Francisco Javier Morales Hervás y Aurora Morales Ruedas / Doctor en Historia y Graduada en Historia del Arte

El 4 se agosto de 1897 se produjo el hallazgo de la famosa Dama de Elche. En los 125 años transcurridos desde este emblemático hallazgo se ha producido un notable progreso en la caracterización de la Cultura Ibérica y en este avance en la investigación está siendo especialmente significativo, sobre todo en los últimos años, el conocimiento que se está logrando sobre el papel de la mujer en el mundo ibérico que, grosso modo, se desarrolló entre el siglo VI y el I a.C. La Dama de Elche se ha convertido, en cierto modo, en un icono de la Cultura Ibérica, pero, más allá de su indudable proyección mediática, representa un elemento fundamental para analizar la importancia que las mujeres íberas, especialmente las pertenecientes a grupos sociales relevantes, llegaron a alcanzar.

Aunque la dama ilicitana es la más conocida, contamos con otros destacados ejemplos escultóricos como la Dama del Cerro de los Santos, la Dama del Llano de la Consolación, la Dama de Caudete, la Dama de Guardamar y, sobre todo, la Dama de Baza, que fue encontrada en 1971 formando parte de un impresionante enterramiento en el que se documentó un llamativo ajuar compuesto por ricas cerámicas griegas y un conjunto de armas, cuya presencia hizo pensar que esta tumba pertenecería a un guerrero, pero, tras analizar los restos óseos se pudo comprobar que, en realidad, la persona enterrada era una mujer, evidencia que resultó muy elocuente, pues permitió empezar a romper con la idea preconcebida de que los ajuares con armas solo podían pertenecer a personajes masculinos de notable relevancia social. De este modo, a través de la iconografía con la que se representa a las damas íberas no solo podemos conocer la poderosa imagen que proyectaban las mujeres pertenecientes a la aristocracia íbera a través de sus singulares tocados, ropajes y ornamentos, sino que también nos ayudan a valorar con mayor precisión el destacado papel que lograron desempeñar en el ámbito público, tanto por asumir responsabilidades religiosas como por ejercer influencia social y política.

Izq.: Litografía de F. Rodríguez, Madrid, siglo XIX, representando a esta princesa con su hijo. 2ª imagen: El 4 se agosto de 1897 se produjo el hallazgo de la famosa Dama de Elche. 3ª imagen: Dama de Baza, que fue encontrada en 1971 formando parte de un impresionante enterramiento en el que se documentó un llamativo ajuar compuesto por ricas cerámicas griegas. Dcha.: Dama del Cerro de los Santos. 

La Cultura Ibérica se enmarca dentro de la Protohistoria, período en el que ya empezamos a contar con algunas fuentes escritas, de este modo, aunque la mayor parte de la información con la que contamos para el estudio del mundo ibérico procede de la arqueología, también podemos rastrear la relevancia social que lograron alcanzar destacadas mujeres íberas a través de ciertos datos que nos ofrecen algunos autores grecolatinos. En este sentido, debemos destacar las referencias de Silio Itálico y Tito Livio a la princesa Himilce, una de las primeras mujeres de la Historia de España cuyo nombre nos es conocido. Gracias a estos autores latinos sabemos que esta joven era hija de Mucro, rey de la importante ciudad oretana de Cástulo (Linares, Jaén), que acordó su matrimonio con el general cartaginés Aníbal Barca para reforzar una alianza entre oretanos y cartagineses.

Para comprender la trascendencia de este hecho debemos situarlo en el marco del enfrentamiento entre romanos y cartagineses en las Guerras Púnicas. Tras perder Sicilia en la Primera Guerra Púnica, Cartago centró su interés en las riquezas de la Península Ibérica, logrando el general Amílcar Barca controlar buena parte del sur peninsular. Al morir Amílcar será sustituido por su yerno Asdrúbal, quien refuerza alianzas con los pueblos íberos, pero al morir asesinado en el 221 a.C. le sustituye su cuñado Aníbal, que continuará su política diplomática y en este contexto hay que entender su matrimonio con Himilce hacia el 220 a.C., en una ceremonia celebrada en el templo de Tanit en Qart Hadasht (actual Cartagena). Fruto de esta unión nació un hijo que, según algunas fuentes, se llamó Aspar. Himilce permaneció en Cartagena junto a su hijo tras la marcha de Aníbal a Italia para luchar contra Roma, pero a partir de este hecho casi no se tienen noticas de esta princesa oretana, que según algunos murió con su hijo en Cartagena por una epidemia de peste y según otros regresaría a Cástulo, ciudad que se pasaría al bando romano tras la derrota de Aníbal.
Más allá de ciertos elementos legendarios que rodean la figura de Himilce, la arqueología nos demuestra que ciertas mujeres íberas, y más concretamente oretanas, llegaron a alcanzar una notable relevancia, que quedó plasmada en sus tumbas a partir de los destacados ajuares con los que fueron enterradas y un buen ejemplo de ello lo encontramos en una de las necrópolis ibéricas de Alarcos, datada en la misma época en la que vivió Himilce, donde se han documentado varios enterramientos de mujeres oretanas acompañados de ricos ajuares propios de personajes aristocráticos.