Miguel Alberdi Fernández / Psicólogo especialista en trauma e intervención en psicoterapia breve con niños y adolescentes con E.M.D.R. / Cofundador Asesoría Emocional Sentir

Llegan las vacaciones… y con ellas, muchas veces, también el caos en casa. La rutina desaparece, los horarios se relajan, y algunos niños parecen descontrolados: más inquietos, más demandantes, con menos paciencia y más enfadados. Y como adultos, muchas veces nos preguntamos: ¿no se suponía que las vacaciones eran para disfrutar?

Pero aquí va una clave importante: el cerebro no está diseñado para funcionar bien sin estructura y sobre todo el de los niños. Su sistema de autorregulación todavía está en desarrollo. La corteza prefrontal -la parte encargada de organizar, planificar y controlar los impulsos- está madurando. Y mientras tanto, la rutina actúa como su “cerebro externo”.

Cuando desaparece esa estructura, muchos niños no lo viven como libertad, sino como desorganización. No saben qué esperar, no saben qué viene después… y eso genera inseguridad. Y la inseguridad se traduce en conductas que a veces etiquetamos como “mal comportamiento”, pero que en realidad son señales de que el niño está intentando autorregularse sin las herramientas necesarias.

Entonces, ¿significa esto que debemos seguir un horario estricto incluso en verano? ¡Para nada! Las vacaciones también son para descansar y romper un poco la rutina. Pero el secreto está en la anticipación.

Si cada mañana le explicas a tu hijo qué va a ocurrir durante el día (aunque sea algo tan sencillo como: “Primero desayunamos, luego vamos al parque, después comemos con los abuelos”), le estás ofreciendo estructura emocional. Le estás dando una brújula. Y eso lo ayuda a sentirse seguro, calmarse, y disfrutar.

La ciencia del desarrollo infantil es clara: los entornos previsibles y los adultos disponibles emocionalmente son dos ingredientes esenciales para el bienestar de los niños (Perry, 2006; Siegel & Bryson, 2012; Shonkoff & Phillips, 2000).

Así que este verano, antes de pensar que tu hijo “se está portando mal”, pregúntate: ¿tiene claro lo que va a pasar hoy? Una simple conversación por la mañana puede transformar el resto del día.