Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

El Franquismo prohibió toda actividad política que no fuera la del partido único. Diversas leyes exigieron “responsabilidades políticas” a quienes hubiesen colaborado con la República, como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión contra la Masonería y el Comunismo (1940). La mayoría de exiliados se repartieron entre Francia, México y la URSS. La oposición al régimen quedó totalmente desarticulada y se orientó en dos frentes principales:

Movimiento guerrillero en el interior («maquis») para desgastar al ejército y a la guardia civil, confiando que, al acabar la II Guerra Mundial, los aliados invadirían España. En 1944 fracasó una invasión guerrillera por el Valle de Arán y ello debilitó casi definitivamente la acción de estas partidas.

Gobierno republicano en el exilio, constituido por las principales fuerzas republicanas. También hubo gobiernos autonómicos catalán y vasco en el exilio. En 1948 algunos monárquicos firmaron el Pacto de San Juan de Luz con el PSOE, PNV y otros grupos republicanos (excepto PCE) para la transición a un régimen constitucional.

PSOE y UGT, con sus direcciones en el extranjero, estaban desconectados de la realidad española. Sólo el PCE y el PSUC lograron reorganizar penosamente sus cuadros directivos y hacerse notar en movimientos populares.

A partir de los años 50 comenzó la lenta reconstrucción de la oposición en el interior, que impulsó protestas espontáneas y descoordi­nadas. Se convocaron huelgas obreras como la iniciada en Barcelona (1951) con un boicot popular contra la subida de las tarifas de los tranvías, al que siguió una huelga general, secundada en el País Vasco y en Madrid. Entre 1956-1958 se reprodujeron huelgas en el País Vasco, Madrid y Barcelona para pro­testar contra la inflación, que lograron el reconocimiento de las negociaciones colectivas e incrementos salariales, aunque a menudo neutralizados por la inflación.

En el ámbito universitario el conflicto más relevante se produjo con motivo de las elecciones para delegados de curso de febrero de 1956. Los incidentes provocaron la destitución del ministro de Educación y de los rectores de numerosas universidades.

Desde mediados de los 60, aumentó la oposición al régimen y se manifestó a través de diversos cauces:

La protesta obrera la canalizaron sindicatos no reco­nocidos por el régimen. El más importante fue Comisiones Obreras (CCOO), surgido en Asturias en la huelga de 1962. En las elecciones sindicales de 1966 obtuvo gran éxito, por lo que fue ilegalizado y sus miembros perseguidos. La huelga, aunque no era un derecho reconocido, dejó de ser delito de sedición y ello favoreció que las huelgas aumentaran en zonas como Asturias, Vizcaya, Bar­celona y Madrid. Junto a CCOO destacó también la Unión Sindical Obrera (USO), organización de orientación centrista y cris­tiana.

La protesta universitaria volvió a estallar en 1965 en Madrid con la aparición de Sindicatos Democráticos que arrinconaron al sindicato falangista (SEU). La protesta derivó en una revuelta permanente que obligó al Gobierno a declarar el estado de excepción en 1969. Los estu­diantes fueron apoyados por profesores como Tierno Gal­ván y López Aranguren, que perdieron sus cátedras por oponerse al régimen.

La Iglesia Católica revisó su respaldo al régimen a partir del Concilio Vaticano II (1962-65). Sacerdotes vascos y catalanes condenaron el Franquismo e incluso el arzobispo de Madrid, el cardenal Tarancón, criticó al Régimen.

La oposición política estaba liderada por el PCE de Santiago Carrillo, que mantuvo su organización clandestina en el interior. En el PSOE, que fue más determinante en la Transición que durante el Franquismo, existían diferencias entre los viejos líderes en el exilio, como Rodolfo Llopis, y los jóvenes militantes del interior, como Felipe González, que finalmente impusieron sus tesis renovadoras en el Congreso de Suresnes (1974), donde González logró la dirección del partido. Antiguos colaboradores del régimen, como el monárquico Areilza y el democristiano Ruiz Jiménez, se desmarcaron del franquismo y se manifestaron a favor de la democracia. Diversos miembros de la oposición aprovecharon la solicitud de ingreso de España en la CEE para reivindicar la democracia; la prensa franquista calificó este encuentro de opositores como “contubernio de Munich” (1962).

– Los movimientos nacionalistas también se reorganizaron. En Cataluña diversas fuerzas políticas formaron la Tabla Redonda (1966) y en 1971 constituyeron la Asamblea de Cataluña. En el País Vasco el PNV siguió siendo el partido hegemónico.

El terrorismo se incrementó. La orga­nización terrorista más importante fue ETA, creada en 1959 por jóvenes nacionalistas vascos descontentos con la pasividad del PNV. ETA derivó hacia el independentismo radical y el leninismo, y llevó a cabo asesi­natos, secuestros y chantajes. Otras organizaciones terroristas de extrema izquierda fueron el FRAP y el GRAPO, constituidos ambos en 1975.

El Régimen responderá a estos movimientos opositores con numerosas sentencias decretadas por el Tribunal de Orden Público, como el fusilamiento del comunista Julián Grimau (1963), el proceso de Burgos contra ETA (1970), el proceso 1001 contra dirigentes de CCOO (1973), la ejecución del anarquista Puig Antich (1974) y las cinco ejecuciones de acusados de terrorismo en septiembre de 1975.

Tras la guerra civil, muchos intelectuales se exiliaron. El franquismo “depuró” y controló la educación y la cultura, donde no aparecerán corrientes “no oficiales” hasta los años 50, con escritores como Rosales, Cela, Buero Vallejo o Torrente Ballester, y con otros creadores como los directores de cine Bardem y Berlanga que, a pesar de la censura, sabrán expresar cierta crítica al régimen.

Imagen superior: Enrique Tierno Galván. Wikipedia