Francisco Javier Morales Hervás y Aurora Morales Ruedas / Doctor en Historia y Graduada en Historia del Arte

Entre 1434 y 1492 Florencia, de la mano de la familia Médici, concretamente de Cosme el Viejo y Lorenzo el Magnífico, se convirtió en uno de los principales referentes económicos y culturales del continente europeo, pero a finales del siglo XV el protagonismo alcanzado por esta familia se resintió notablemente y no sería hasta casi cinco décadas después cuando los Médici lograron recuperar su relevante papel político, económico y cultural, proceso en el que tuvo un papel destacado una noble castellana.

Leonor de Toledo nació en 1522, aunque no se sabe con certeza su lugar de nacimiento, pues según algunos investigadores fue Alba de Tormes mientras que otros proponen Villafranca del Bierzo. Leonor era sobrina del segundo duque de Alba y su padre, Pedro Álvarez de Toledo, fue nombrado Virrey de Nápoles por Carlos I. Sus primeros años de vida transcurrieron en tierras castellanas, pero en 1534 junto a su madre y su hermana Isabel se trasladó a Nápoles para acompañar a su padre en la corte virreinal. En aquellos momentos la península italiana era un complejo tablero de juego en el que confluían los intereses del emperador, del papado y de la corona francesa y en esa delicada labor diplomática Florencia iba a adquirir un especial protagonismo, sobre todo cuando en 1537 el joven Cosme de Médici accedió al ducado florentino y se puso en marcha una intensa política matrimonial para lograr un enlace que fuese satisfactorio tanto para Carlos I como para el nuevo duque de Florencia. Aunque se propusieron diversas candidatas para un enlace matrimonial con Cosme, entre las que figuraba una sobrina del emperador, finalmente las sutiles gestiones del virrey de Nápoles lograron que el duque de Florencia se decantase por una de sus hijas. En principio parecía que la más idónea era la hija mayor, Isabel, pero es posible que el mayor atractivo de Leonor influyera en que al final ella fuese la elegida.

En febrero de 1539 se alcanzó un acuerdo matrimonial y en junio Leonor ponía rumbo hacia Florencia, acompañada por un numeroso séquito. La boda tuvo lugar el 6 de julio en el Palacio Médici y, a pesar de que en un primer momento Leonor fue recibida con un lógico recelo por buena parte de la aristocracia y del pueblo florentino, la joven castellana tuvo muy claro desde el principio que no se iba a limitar a ser un mero objeto de intercambio diplomático y pronto supo dar evidentes muestras de su compromiso en defensa de la ciudad y del ducado. Por ausencia o por enfermedad de Cosme, Leonor tuvo que asumir en diversas ocasiones la regencia del ducado y siempre puso de manifiesto una sorprendente capacidad para la gestión de cuestiones políticas y económicas, además de mostrar unas extraordinarias dotes para emplear el arte y la cultura en el diseño de un programa propagandístico, en cierto modo heredero del impulsado por los primeros Médici, con el que contribuyó a dar una pátina más aristocrática a una familia adinerada y poderosa, pero de origen plebeyo.

Izq.: Cosme de Médici que en 1537 accedió al ducado florentino y puso en marcha una intensa política matrimonial para lograr un enlace que fuese satisfactorio tanto para Carlos I como para Florencia. Centro: Leonor de Toledo con uno de sus hijos. Dcha.: Pedro de Toledo, padre de Leonor, pintado como caballero de la Orden de Santiago, por Tiziano.

También fue bastante habitual que Leonor acompañase a su marido en los desplazamientos que de forma recurrente realizaba por su ducado para conocer de primera mano la realidad de sus tierras y en diversos viajes de estado que llevó a cabo por diversos territorios italianos con el fin de forjar o confirmar alianzas. En estos viajes Leonor no se limitaba a ser una mera acompañante, sino que ejercía de una de las principales consejeras de Cosme, que en más de una ocasión destacó la prudencia y el sentido diplomático de su mujer. Leonor también mostró una notable capacidad para gestionar las finanzas, lo cual le permitió configurar una considerable fortuna personal, además de mejorar el patrimonio del ducado, logrando obtener recursos para contribuir a la ambiciosa política expansiva de su esposo. La óptima gestión de sus finanzas personales le permitió desarrollar una intensa labor como promotora del arte y de la cultura y, en este sentido, uno de sus logros más sobresalientes fue la adquisición en 1549 de uno de los inmuebles más importantes de Florencia, el palacio Pitti, donde trasladó la corte ducal y al que incorporó los jardines del Bóboli y para cuya ampliación contó con renombrados artistas de la época, algunos de los cuales representaron a Leonor en diversos cuadros en los que se pone de manifiesto el intento de la duquesa por importar a Florencia la moda de la corte castellana.

El compromiso de Leonor con la diplomacia, la economía y la cultura no le hizo dejar de lado su papel como esposa y madre con el fin de contribuir a asegurar la supervivencia del linaje de los Médici. De este modo, llegó a tener once hijos, aunque solo le sobrevivieron cuatro de ellos, pues algunos murieron a edades tempranas como consecuencia de la malaria o de la tuberculosis. Los numerosos partos también afectaron a la salud de Leonor, que, además, enfermó de tuberculosis en 1558, lo cual le provocó un progresivo debilitamiento, que acabaría ocasionándole la muerte en Pisa en diciembre de 1562. Sería enterrada en la basílica florentina de San Lorenzo tras unos extraordinarios funerales en los que diversos poetas destacaron sus virtudes y su contribución a la recuperación del esplendor de Florencia.