Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

En 1913, el rey entregó el Gobierno a los conservadores para que, siguiendo la práctica de la Restauración, convocaran elecciones y «fabricasen» su mayoría en las Cortes. Pero, en esta ocasión, Alfonso XIII marginó a Maura, rechazado por la izquierda y los liberales, y llamó a Dato para formar gobierno.

La desunión de liberales y conservadores dificultó la gobernabilidad del país y provocó una gran inestabilidad, especialmente a partir de 1917, por el bloqueo parlamentario continuo (entre 1917 y 1923 hubo 14 gobiernos distintos). En 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial complicó el panorama. Aunque España permaneció neutral, sufrió las repercusiones de la guerra: las relaciones comerciales se vieron alteradas, se incrementaron las exportaciones a los países beligerantes, la industrialización se aceleró, pero se produjo una gran inflación, que redujo la renta disponible de los obreros, empleados públicos, militares y, en general, de los asalariados.

Esta situación provocó protestas y huelgas organizadas por UGT y CNT, que pedían al gobierno que controlara los precios e impidiera que se especulara con los productos básicos. La desaparición de los imperios europeos tras la guerra y el esta­llido de la Revolución rusa, ocurrida en pleno conflicto, animaron a los republi­canos españoles. Esos mismos acontecimientos fueron recibidos con temor por los terratenientes, la burguesía y gran parte de la clase media, que empezó a desear una solución militar autoritaria que pusiera orden en la sociedad española. Todos estos antecedentes conducirán a la Crisis de 1917, en la que confluyeron varios fac­tores:

  • Crisis militar. El descontento de los oficiales «peninsulares» ante los rápidos ascensos de los «africanistas» provocó la creación de las Juntas de Defensa en 1916, que exigían al Gobierno mejoras profe­sionales y salariales. Dato intentó disolver las juntas, pero éstas se negaron a desaparecer y el Gobierno tuvo que admitir sus peticiones y reconocerlas oficialmente en junio de 1917.
  • Crisis parlamentaria. En julio de 1917, setenta parlamentarios de la Liga Regionalista, republicanos, socialistas e incluso algún miembro del partido liberal, constituyeron en Barcelona una Asamblea Nacional de Parlamentarios que exigió un cambio de gobierno, la autonomía para Cataluña y la convocatoria de unas Cortes Constituyentes.
  • Crisis social. CNT y UGT convocaron una huelga general para el 13 de agosto de 1917 por el incremento de los precios de los alimentos básicos. Tuvo un amplio seguimiento en las ciudades, duró cinco días y se saldó con un centenar de muertos y miles de detenidos. Ante la amenaza de revolución obrera, las Juntas de Defensa abandonaron sus peticiones y apoyaron la represión contra los huelguistas. La dimisión de Dato y la formación de un gobierno de coalición con la participación de la Lliga Regionalista desactivaron la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona.

Tras los acontecimientos de 1917, la crisis del régimen monárquico se acentuó. Se sucedían gobiernos débiles, que tuvieron que afrontar la radicalización del movimiento obrero, especial­mente el del sindicalismo barcelonés, y la Guerra de Marruecos.

El fin de la I Guerra Mundial produjo una grave crisis económica y social, que generó una gran conflictividad social en Barcelona (1919-1921). Las huelgas y protestas alentadas por los anarquistas fueron duramente reprimidas por el nuevo gobierno de Maura, que contaba con el apoyo de la burguesía catalana. Para contrarrestar la «acción directa» de los anarquistas, el sector más duro de la patronal creó el denominado Sindicato Libre, grupo de pistoleros que actuó con el apoyo policial.

Aunque el Gobierno concedió la jornada laboral de ocho horas (1919), se vio desbordado por el conflicto de Barcelona, resuelto finalmente por los militares y la patronal, apoyados por la Lliga. El clima de violencia alcanzó cotas extraordinarias en Barcelona, derribó varios gobiernos y arrojó un saldo de unos 300 muertos en varios puntos de España. El propio Eduardo Dato, presidente del Gobierno (1921), y Salvador Seguí (1923), líder anarquista, fueron asesinados.

El otro gran problema de este período fue la Guerra de Marruecos. En la Conferencia de Algeciras (1906) Francia y España se repartieron la tutela de Marruecos. Para el Ejército, la ocupación de Marruecos podía ser una compensación por la pérdida de Cuba. La intervención militar se inició en 1909 cuando los rifeños atacaron a los obreros del ferrocarril que España estaba construyendo entre Melilla y las minas del Rif. Se produjo un enfrentamiento en Barranco del Lobo que se saldó con muchas bajas españolas. A pesar de la derrota, el gobierno español insistirá en penetrar y en 1913 pasa a ejercer el control sobre su parte de Marruecos en régimen de protectorado.

El conflicto ocupó el primer plano de la actualidad nacional con motivo del desastre de Annual (julio-agosto de 1921). En esta población rifeña, las tropas dirigidas por el general Fernández Silvestre fueron cercadas por las de Abd-el-Krim. El ejército español perdió en unos días las posiciones del Rif que le habían llevado años conseguir. El propio Fernández Silvestre y 10.000 soldados perdieron la vida.

Además de las bajas humanas, el gasto económico y la pérdida de posiciones, el Desastre de Annual acrecentó las divisiones en el Ejército (entre africanistas y peninsulares) y abrió un intenso debate sobre las responsabilidades políticas. Esta derrota, unida a la inestabilidad interna, será el caldo de cultivo ideal para que Miguel Primo de Rivera justifique un golpe de Estado e instaure una Dictadura.

Imagen superior: Eduardo Dato fotografiado hacia 1910. wikipedia