Dando una segunda vida a tus zapatos con profesionalidad y cariño

Si les digo José Hernández Iglesias seguro que ni les suena pero, si digo Pepe el de La Huella, ya sabemos todos de quién hablamos. Y es que todos en el pueblo le conocen como Pepe. No es oriundo de Boadilla pero llegó con 23 años a la localidad para labrarse un futuro como zapatero y reparador de calzado y le fue tan bien que se quedó.
No conocía el municipio pero sus padres tienen una casa, que aún conservan, en las Navas del Rey y casi todas las semanas iban por la carretera de los pantanos a pasar el fin de semana. Por aquella época buscaba un sitio para instalar su negocio y un día, volviendo de Navas del Rey, su padre le dijo de parar en Boadilla del Monte, “fue un domingo que mi padre no trabajaba, paramos, dimos una vuelta y preguntamos a la gente del pueblo si había algún zapatero, cómo era el pueblo, la gente y la verdad es que nos gustó” recuerda Pepe.

El oficio lo aprendió desde bien chiquitito ya que su padre era zapatero. Echaba una mano en la tienda junto a su madre que despachaba a los clientes mientras él aprendía a quitar clavos, enderezarlos, cambiar suelas, lijarlas. Pero no siempre estuvo con su padre, ya que a la edad de 15 años entró en una empresa a trabajar de botones mientras estudiaba y ayudaba, de vez en cuando, a sus padres en la tienda. Finalmente, se decidió por el oficio que conocía desde siempre y comenzó a buscar un local para independizarse y empezar su propio negocio con ayuda siempre de sus progenitores. Por fin, el 24 de noviembre de 1984 abrió su negocio de cara al público en un pequeño local de la calle José Antonio número 36, la que es actualmente la calle Juan Carlos I. “Ahí empecé, le hice una pequeña reforma aunque no era un local muy grande de unos 30 metros cuadrados. Recuerdo que al lado había una vaquería, su dueño tenía siete u ocho vacas y la gente se acercaba a por leche con sus lecheras de plástico y aluminio. Boadilla era un pueblo que poco a poco ha ido creciendo. Allí estuve unos 15 años de alquiler. Luego quise tener algo propio y nos trasladamos al local actual. Aquí llevo casi 20 años”, dice Pepe.

Izq.: Borriquete antiguo utilizado para reparar el calzado. Dcha.: José Hernández Iglesias en 1990, en su antiguo establecimiento de la calle Juan Carlos I. 

El local que compró Pepe, fue antiguamente una papelería y juguetería, está situado en la calle del Álamo número 7, muy cerca del primer local. Ya en la primera tienda, con el paso de los años, apostó por introducir productos hípicos que amplió en el segundo local que era algo más grande. Material de hípica para el caballo y el jinete, complementos, pantalones, fustas, bocados, cabezadas, monturas, libros de hípica, botas de montería e inglesas… Asimismo también podemos encontrar accesorios de piel como cinturones, bolsos, billeteros, carteras… aunque su referencia es la reparación de calzado.

De su oficio le gusta todo, “me cansa mucho pero me gusta, se me pasan las horas volando. Te metes aquí a las ocho de la mañana, sales a tres, vas a comer y muchas veces son las diez de la noche y aquí sigo. Es un trabajo muy ameno, siempre estás activo haciendo cosas, el trato con el público es muy agradable. Mi trabajo me ha dado la vida, me ha dado para mantener a mi familia, para comer, vivir, pagar tus cosas. He tenido suerte, me gusta Boadilla, la gente responde. Intento mantener la clientela, hay gente que va y viene pero tengo clientes que empezaron conmigo y siguen viniendo incluso sus hijos. De hecho una de mis clientas de siempre, sus hijas que viven en San Sebastián, me traen el calzado desde allí para repararlo”, nos cuenta Pepe sonriente.

Es un oficio que actualmente se mantiene y que ha evolucionado aunque la herramienta utilizada siga siendo la misma. Antes, las reparaciones se hacían sentados con un borriquete que se ponían entre las piernas para machacar los zapatos y con una mesita baja en la que ponías los clavos, el martillo, las tenazas, la cuchilla… Antiguamente no había prensas, pero sí un pequeño motor para acuchillar con un par de lijas y así se lijaban y pulían los zapatos. Ahora Pepe, aunque conserva el pequeño motor de su padre con las dos lijas, trabaja con uno más grande con más variedad de lijas y una prensa para asentar el calzado, que antes se hacía todo a mano machacando las tapas y pegándolas. También los productos químicos para pegar las suelas han evolucionado siendo más rápidos y secando antes.

Izq.: Cartel de la tienda con todos los servicios de que dispone actualmente. Centro: Fachada. Dcha.: Un detalle del interior. 

Pepe no cree que el oficio de zapatero y reparador de calzado desaparezca aunque sí es verdad que van quedando menos y, que eso de pasar de generación en generación en este trabajo, ya no se lleve. Por lo pronto Pepe seguirá al pie del cañón, disfrutando de su trabajo y de la gente de Boadilla que le acogió hace 36 años con el mismo cariño que él trata a todos los que entran en La Huella.

Texto: Ayer&hoy
Fotos: Ayer&hoy, cedidas por La Huella