En el año 2050, una de cada cuatro personas en el mundo tendrá algún grado de pérdida auditiva. La exposición continua a ruidos excesivos, la falta de prevención y cuidados y el no acudir a una revisión cuando se detecta un problema, por leve que sea, derivan, con el paso de los años, en lo que se conoce como presbiacusia u oído envejecido. La detección precoz evitaría soluciones drásticas que podrían corregirse fácilmente. No obstante, las ayudas auditivas (audífonos, implantes cocleares u osteointegrados…), cada vez más evolucionados y con una tecnología y conectividad muy avanzadas, deben ser utilizados en los pacientes que lo necesiten, para una audición óptima. Este mes de junio, somos todo oídos.
No te enteras!, ¡cuántas veces quieres que te lo repita, ya te lo he dicho 20 veces! ¡no hay quien aguante aquí con el volumen de la tele tan alto!… son algunas de las florituras que muchas veces decimos o casi gritamos a las personas sordas sin ser conscientes de que padecen una enfermedad, tan importante y determinante como pueden ser otras patologías de suma gravedad. En la mayoría de los casos, el tratamiento más habitual para estos enfermos es el uso de audífonos, cada vez más avanzados tecnológicamente y mejorados con el fin de poder establecer una comunicación fluida y de calidad con cualquier persona del entorno más cercano o con el resto de la sociedad. Una sociedad que, por lo general, en el pasado siempre ha mostrado rechazo hacia los problemas auditivos, bien porque fuera más frecuente en individuos de edades más avanzadas, bien porque el uso de un ‘aparato’, como se conoce popularmente, discriminaba al que se lo pusiera, por lo que fuere, hasta el punto de considerar a esa persona como una inválida o discapacitada, por lo que al afectado le supusiera tremenda decisión su uso por el gran complejo social que le ocasionaría.
Al rechazo social se unen las reticencias personales de aceptar la enfermedad, si bien la cirugía actual, los tratamientos existentes y los avances tecnológicos evitan cualquier aislamiento posible, con soluciones casi a la carta, “al final los audífonos o implantes serán aceptados como las gafas, antes decían al niño cuatro ojos y ahora son un complemento de moda”.
Manuel es una persona sorda desde hace más de 35 años. Sufre una calcificación del oído medio, algo frecuente en personas mayores, no tanto en jóvenes como le pasó a él. Se puso audífonos cuando ya no tuvo más remedio porque su profesión así se lo exigía. El primer síntoma de su enfermedad apareció en su trabajo, no se veía capaz de continuar el desarrollo normal de la jornada laboral. Pero no estaba informado de las soluciones concretas ni tampoco tenía interés en saberlas, “intentaba sobrevivir como podía y no se me pasaba por la cabeza ponerme un audífono, por ese rechazo social hacia las personas sordas y yo, consciente o inconscientemente, no quería parecer un inválido”. No menos importante para Manuel (y para todos los pacientes) era y es el cuantioso desembolso que suponen unos audífonos, de cantidades de cuatro cifras, “a mí me ha costado cada uno 2.000 euros teniendo en cuenta además que no son para toda la vida, se estropean, hay que renovarlos…, y sin ayudas de ningún tipo”.
En su caso, las carencias auditivas empezaron a detectarlas personas de su entorno, “no me daba tanta cuenta como ellos. Yo empezaba a repreguntar qué habían dicho, algo por otra parte desagradable, nadie está acostumbrado a repetir lo que dice; cuando el que no oye lo pide parece que les tocas las narices, como si fuera un capricho nuestro, pero no lo es, tenemos una enfermedad, por lo que deben repetir el mensaje las veces que sea necesario si quieren que nos enteremos”. Lo más frecuente en las personas sordas, añade Manuel, es oír pero no entender, “si alguien me habla cara a cara lo oigo y entiendo, pero si está de espaldas, la oigo pero no la entiendo”. La opción de una cirugía no estaba en sus planes, temía que saliera mal por antecedentes de conocidos y por posibles dolores de oído o problemas de equilibrio, “en mi niñez tuve muchos dolores auditivos y no quería pasar por lo mismo”.
Manuel aguantó todo lo que pudo hasta que por motivos laborales se tuvo que poner audífono, su pérdida es de un 65 y un 75% en cada oído. Estuvo muchos años con uno solo, y ahora con dos, no nota gran diferencia, pero su calidad de vida es buena. Desde que lo lleva, “he estado bien servido siempre, no he tenido ningún problema ni tampoco me ha preocupado el rechazo social”.
Una vida de silencio interior.- A María se le saltaron las lágrimas cuando le colocaron el primer audífono de prueba, “podía oír, antes de esto pensaba que también, porque había hecho mi vida normal, no me había sentido aislada, pero era una vida de silencio interior, no oyes el ruido del tráfico, no oyes la televisión, pero te vas acostumbrando a ello porque es un proceso lento y paulatino que no sucede de un día para otro, no eres consciente de que vas perdiendo audición poco a poco”.
Como Manuel, María era totalmente reacia a ponerse audífono, no sólo porque no quería asumir la enfermedad sino por el gasto económico que conllevaba. En concreto, padece una otosclerosis, una enfermedad congénita y degenerativa, “es una calcificación del oído medio, que afecta principalmente al estribo impidiendo que funcione la vibración de la membrana que es la que deja pasar el sonido al oído interno”. Ya de joven detectó pérdidas auditivas, no oía bien la alarma del despertador si estaba de espaldas, pero el otorrino le dijo que era una estrechez del conducto auditivo y lo dejó estar. Los problemas se agravaron con el embarazo, las pérdidas auditivas fueron mayores y el especialista le recomendó la cirugía, que salió mal, con un 95% de pérdida de audición del oído izquierdo. Se defendía bien con el oído derecho hasta que, por motivos que los especialistas no llegaron a concretar, sufrió una hipoacusia súbita, dejándole una audición del 50% tras un tratamiento intensivo con corticoides, “la vía ósea del oído derecho está intacta, aunque con los años se irá deteriorando”, nos cuenta María.
Confiesa que no se ha sentido nunca aislada ni ha tenido problemas de rechazo laboral ni social, pero el audífono le ha mejorado la calidad de vida, “me hace vivir, trabajar, poder relacionarme, voy a todos sitios, no me impide hacer nada, el único momento en el que tengo que quitármelo es en la piscina o en la playa, pero no dejo de bañarme por ello”.
Hoy en día, María pasa sus revisiones y audiometrías cada 6 meses y posee el informe de discapacidad auditiva reconocido por la Administración.
¿Qué dice el especialista? Prevención, revisiones, cuidados.- Cualquier persona vigila su corazón, la tensión, la vista, el azúcar, se hace analíticas, pero… ¿y el oído? ¿por qué no nos revisamos el oído? En 2050 se prevé que unos 2.500 millones de personas en el mundo sufrirán algún grado de pérdida auditiva, uno de cada cuatro individuos.
El jefe de servicio de Otorrinolaringología del Hospital General Universitario de Ciudad Real, Miguel Ángel Alañón, aduce motivos culturales y sociales para no acudir al otorrino, si bien reconoce que hoy en día la gente cuida más de sus oídos y existen menos reticencias a ponerse audífonos o amplificadores, “los aparatos son más modernos, con más tecnología, de menor tamaño y funcionan mejor”.
La prevención y una revisión a los 40 o 50 años de edad son algunas de las recomendaciones básicas de Alañón, que aconseja el uso de cascos o auriculares para protegerse de ruidos excesivos teniendo de aliada a la tecnología, “ahora cualquier móvil o Apple Watch te avisa de un ruido excesivo igual que recoge el número de pasos dados, por lo que es una buena medida de prevención”. Sin embargo, aclara, no se debe abusar del uso de cascos o auriculares “como todo en la vida, deben utilizarse en su justa medida y con un volumen adecuado, no por encima de 80 decibelios”. La práctica habitual de llevar este tipo de dispositivos, sobre todo entre los más jóvenes, y la exposición excesiva a ruidos ha derivado en la detección de problemas auditivos a edades más tempranas, a los 55 o 60 cuando lo habitual antes era a partir de los 70, sentencia el especialista.
En materia de higiene auditiva, el experto indica que el conducto auditivo externo se autolimpia solo o bien con algunos sprays para limpieza, pero prohíbe el uso del bastoncillo, “están contraindicados en la limpieza del conducto, porque empuja el contenido de cerumen hacia el interior y se aprisiona como un mortero”.
“Doctor, oigo, pero no entiendo”.- Por consulta, la dolencia más frecuente es la presbiacusia u oído envejecido, “los pacientes llegan muy tarde y las soluciones deben ser más drásticas, un 12% de personas de en torno a 60 años de edad sufre pérdida de audición por la exposición continua al ruido, que se eleva al 60% en el caso de las personas de 90 años”. Explica Alañón que, a diferencia de nuestros abuelos o bisabuelos, la sociedad actual vive en continua exposición al ruido del tráfico, bares, discotecas, calle… “lo que provoca que el oído envejezca mucho antes”. Además, añade el doctor, la esperanza de vida ha aumentado muchísimo y, biológicamente, los órganos sensoriales como la vista o el oído no están preparados para una vida media por encima de los 80 años de edad.
El primer síntoma de envejecimiento del oído llega cuando el paciente advierte de la falta de entendimiento de los mensajes que escucha, “doctor, oigo, pero no entiendo; es lo que más escucho en consulta, cuando la persona no llega a discriminar los sonidos”. Cuando la pérdida auditiva se está produciendo, Miguel Ángel Alañón subraya la necesidad de disponer de ayuda auditiva, “quien necesite audífono que lo lleve, todavía hay reticencias a su uso, pero creo que dentro de unos años pasará lo mismo que con las gafas, hoy en día apreciadas como objeto estético y de belleza; ahora vemos a personas con implantes osteointegrados que presumen de llevarlos con símbolos de Apple”. El hecho de no acudir al especialista cuando se ha localizado alguna pérdida auditiva en algún reconocimiento médico o por el médico de cabecera puede derivar en consecuencias graves, “la pérdida de audición sin poner medidas conlleva el daño o la muerte de células neuronales que no se recuperan”.
En cuanto a las patologías más habituales, en la infancia, la otitis media secretora, y a edades adultas, la presbiacusia o hipoacusias, con la distinción de pérdidas auditivas de nacimiento o las que se desarrollan de forma brusca o gradual.
La cirugía es otra opción, donde se ha experimentado una clara progresión y mejora en la tecnología de los implantes osteointegrados o implantes cocleares, que no sólo se instalan a los niños, sino también a personas adultas. El Hospital de Ciudad Real es referente a nivel regional en este tipo de cirugías, realizando en su día el segundo implante osteointegrado de todo el país.
La tecnología, un paso de gigante.- En sus 35 años con audífonos, Manuel estima que la evolución de la tecnología a la hora de disimular los audífonos y reducirlos de tamaño ha sido sorprendente, aunque ahora está sucediendo todo lo contrario, se están agrandando por la incorporación de más funciones digitales y tecnológicas. Especifica que no todos los audífonos son aptos para todo el mundo, “el mío es bastante sencillo, simplemente aumenta el volumen, no necesito más”, confiesa Manuel que periódicamente acude para una audiometría de control a su centro audiológico de confianza.
La moda de renovar audífonos por otros equipados con más utilidades no es de su agrado, por el sobrecoste añadido como por la, a su juicio, inutilidad práctica de algunas de ellas y pone un símil: “un coche es básicamente motor, aunque se le hayan añadido multitud de prestaciones; yo soy una persona sorda, tengo una enfermedad que para mí es tan importante como las del corazón o hígado, y por ello no tengo ningún interés en cambiar de aparato cada dos por tres, sino que funcione el que tengo”, espeta.
En los últimos diez años, tanto audífonos como implantes van provistos de más electrodos, lo que permite una mejora en conectividad “como los coches”, arguye el otorrino consultado por Ayer&hoy, “el audífono se puede conectar a la televisión, al móvil vía Bluetooh…” aunque cada paciente precisa una solución, “por lo general, la gente más joven demanda más tecnología mientras que a una persona mayor le es suficiente con amplificar su entorno”, considera.
Audífonos, objeto digital de gran precisión.- El nivel de pérdida auditiva, el estilo de vida, las preferencias personales y el presupuesto son los factores condicionantes a la hora de elegir el audífono adecuado, explican desde el centro auditivo Audika. La consulta con un técnico audioprotesista es importante para seleccionar los audífonos adaptados a las necesidades personales.
El audífono es en la actualidad un objeto de gran precisión, con procesamiento digital del sonido, “incluye sofisticados algoritmos que reducen el ruido de fondo y mejoran la claridad del habla o amplifica los sonidos suaves y evita la incomodidad de los más fuertes”, nos explican desde Audika. Además, tienen conectividad Bluetooh a dispositivos móviles, televisores u ordenadores; micrófonos direccionales; reducción de ruidos y cancelación de feedback; baterías recargables de iones de litio; transmisión de sonido de alta fidelidad y revestimientos especiales contra la humedad, el sudor y el polvo, aumentando su durabilidad. Algunos aparatos utilizan Inteligencia Artificial y aprendizaje automático para adaptarse a diferentes entornos auditivos.
El uso de audífonos intrauriculares (ITE), los incluidos completamente en el canal (CIC) o los invisibles en el canal (IIC) son populares por su discreción y pequeñísimo tamaño, casi invisibles, pero no son apropiados para todos los pacientes. Este tipo de producto puede ser usado por personas con pérdida auditiva de leve a moderada, ya que una sordera más severa, puede no proporcionar la amplificación necesaria; en segundo lugar, es importante tener en cuenta el tamaño y forma del canal auditivo, cuanto más estrecho y con curvas, más difícil será adquirir este tipo de audífonos; la destreza manual también es un factor destacado, a personas con problemas de movilidad o artritis puede suponer un desafío insertarlos, retirarlos, realizar ajustes o cambios de batería; los audífonos más pequeños tienen menos espacio para incluir funciones más avanzadas como conectividad Bluetooh, micrófonos direccionales o baterías recargables; por último, son más propensos a la acumulación de cerumen y humedad, por lo que se requiere de una limpieza y mantenimiento más frecuentes.
En lo referido al excesivo precio de estos artículos, Audika responde que el coste refleja la complejidad de la tecnología, la personalización necesaria, el soporte continuo y los materiales de alta calidad, “es una inversión que asegura que los usuarios reciban un dispositivo que mejora significativamente su calidad de vida y audición”.
Cómo prolongar la vida útil de los audífonos.- El centro audiológico consultado nos da algunas pautas de mantenimiento y cuidados para alargar la vida útil de los audífonos. Es clave el uso diario de un paño seco y suave, la revisión de los filtros de cerumen de forma regular y el uso de un kit de limpieza específico. Es obvio, como se ha indicado ya en este reportaje, proteger el audífono de la humedad, no usándolos en la ducha, la piscina o bajo la lluvia, ya que se pueden dañar los componentes electrónicos.
En cuanto al cuidado de las baterías, es recomendable seguir las instrucciones del fabricante si son recargables, evitando sobrecargas; si son baterías desechables, se aconseja cambiarlas de forma regular o retirarlas del audífono si no se usa por un periodo prolongado.
Pero también se precisa de un mantenimiento profesional, con revisiones periódicas con el audiólogo para garantizar el correcto funcionamiento del audífono; reparaciones y verificación de ajustes.
Además, en Audika disponen de servicios de evaluación y diagnóstico con pruebas auditivas completas, seguimiento personalizado, reparación de audífonos, soluciones de conectividad y accesorios, protectores auditivos personalizados, periodos de prueba, garantías y planes de servicio y soporte financiero.
“La gran mayoría de niños con discapacidad auditiva completan el currículo escolar”
Rocío Navas Sánchez es maestra de Audición y Lenguaje (AL) desde 2001. Su plaza se comparte entre los colegios de Carlos Eraña y José Cruz Prado, situación que no permite programar más que dos sesiones a la semana para niños con discapacidad auditiva de las cuatro aconsejables, “es muy poco, porque uno de los centros es de difícil desempeño por el número de alumnos con necesidades educativas especiales y necesita tener una maestra de AL a tiempo completo”, considera.
En Audición y Lenguaje hay una prioridad de alumnado: primero, los niños con deficiencia auditiva; segundo, alumnos con autismo o trastornos graves de la conducta; tercero, alumnos con disfemia (tartamudez) y, en último lugar, niños con dislalias.
Este profesorado de apoyo da alas a los niños o niñas sordos que progresan hasta el punto de que la gran mayoría completa el currículo (supera el curso) como cualquier otro alumno, asegura Rocío. Además, en el Cruz Prado están adheridos al programa Proa+ de refuerzo escolar, “un recurso más, aunque no atiende en exclusiva a alumnos de Audición y Lenguaje”.
Afirma Rocío que la integración de los alumnos con discapacidad auditiva con el resto de compañeros de colegio y clase es total y no existe ningún tipo de problema. Los problemas surgen en el intento de la plena inclusión en el aula durante todas las horas del día, que es el objetivo final, “Infantil y primer ciclo de Primaria te invitan un poco más a realizar las sesiones específicas en clase, pero en el segundo ciclo de Primaria es más complicado por el currículo más exigente”. En este sentido, pone el ejemplo de una alumna de sexto de Primaria con implante coclear y bilingüe, de familia árabe, “trabajar la discriminación auditiva o el vocabulario con ella cuando están en clase de Matemáticas es difícil”.
En su caso, todos los niños con discapacidad auditiva se comunican con lenguaje oral, salvo un alumno de 4 años que utiliza un comunicador a través de un programa instalado en una Tablet, apoyándose en gestos básicos entendibles por todo el mundo, sin llegar a usar el bimodal o la lengua de signos.
A la hora de la enseñanza y el aprendizaje, es importante la adaptación metodológica de los contenidos con resúmenes, esquemas, lectura fácil o pictogramas, “en las sesiones con esta niña árabe trabajo mucho la anticipación de vocabulario, sobre todo en Conocimiento del Medio, una asignatura donde encuentra más dificultades, ya no sólo por su discapacidad sensorial sino por las complicaciones para ella del idioma español; no obstante, el currículum ordinario lo sigue muy bien”.
La implicación y preocupación de las familias también es esencial. En el caso de la niña mencionada, sus padres se involucran por completo, estando pendiente de cualquier problema que pudiera surgir, la rotura del cable, el agotamiento de la pila del implante o algún problema con el aparato de FM que utiliza el profesorado en clase para que la niña escuche mejor.
Asociación entre hipoacusia y demencia
Uno de los riesgos de no atender a la pérdida auditiva es el aislamiento social, lo que puede llegar a provocar un grado de demencia o Alzheimer precoz, “se estimula mucho menos el cerebro y, por tanto, la enfermedad mental puede aparecer a edades más tempranas”, expresa Miguel Álañón en base a estudios científicos demostrados.
Según se recoge en la Fundación Pasqual Maragall, algunos estudios realizados en personas de mediana edad sin deterioro cognitivo, seguidas durante un largo período de tiempo, indican una asociación entre la hipoacusia y el padecer mayores problemas de memoria y mayor atrofia del lóbulo temporal, una región del cerebro vinculada con el habla y el procesamiento auditivo, así como con la memoria y la enfermedad de Alzheimer.
Todo el tiempo que pase desde que se empieza a experimentar la pérdida auditiva hasta que se recibe atención médica especializada es tiempo en el que nuestra actividad comunicativa y nuestra capacidad para socializarnos se resienten. Por tanto, es fundamental solicitar una visita médica para que se pueda evaluar y tratar la pérdida auditiva si es preciso, aunque sus manifestaciones sean leves.
No dude en solicitar una consulta con su médico de cabecera o con un especialista (otorrinolaringólogo) si experimenta alguno de los siguientes signos de alerta: participa menos en conversaciones; tiene la sensación de que las otras personas no vocalizan; solicita que le repitan palabras; evita conversaciones telefónicas; ve la televisión o escucha la radio con un volumen demasiado alto, no oye ciertos sonidos cotidianos (el timbre de la puerta, el teléfono o la alarma del despertador).
Texto: Oliva Carretero. Fotos: HGUCR, Audika, colegio José Cruz Prado, Pixabay, Ayer&hoy