Dos milenios de hegemonía arquitectónica funeraria íbera

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

Que Jaén es una provincia que presume de atesorar un patrimonio arqueológico íbero excepcional no es ninguna sorpresa. Resulta evidente el desarrollo de esta cultura en este territorio desde los albores de la Edad del Hierro hasta el siglo I a.n.e. A la importante presencia de esta cultura en tierras jiennenses le ampara un siglo de hallazgos, no exento de expolios, y de estudios de su cultura material que comienzan a principios del siglo XX y cuyos resultados colocan a esta provincia como referencia del estudio y divulgación de esta cultura prerromana.

El comienzo de esta aventura tiene que ver con hallazgos como el que nos concierne, la cámara sepulcral de Toya, que tuvo lugar en 1909 de forma accidental, realizado por un campesino, José García Plazas, en el cerro de la Horca, dentro del contexto arqueológico de la antigua Tugia, hoy perteneciente a la localidad jiennense de Peal de Becerro. El hallazgo accidental tiene que ver con las labores agrícolas realizadas por el referido campesino cuando el arado utilizado levantó dos grandes losas de piedra que dejaron al descubierto una estructura funeraria construida por la cultura íbera 2.300 años atrás. Lo fortuito del hallazgo y la inexistente protección contra el patrimonio arqueológico, propicia el expolio de una buena parte del ajuar existente en su interior, cuya importancia no pasó desapercibida para los coleccionistas o anticuarios del entorno geográfico regional más inmediato.

Izq.: Imagen desde el interior. Centro: Una imagen del momento del estudio sobre el terreno del hallazgo arqueológico. Dcha.: Crátera griega.

La noticia del hallazgo comienza a tener dimensión y como consecuencia el conocimiento de la comunidad científica tras la publicación del mismo en el “Noticiero de Granadino” en 1914. Su difusión en prensa y revistas especializadas permite entrar en juego a dos personajes fundamentales en la documentación y catalogación de la hoy conocida como “Cámara Sepulcral de Toya”, Juan Cabré y Manuel Gómez Moreno, autoridades en la materia, quienes a partir de 1918 comienzan a publicar datos interesantes describiendo en sus análisis preliminares una singularidad y hegemonía arquitectónica que hoy, más de cien años después de su descubrimiento, no encuentran parangón.

El proceso de estudio y documentación del hipogeo permite reconocer una arquitectura funeraria de planta rectangular con tres naves y cinco compartimentos, datada en el siglo IV a.n.e. La tipología constructiva de la cámara sepulcral de Toya, en alzado, se basa en sillares de caliza de perfil rectangular unidos sin argamasa sobre los que se dispone una cubierta adintelada compuesta de grandes losas de piedra. La distribución de los espacios lo conforman tres naves, de las cuales la central presenta un acceso principal adintelado de 1,70 m. de altura y 0,64 m. de anchura que al ser traspasado permite la conexión con las naves laterales, diferenciándose de ellas principalmente por no tener compartimentos y presentar un banco corrido de 24 cm. de altura. En el extremo opuesto al acceso destaca una hornacina centrada y rectangular, cuya forma y ubicación se repite en las naves laterales, las cuales, presentan un compartimento de acceso a modo de vestíbulo o antecámara separado, de la cámara rectangular, por una estructura a modo de jambas que insinúan una falsa curvatura ojival. La nave lateral derecha repite la misma estructura de

compartimentos que la izquierda pero con la diferencia de tener en su lateral sur un banco corrido similar al de la nave central en cuyo centro se puede observar otra hornacina rectangular y un alero de piedra que recorre el testero al mismo nivel.

Izq.: Entrada a la Cámára Sepulcral de Toya, en Peal de Becerro, declarado Monumento Artístico Histórico en España en 1918. Centro: Época del hallazgo arqueológico. Dcha.: Una celebración íbera en el cerro de la Horca.

La magnificencia constructiva descrita para este hipogeo del siglo IV a.n.e. permite asentar la teoría de los íberos como una sociedad clientelar, regida por aristócratas, manifestada en las distintas tipologías constructivas funerarias representadas en las necrópolis, cuya mayor complejidad arquitectónica y ubicación especial más destacada denotan un estatus social privilegiado.

A la complejidad arquitectónica del túmulo de Toya se le une la importancia del ajuar hallado en su interior. Elementos que representan una cultura material donde destaca la escultura de un cuadrúpedo (cérvido) realizado en caliza, varias cajas cinerarias del mismo material y una extensa tipología de formas cerámicas que van desde una crátera griega a un conjunto variado de formas cerámicas íberas, un prominente lote de piezas de orfebrería, armas y los restos de un carro funerario, cuyo elemento más representativo se ciñe a una de sus ruedas.

La documentación y estudio de esta singular cámara sepulcral supone un antes y un después en la documentación arqueológica hispánica, y en especial de la cultura íbera, al tratarse del primer elemento arqueológico denominado, en 1918, Monumento Artístico Histórico en nuestro país. A este importante hecho se le suma el nacimiento de un nuevo corpus teórico para los estudios arqueológicos en el sur de España que se encaminan a relacionar aquel primitivo marco conceptual de “periodo hispánico”, validado por Gómez Moreno a principios del siglo XX, por unas manifestaciones artísticas y culturales plenamente íberas cuya relevancia avalan, hoy en pleno siglo XXI, la tesis que define a la actual provincia de Jaén como “tierra íbera” bajo el paraguas de seis siglos ininterrumpidos de ocupación de esta cultura cuyo modo de expresión hoy generan una identidad colectiva y un sinfín de recursos culturales que nos permite viajar al tiempo de los íberos para reencontrarnos con nuestro pasado.

(Fotos: Ayuntamiento de Peal de Becerro, Museo Provincial de Jaén y Wikipedia).