hacen otras cosas, pero la vida sigue su ritmo normal”.

Con respecto a los divorcios, todas las personas a las que hemos entrevistado estaban felizmente casadas y ninguna tenía en mente la posibilidad de romper con su pareja. Eso sí, algunas habían oído decir que el verano crecían mucho los divorcios, “pero eso les pasa a otras personas, a mí ni se me ocurriría”, terminan afirmando mientras miran de reojo a su pareja que juega con el niño en el columpio.