A lo largo de la Historia diversos elementos naturales han favorecido o condicionado el establecimiento de
grupos humanos en determinados enclaves apropiados para el hábitat. En la provincia de Ciudad Real contamos con varios de estos elementos que han constituido ejes que han organizado el poblamiento durante diversos períodos históricos y uno de los más importantes es, sin duda, el río Jabalón, cuyo recorrido está jalonado por numerosos yacimientos arqueológicos, entre los que merece ser destacado el extenso complejo constituido por Oreto-Zuqueca, cuya recomendable visita nos ofrece un interesante
recorrido histórico de más de 16 siglos casi ininterrumpidos.
El enclave principal de esta visita se encuentra en torno al actual Santuario de Nuestra Señora de Oreto-Zuqueca, localizado en la parte baja del cerro Domínguez, muy cerca del cerro de los Obispos y escasos
metros del cauce del río Jabalón. Las intervenciones arqueológicas desarrolladas en este entorno han sacado a la luz estructuras y materiales correspondientes a diferentes períodos históricos. Los restos más
antiguos proceden del cerro de los Obispos donde se excavaron algunas viviendas de época ibérica, que han podido ser datadas hacia el siglo IV a.C. gracias a la documentación de significativos materiales arqueológicos como llamativas cerámicas de origen griego, que llegarían hasta este punto del interior peninsular aprovechando la estratégica situación de este lugar, bien comunicado con Andalucía y Levante a través de caminos naturales, como el propio valle del Jabalón.
Tras la conquista romana este enclave ibérico acrecentó su importancia hasta el punto de situarse en él uno de los núcleos más importantes de la meseta meridional, que sería conocido con el nombre de Oretum, considerado por algunos investigadores como la capital de la Oretania Septentrional que, grosso modo, se correspondería con el territorio ocupado por la actual provincia de Ciudad Real. De la época romana se han recuperado destacados elementos arqueológicos que confirman su importancia en esta etapa. Resulta de especial interés el hallazgo de una lápida fechada en el año 387 de nuestra era en la que aparece representado un crismón con las letras alfa y omega, lo que supone una prueba evidente de la
presencia del culto cristiano en estas tierras a finales del siglo IV.
A la ocupación romana de este enclave le sucedió la presencia visigoda una vez que este pueblo de origen germano ocupó la Península Ibérica a partir del siglo V. De este período también se han recuperado notables restos arqueológicos como una interesante necrópolis y elementos que confirman que este núcleo mantuvo su protagonismo al ser una sede episcopal visigoda, estando confirmada la asistencia de algunos obispos de Oreto a los Concilios de Toledo en los siglos VI y VII.
La llegada de los musulmanes a la Península a partir del 711 también tuvo su repercusión en el devenir histórico de Oreto, que en época musulmana fue conocido como Urit, etapa a la que corresponden notables vestigios arqueológicos como viviendas, enterramientos y baños. La nueva organización territorial y administrativa que los musulmanes definieron para el control de Al-Andalus acabó por afectar a esta ciudad que, probablemente, sería abandonada a mediados del siglo IX, trasladándose sus pobladores al emergente enclave de Calatrava (Carrión de Calatrava). A partir de ese momento este encave pasó a llamarse “zuqueca”, que significa “lugar despoblado” en árabe. Durante el proceso repoblador de este territorio tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212) se edificó el actual santuario,
cuyo trazado aprovechó estructuras previas y en cuya obra se emplearon materiales de época anteriores.
Oreto-Zuqueca nos aguarda para ofrecernos una completa lección de historia y patrimonio en un atractivo entorno.
*Las fotografías de este reportaje se han obtenido de Wikipedia y Google