Manuel Mejía Sánchez-Cambronero / Miembro del Grupo Literario Guadiana

Se perciben tonadas navideñas con son de chirimías y clarines que parecen venir desde el Oriente, a través de las ondas del Espacio. Estamos a mediados del Otoño, los campos nos presentan su escenario en el que desarrollan sus secuencias todo cuanto en los mismos vida tienen, cada planta realiza sus escenas tal como debe ser en punto y hora, por lo que cada día que el crono va contando, cambiarán la tramoya en cuanto formas y será muy distinto al de mañana.

Los árboles que son de hoja caduca serán al día siguiente perdedores de partes del vestido, que irán tirando a trozos poco a poco, hasta llegar a verse en plena desnudez, con su ropa rasgada por el suelo pisando ésta la gente que va por las aceras y las que hayan caído en la calzada correrán peor suerte, porque serán planchas por los coches, triturando sus cuerpos por completo y su función así habrá acabado.

Por las calles se observan operarios que van colgando adornos navideños, que estos forman figuras muy diversas, en las que con bombillas de neón, una vez que reciban el flujo necesario de la corriente eléctrica venida de muy lejos por hilos conductores e inyectada en sus almas pasando éstas a ser ampollas luminosas irradiando sus brillos de múltiples colores, dejando iluminados los lugares de las calles y plazas donde penden, repartiendo alegría navideña para grandes, medianos y pequeños, que ansiosos todo el año están de la llegada de estas fiestas anuales de tanto regocijo por muy diversas causas.

Una, el disfrute de ciertas vacaciones y así podrán jugar y divertirse a tope con los juegos que tengan a su alcance, que hoy son bastantes, muy diferente a ayer que dado a no llegar (la borrica al pesebre), debido a que la plata estaba concentrada en tan sólo unos cuantos que siempre eran los mismos (los de riñón cubierto y ropa a su medida) y los demás pasaban calamidades y hambre, los juguetes entonces brillaban por su ausencia y los mismos chavales con sus propios ingenios, teníamos que hacernos nuestros propios juguetes, si en efecto queríamos jugar y divertirnos, “a nuestro modo claro” y según los mandatos de nuestros familiares, otra cosa no había, teníamos que amoldarnos a lo que daba el tiempo y lo que era peor, sin rechistar por nada.

Otra, disfrutarán también de variados confites que aún se siguen haciendo en los distintos pueblos que forman las comarcas de todas las provincias y las comunidades, por ejemplo en La Mancha, comarca muy prolífica en ricos dulces de horno y también de sartén, unos ocho días antes de llegar Navidad, casi en todas las casas de esos abiertos pueblos de la extensa llanura, al menos en mis tiempos (quince lustros atrás), se hacían cortadillos, también “empringadillas” y ricos mantecados con diferentes formas, conseguidas con moldes hechos con hojalata, recortada de botes del tomate que venía en conserva y leche condensada, “EL NIÑO O LA LECHERA”, que por mañosas manos que siempre las había eran confeccionados y cortaban la masa a su justa medida resultando preciosas las formas conseguidas, también se preparaban “barquillos o canutos” (que se hacían con caña), preparando unos trozos cortados a medida de unos quince centímetros, acoplando la masa al trozo mencionado y luego se freían, poniéndoles después una capa de azúcar, quedando así dispuestos para hincarles el diente una vez estos fritos y tras pasar un tiempo para que se enfriasen, pues comerlos calientes no era recomendable para la digestión. Todo era un regocijo familiar en unión, el ambiente era cálido en los núcleos urbanos, unos más amplios que otros, claro está; y en el medio rural de cara a Navidad, que ya se percibían los olores en la imaginación (aunque no en el olfato), el recuerdo llegaba del anterior Diciembre; y ya a estas alturas finales de Noviembre, las manos nos frotábamos porque poco faltaba para aquel regocijo que venía gestándose y además ya la vista se empezaba a alegrar viendo en escaparates (que no muchos había, aunque no como ahora), viendo aquellos turrones en cajas de madera en trozos regulares, aquellos polvorones envueltos en papel, aquellas almendrillas recubiertas de blanco y otras garrapiñadas y aquellos almendrucos simulados, que rellenos estaban de algo tan delicioso que sabían a gloria, Casi todo está dicho, ahora espero que guste, tan sólo es mi propósito, muchas FELICIDADES y hasta el año que viene.