Antonio Hervás, presidente de la entidad desde hace seis años, pone en antecedentes el recorrido de esta especial asociación, con 25 años de trayectoria, ilustrando un camino de luces y sombras. Pese a las dificultades económicas a las que su colectivo tiene que hacer frente, estos pequeños, a medio camino entre niños y ángeles, dan fuerzas a sus progenitores para avanzar en el camino común, así como a superar los obstáculos que Dios ha puesto en el camino, viendo cada logro personal y sociocultural de sus vástagos como un regalo que les da la vida.
Una tarea conjunta que requiere que todos rememos en la misma dirección; en nuestras manos y nuestra conciencia está, apostemos por hacer más llevadera su labor.
Aspace Jaén es un signo inequívoco de solidaridad, sin duda alguna. La labor que realiza este colectivo es tanto necesaria como encomiable, ya que atienden a uno de los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad, los niños con parálisis cerebral.
Comencemos por el principio. El ecuador de los años 90. Jaén, al igual que el resto de España, se preparaba para el cambio de milenio y comenzaba a sucumbir ante los encantos de internet; continuaba siendo la única provincia del país que no contaba con una residencia específica para personas con parálisis cerebral. 25 años después, en pleno siglo XXI, contamos con fibra óptica para nuestros ordenadores, pero seguimos sin tener la ansiada residencia para este indefenso colectivo; vivimos en el país de la pandereta.
De carácter consensuado, afable y sensible, el presidente de Aspace, Antonio Hervás, narra la trayectoria de su entidad: allá por el 96 un grupo de padres se pusieron de acuerdo para intentar ayudar al máximo a sus hijos. Las necesidades especiales a nivel psíquico así lo requerían; necesitaban unos cuidados personalizados, con Jaén a la cola de Andalucía en este sector. Recién creada la asociación, mil fatigas incluidas, comenzaron su actividad en una habitación (cedida); posteriormente sufragaron el alquiler de un piso completo (donde se podía empezar a trabajar con cierta dignidad), que se quedó pequeño en poco tiempo; toca pensar en crecer.
La primera institución que apostó por estos padres/héroes fue la Diputación Provincial de Jaén. Una cesión de terreno en ‘Las Lagunillas’, en 2008, les permitió soñar con un gran proyecto: la construcción de una gran sede, para una mayor calidad de vida.
El proyecto siguió su curso, con la colaboración del Ayuntamiento, la Junta de Andalucía, colectivos sociales, entidades bancarias y mucho esfuerzo. En 2009 se pudo inaugurar el ansiado y necesario centro actual. Las reuniones con administraciones, políticos, financieros, noches en vela daban fruto, pues en la tarde del 20 de julio los rostros de sus hijos brillaban entre los flashes de las cámaras; doy fe de ello, repasando las imágenes captadas aquel día.
No les ha pesado a estos más de 250 socios tanto el arduo papeleo para pedir todo tipo de subvenciones como el hacer frente con su propio patrimonio para hacer realidad este gran proyecto, pero estos esfuerzos son todavía insuficientes.
Tan sólo hay que visitar la entidad para hacerse una idea de sus necesidades: atender a más de 200 niños semanalmente, 34 trabajadores, una obra colosal, que precisa una ayuda “extra” como eventos solidarios, mercadillos y donaciones. Hay que conocerlos para hacerse una idea.
Tras una visita, cualquiera nota el cariño y mimo con el que los trabajadores tratan a los niños. La cara de los mismos es un espejo fiel; se puede observar el magnífico cuidado de sus instalaciones, a las que no les faltan detalles como música y luz adecuadas, apariencias necesarias para que estos “ángeles” tengan su zona de confort. Lo cito a modo testimonial.
Hervás recuerda el resto de servicios globales ofertados: atención infantil temprana, psicología, logopedia, fisioterapia, terapia ocupacional, apoyo escolar, musicoterapia, hidroterapia, etc., todo es poco para sus niños con parálisis cerebral y sus familiares.
No conviene olvidar su intensa labor, pues contar con miembros con necesidades especiales conlleva un desgaste físico, psíquico y emocional. Hay que tener una pasta especial, pues cambian los esquemas. No sólo sus hijos necesitan atención, también hay que cuidar/dar cabida a estos padres, grandes coprotagonistas. Algo que la sociedad no es consciente. ¿Qué no hace un padre por sus hijos? Merecen un monumento.
El presidente cita uno de los momentos más especiales de los últimos tiempos: la vuelta de los pequeños al centro, tras la pandemia: “conmovedor”, subraya, la alegría de los niños al reencontrarse con sus amigos y cuidadores no dejó a nadie indiferente. Sus gestos lo decían todo: volvían a su segunda casa.
Han sido 12 años de mejoras, pero las carencias diarias hacen necesarias nuevas ayudas económicas. Un ejemplo: el deterioro de la zona de hidroterapia (que sufragó sin pestañear un benefactor anónimo), consciente de su importancia, pues muchos de los niños que no pueden caminar con normalidad lo hacen en dicho espacio. Entidades y cofradías les tienden la mano, pero la recesión económica hace mella.
Aspace destaca la inestimable ayuda de las colaboraciones anónimas y la labor de mecenazgo que aportan empresarios en la sombra. Crucial para suplir contratiempos.
Aunque son conscientes de la solidaridad de los jienenses, la necesidad de crecer es una realidad. Toca “arrimar el hombro”: que no sean en vano los esfuerzos de estos “angelitos” que animan a sus progenitores con una sonrisa. Como no faltan quebraderos de cabeza, Aspace abre la posibilidad de colaboración en la construcción de la futura residencia, vital para la entidad. Ellos así los esperan.
Texto: Manuel Miró
Fotos: Manuel Miró/Aspace-Jesús García