De Alicante a La Mancha para elaborar sus propias alpargatas

Corría el año 1910 cuando, Andrés Quiles, natural de Elche (Alicante), decide un buen día subirse al ferrocarril procedente de Alicante con destino Madrid. Viajó solo, sin destino, con un único pensamiento: buscar un lugar en el trayecto donde poder montar un negocio, con probablemente la idea de realizarlo en la capital española. No se sabe muy bien porque, algo le hizo bajarse en la parada que este tren realizaba en Alcázar de San Juan, viendo como el ferrocarril seguía su camino hasta su destino final en la capital de España.

Andrés Quiles, una persona abierta y sociable, enseguida comenzó a conversar con diferentes habitantes de la localidad, quería conocer más acerca de este pueblo, de su gente, de su forma de vida, de sus costumbres. Entre las varias personas con las que habló, conoció a Tomás Bonis, quien también llegó a Alcázar de San Juan procedente de Daimiel para montar su propio negocio, ya que por aquel entonces Alcázar de San Juan estaba en constante crecimiento económico y social. Ambos tenían mucho en común, ofreciéndole Tomás su mano para ayudarle en todo lo que necesitara.
Tras conocer un poco más la localidad y hablar con sus gentes, emprende de nuevo el viaje hasta Elche para recoger a su mujer, Asunción Macía, y trasladarle la noticia de ubicarse en Alcázar de San Juan, una ciudad que la había encantado. Ya no había marcha atrás.

Izq.: Foto de antaño de la fachada de la tienda. Dcha.: Fachada en los años 60 con diferentes clientes del establecimiento.

Tenían el destino sí, pero no el tipo de negocio que querían realizar. Contaban con una baza importante, ya que habían “agarrado” algo de dinero en la lotería. Tras la búsqueda de un alojamiento y un local donde poder emprender su negocio, deciden instalarse en la calle San Francisco para abrir una alpargatería, algo que se les daba bien y conocían a la perfección, siendo Andrés todo un maestro alpargatero.

Pronto se dieron a conocer, contaban con una buena ubicación, tenían un buen trato hacia sus clientes y su producto era bueno. Alpargatería Quiles, como se denominaba en un principio, contaba con un taller para fabricar sus propias alpargatas de cáñamo que elaboraba Andrés, mientras que su mujer era la encargada de atender y venderlas en el establecimiento. En poco tiempo el negocio comenzó a funcionar muy bien.

Llegados a este punto, vamos a conocer el porqué del apodo de “La Guapa”. Según cuentan, todo fue a raíz de que una señora que iba de camino a misa pasó por la tienda por primera vez, quedándose asombrada al ver a Asunción. ¡Qué mujer más guapa, que tipo tiene la señora!, exclamó, emprendiendo de nuevo su camino hacia la iglesia mientras le gritaba ¡Guapa! varias veces y diciéndole que volvería a visitarla pronto junto a sus amigas para conocerla y comprar allí. Desde ese mismo momento, Alpargatería Quiles comenzó a ser conocida por todos sus paisanos como la tienda de “La Guapa”.

Tras varios años deciden cambiar su comercio de sitio, en la misma calle pero ubicado más cerca de la Plaza de España, aunque no por mucho tiempo, ya que tenían el pensamiento de comprar un terreno para tener en el mismo lugar tanto la tienda como su vivienda. Así fue, siendo el lugar escogido el número 14 de la misma calle, la calle San Francisco, una calle que les ha visto crecer como negocio desde sus inicios.

Izq.: de izquierda a derecha: Francisca, Asunción y Rosa. En la parte de abajo, Andrés Quiles, María y Asunción “La Guapa”. Dcha.: Francisca y su cuñado Pedro, marido de María, en el interior del establecimiento.

La década de los años 40 está marcada en la memoria de este establecimiento por el triste fallecimiento en el año 1941 de Asunción Macía a la edad de 65 años. “La Guapa”, como todos la conocían, dejó un vacío enorme en la localidad, siendo una mujer muy querida por todos sus vecinos. También son varias las anécdotas ocurridas durante esta época dentro del establecimiento, por ejemplo; la historia de un niño, al que apenas se le veía la cabeza por encima del mostrador de la tienda, que con voz entrecortada y tímida decía: “Me ha dicho mi madre que si me pueden cambiar unas alpargatas por chocolate”. O cuando un comerciante de la marca de calzados “Las Cadenas”, le hizo un regalo de un par de zapatillas a una señora que todos los días entraba a la tienda saludando a la voz de “Buenas, buenas, buenas…calzados Las Cadenas”. Sin duda, anécdotas que se recuerdan con especial cariño.

Llegado el año 1952, fallecería el gran maestro alpargatero, Andrés Quiles. El matrimonio, quien tuvo cuatro hijas, dejó una importante herencia a sus cuatro descendientes: Asunción, María y las mellizas Francisca y Rosa. Solo dos de ellas continuaron con el negocio, María y la melliza Francisca, siendo ésta además, una gran artista de la pintura, dejando un buen legado de cuadros. María se casó con Pedro, una persona con experiencia en atención al público, ya que había trabajado anteriormente como carnicero.

Así, con Francisca, María y Pedro al cargo del negocio, llegamos a la década de los 90, donde un joven aprendiz se incorporaría a la tienda en el año 1997, José Carlos Vargas. Este joven, quien pronto se puso al corriente de todo, que aprendió el oficio y que era como uno más de la “Familia Quiles”, se hizo cargo del negocio en el año 2009 tras el fallecimiento de María, la última de las hijas de Andrés y Asunción, quienes dejaron un enorme legado en la localidad de Alcázar de San Juan.

Texto: Juan Diego García-Abadillo
Fotos: Calzados Quiles