Carlos Caballero / Arqueólogo Colegio Profesional de Arqueología-CDL de Madrid

El siglo XVIII fue semillero de grandes sueños imposibles: desde el Canal de Cabarrús, del que ya hemos hablado en esta sección, hasta la presa del Gasco, en la que nos detendremos en otra ocasión, la lista de experiencias utópicas que perseguían modernizar España es amplia, a menudo también sorprendente. Entre ellas, ocupa un lugar propio uno de los proyectos precursores, el diseñado por el empresario y político navarro Juan de Goyeneche a principios del siglo y que dio lugar al hermoso enclave de Nuevo Baztán.

Goyeneche, que había fundado pocos años antes una fábrica de paños en la inmediata población de Olmeda de las Fuentes, pretendía crear todo un tejido industrial en torno a una ciudad de nueva planta. Contrató al arquitecto José Benito de Churriguera, quien diseñó un pequeño núcleo, presidido por el Palacio y por la iglesia dedicada al patrón de Navarra, San Francisco Javier. La pequeña población, distribuida a lo largo de dos calles, se completa con las viviendas de los trabajadores y dos plazas, la del Mercado y la de Fiestas. Esta última, a espaldas del Palacio, es un gran espacio abierto que acogió desde representaciones teatrales hasta corridas de toros. Fuera del casco urbano, a poca distancia, se situaba una fábrica de vidrios, vinculada con la que más tarde se instalaría en La Granja (Segovia).

Izq.: “Portada de la Plaza de Fiestas” o “Plaza de Fiestas”. Centro: Grupo de visitantes junto a la iglesia. Dcha.: La iglesia y el palacio desde el final de la Senda de Valmores.

Goyeneche puso todo su empeño en este proyecto, que pretendía transformar todo un territorio, pero nunca olvidó su lugar de origen, por lo que bautizó su sueño con el nombre de su patria chica, el valle del Baztán. Sin embargo, el destino no fue favorable para su empresa: los altos costos de producción, la lejanía de los centros de distribución y, en fin, la muerte del promotor, en 1735, dieron al traste con este empeño industrial que quería trasladar al centro de una España aún atemorizada ante la llegada de nuevas ideas los planteamientos modernos que Colbert había implantado en Francia años atrás. De esa utopía nos queda un conjunto de aire regio en un lugar que las guías describen, antes de la implantación de Nuevo Baztán, como “yermo y despoblado”. Pero no hay que olvidar que, siguiendo la estela de Goyeneche, no mucho después, surgirían las Reales Fábricas y, a partir de ahí, el primer intento firme de mejorar la industria de nuestro país.
La visita a este singular espacio debe completarse en el centro de interpretación, instalado en una antigua bodega que conserva grandes tinajas fabricadas en Colmenar de Oreja, y donde una serie de maquetas y vitrinas resumen la historia de esta aventura. Quienes quieran tener una visión más amplia de cómo cambió el territorio en este momento podrán caminar por la senda de Valmores, un recorrido de poco más de cinco kilómetros que parte del núcleo histórico y, a través de un bosque de encinas y quejigos, permite ver los restos de otras instalaciones relacionadas con la utopía fabril imaginada por Goyeneche: batanes, molinos o fábricas de tintes y gamuzas. La ruta, circular, regresa al casco histórico por la parte posterior del Palacio y, si andamos unas decenas de metros más, nos ofrecerá un último premio: el de contemplar el único olmo centenario superviviente de todos los que se plantaron para enmarcar la entrada de la población.

Izq.: Senda de Valmores y restos del Batán de Valdeñigo. Dcha.: Balcón del palacio.

* (La visita al interior de los edificios que integran Nuevo Baztán se realiza mediante visita guiada; toda la información, para grupos y particulares, puede obtenerse aquí: https://turismo.ayto-nuevobaztan.es/oficina-de-turismo/).