El entierro de la sardina, sin un origen cierto, se ha convertido en una de las tradiciones más arraigadas del Carnaval de nuestro país. Es el punto final al desenfreno, a la diversión y al jolgorio de los días vividos gracias a Don Carnal. En la mayoría de los lugares, esta ceremonia coincide con el Miércoles de Ceniza que, según se configuró en los albores de la Iglesia Católica, da comienzo al periodo de Doña Cuaresma, símbolo de recogimiento, ayuno y abstinencia. En este reportaje conoceremos un poco más sobre los antecedentes y orígenes de esta jocosa ceremonia y de este oficio religioso, “sin duda, dos celebraciones enormemente distantes y diferentes que dan cuenta de uno de los contrastes más brutales de todo el año”. En definitiva, un miércoles de penitencia y de lágrimas… fingidas.
El entierro de la sardina simboliza el fin de la fiesta de Carnaval y el comienzo de la Cuaresma que, litúrgicamente, se corresponde con el Miércoles de Ceniza. Se trata de un rito, tradición o ceremonia satírica que representa una procesión presidida por una sardina, el más popular de los pescados, acompañada de representantes de una popular y falsa iglesia y los dolientes, hombres disfrazados de mujeres ataviadas de negro riguroso, mujeres vestidas de hombre…, resonando por vías y plazas sus llantos, quejidos y griterío, amenizados con música fúnebre o alegre, según la ocasión.
No hay un origen cierto de la tradición del entierro de la sardina, si bien los más eruditos escritores, pintores, artistas o antropólogos de la historia española se refieren a este hecho en algunas de sus publicaciones y en sus obras pictóricas, constatando la posibilidad de que dicho cortejo se celebrara ya en el siglo XVII alcanzando plena popularidad en el XVIII.

El propio Francisco de Goya inmortalizó esta costumbre en uno de sus cuadros homónimos pintado entre 1814 y 1816 (expuesto en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid) en el que, para curiosidad de la sociedad de hoy en día, no se observa a ningún doliente ni a la señora Sardina a punto de ser incinerada, principales protagonistas de este funeral tal y como lo conocemos en la actualidad, sino a unos personajes grotescos y transgresores con los que el pintor viene a criticar la fuerza imperante en época de Fernando VII representada por el ejército, y la moral, dirigida por la Iglesia. Otros hablan de una fiesta pagana y anticristiana vinculada con el mundo de la locura. En el centro de la composición se ve un estandarte con el rostro del dios Momo, relacionado con el Carnaval, en una expresión burlona e irónica por el espectáculo de una sociedad irracional.
Acto de rebeldía o desacuerdo.- En el apartado literario, el escritor Julio Caro Baroja era de la contrastada opinión de que dicha ceremonia satírica podría estar relacionada con antiguos rituales de purificación y renovación, así como con la oposición entre la carne y el pescado, símbolos de la fiesta y la Cuaresma respectivamente, de ahí el entierro o incineración de una sardina, el pez más común en la dieta española a lo largo de todos los tiempos, como forma de burla y transgresión a la doctrina imperante en la época cuaresmal, de no poder comer carne o ayunar.
Por su parte, los autores Antonio Vallejo y Federico Valero, en su obra ‘La actualización del antiguo carnaval churriego’ nos cuentan que el entierro de la sardina “realmente supone un acto de rebeldía o desacuerdo con el que las gentes pretendían mostrar su desacuerdo, disgusto y tristeza por el inexcusable final de los días de diversión y libertinaje vividos (Carnaval) y el comienzo de la rigurosa y severa observancia religiosa (Cuaresma) con el obligado ayuno y abstinencia. En resumen, era una manera de exteriorizar el malestar del pueblo llano contra lo ordenado (comer pescado), pretendiendo representar simbólicamente lo contrario de lo que pretendían las normas establecidas”.

‘El entierro del Carnaval’.- Esta ceremonia de despedida del Carnaval ya se celebraba antes del siglo XIX, como bien recoge el escritor Julio Caro Baroja en su obra ‘El Carnaval. Análisis histórico-cultural’. Nuestro colaborador de Ayer&hoy y carnavalero de Herencia, Ángel S. Martín-Fontecha, nos lo cuenta de este modo: “Caro Baroja señala que en el Miércoles de Ceniza se sucede desde hace siglos en muchos lugares una procesión burlesca y profana llevando un pelele para quemarlo, era “el entierro del Carnaval”. Era el último día, final, muerte y entierro de las carnestolendas. A este acto secular se le añadió, posiblemente a mediados del siglo XIX, una variante donde la burla grotesca y socarrona se dirige al mandato de la Iglesia y su prohibición de consumir carne durante la Cuaresma y la tolerancia de comer pescado (sardinas). Y así, en la actualidad el entierro de la sardina es, con sus fingidas penas y exagerados lamentos, el fin de los excesos y trasgresión de los días de carnaval”. Caro Baroja también menciona que el entierro de la sardina es una ceremonia que se celebra en diferentes lugares de España, y que en cada lugar tiene sus propias particularidades. Por ejemplo, en algunos lugares se entierra una sardina de verdad, mientras que en otros se entierra una sardina de cartón o de trapo.
Asimismo, Martín-Fontecha recopila para Ayer&hoy una magnífica descripción del entierro de la sardina de Pascual Madoz en el siglo XIX: “Es gente ordinaria que se disfrazaba de frailes, curas y otros empleados de la iglesia…, llevando pendones, estandartes, con escobas de hisopos, orinales y otras insignias burlescas. Con cantos lúgubres, imitando a los cánticos de entierro. Y que concluye con el entierro de la sardina y con una merienda. El sermón solía ser de aire satírico, quejándose de los abusos de la autoridad y con gran desvergüenza”.

Otros autores como Benito Pérez Galdós o José María de Cossío también mencionaron el popular entierro en sus novelas. En Fortunata y Jacinta, Galdós describe la celebración como una tradición popular y festiva; no investigó sobre sus orígenes, pero la mera mención en sus novelas da cuenta de la relevancia de esta festividad en la cultura española del siglo XIX. De Cossío, erudito y folclorista español, estudió las tradiciones populares españolas, incluyendo este popular entierro. En su obra Fiestas populares de España, describe la ceremonia como una representación del final del Carnaval y el inicio de la Cuaresma, y destaca su carácter simbólico y satírico.
Otras teorías menos fidedignas apuntan a que en los comienzos de este acontecimiento popular se enterraba un trozo de carne representando el pecado de la gula, la mayoría de las veces era una costilla de cerdo que, debido a su forma, llamaban sardina hasta que derivó en meter bajo tierra a nuestro pescado protagonista.
El origen del Miércoles de Ceniza.- El Miércoles de Ceniza obedece a la configuración del año litúrgico en la Iglesia Católica. “Su origen se fundamenta en los primeros siglos de la Iglesia, en el III o IV después de Cristo, en la denominada entonces como Penitencia Pública, en la que se hacía una confesión pública de los pecados con el consiguiente proceso de purificación y penitencia, en vigor hasta el día de Jueves Santo en el que el obispo reconciliaba o convertía al penitente en la conocida como Misa de Reconciliación”. Así nos lo explica el delegado diocesano de Liturgia de la Diócesis de Ciudad Real, el sacerdote D. Arcángel Moreno.
Para señalar públicamente a los penitentes, nos explica Moreno, “se les imponía una especie de hábito, como un saco de arpillera, y, además, se les cubría de ceniza todo el cuerpo. En ocasiones, las penitencias eran bastante duras, “debían enterrar a los muertos o hacer peregrinaciones lejos de la vida familiar en el hogar””.

Recuerda el delegado que fueron orígenes fruto de una tremenda austeridad, “donde había procesos muy duros de conversión, incluso a los pecadores en la asamblea se les ponía aparte hasta que no eran reconciliados”.
Lógicamente, con el paso de los siglos, todo ha cambiado, también el sistema penitencial de la propia Iglesia, “en el año litúrgico continúa vigente el Miércoles de Ceniza como inicio de la Cuaresma, es decir, de un tiempo penitencial, pero no como en esos primeros siglos que era durísimo, aunque sí permanece el signo de la expresión de nuestra pobreza y de nuestra limitación frente al Amor de Dios; de ahí el mantenimiento del símbolo de la ceniza, con la que se hace un signo de la Cruz sobre la cabeza mientras el sacerdote pronuncia la frase ‘Conviértete y cree en el Evangelio’, en referencia a esa conversión o reconciliación originaria de los primeros tiempos del cristianismo.
También de los primeros tiempos de nuestra Iglesia es la prohibición de comer carne cada Viernes de Cuaresma, aunque más que el veto a la carne, la importancia recaía en el ayuno, “un ayuno radical, de uno o de varios días, que no sólo realizaban los cristianos, también los judíos y el propio Señor Jesucristo, que respondía a otro de los signos penitenciales consistentes en el esfuerzo y sacrificio del ser humano por prescindir de sí mismo para entregarse a Dios”.
Ese ayuno durante el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo se mantienen en la liturgia de la Iglesia de hoy en día, así como la prohibición de comer carne los Viernes de Cuaresma. Algo que, a preguntas de Ayer&hoy, algunas personas no le dan la importancia que tiene o lo ven como algo arcaico, cuando el fin no es dejar de comer carne, sino realizar algún esfuerzo o sacrificio personal, como ayudar a los más necesitados, hacer alguna acción solidaria o, como nos indica el delegado de Liturgia, “una actualización del ayuno en el siglo XXI podría ser el ayuno digital, en el que se prescinde del móvil como signo de libertad para evitar que nos esclavice”.

Posterior a todo ello es la coincidencia del entierro de la sardina con el Miércoles de Ceniza, Carnaval y Cuaresma, tan distantes y distintos pero coincidentes en el mismo día, “en mi opinión es un contraste enorme, el paradigma más significativo de todo el año en cuanto a celebraciones, en la que Don Carnal representa la liberación de los instintos, se da rienda suelta a la imaginación, mientras que Doña Cuaresma es el recogimiento y la lucha interior”. Ambas muy arraigadas desde sus comienzos.
Particularidades regionales del entierro de la sardina.- Al igual que el carnaval es una festividad generalizada en España, aunque cada zona mantiene sus particularidades, el funeral de Doña Sardina se instaló desde hace tiempo en nuestra piel de toro en su amplia extensión, del mismo modo que lo instauraron numerosos lugares de Europa, como Venecia, y Sudamérica.
Martín-Fontecha nos recopila algunas celebraciones del entierro de la sardina en España con un origen particular, alguno de los cuales está salpicado de un relato convertido en leyenda y transmitido de generación en generación.
Es el caso de la capital de España, Madrid, donde se cuenta que el rey Carlos III, apodado en su época como ‘el mejor alcalde de Madrid’ obsequió a la nobleza madrileña con un cargamento de sardinas para que pasaran la Cuaresma. El problema fue que cuando la mercancía llegó a Corte proveniente de la costa despedía un olor tan fuerte que se dio orden de enterrar dicho envío, ya podrido, en las afueras de la villa que por entonces se correspondía con la margen derecha del río Manzanares, cerca de la Casa de Campo. Se transmite que los madrileños, apurando los últimos momentos del Carnaval, se sumaron a este cargamento como si se tratara de un cortejo fúnebre, el espectáculo gustó tanto que se repitió en años sucesivos hasta convertirlo en una tradición en Madrid y en otros puntos del país y al otro lado del Atlántico.

Bien distinta es la historia en Murcia. En 1851, un grupo de estudiantes organizó un cortejo fúnebre con una sardina a la que finalmente, quemaron. La cosa tuvo tal éxito que el entierro se sigue celebrando. Pero no lo hacen el Miércoles de Ceniza, entierran la sardina en las Fiestas de Primavera. Y simboliza el triunfo de la alegría sobre la seriedad. Esta festividad fue declarada de Interés Turístico Internacional en el año 2006. Es una de las más multitudinarias del carnaval murciano, llegando a congregar a 1.200.000 personas en 2023. Cuenta con un gran un desfile de carrozas y personajes mitológicos y del Olimpo y dos protagonistas, Gran Pez y Doña Sardina, cuyos títulos se otorgan cada año a destacadas personalidades, artistas, políticos, etc.
A día de hoy, independientemente de cuál sea su origen, las comitivas fúnebres de todas las localidades en las que se han celebrado los días anteriores los Carnavales salen a llorar el fin de esta fiesta que culmina con la quema en una hoguera de un muñeco, o en ocasiones una sardina de cartón piedra.
En Castilla-La Mancha, aunque hay varias localidades que sus carnavales tienen categoría de Interés Turístico Regional o Nacional, sólo tienen esta mención, en concreto, el Miércoles de Ceniza de Chinchilla de Montearagón (Albacete), conocida como la “Fiesta de los Miércoles”. En esta fiesta se colocan muñecos a tamaño natural, realizados a mano, en las puertas de las casas, donde se mantienen desde la salida hasta la puesta de sol. Cada uno de esos muñecos representa una situación cotidiana y de actualidad acompañados de una explicación en la que se comenta esa realidad, siempre con un punto de vista irónico y sarcástico.
Normalmente estos muñecos se ubican por parejas y están acompañados por una invitación a comer y beber por parte de los propietarios a todos aquellos que visitan sus casas; una muestra de la hospitalidad de la gente de Chinchilla que se refleja en una de sus fiestas más características. Por la tarde, en la plaza de la localidad se quema la sardina como paso previo ya al recogimiento de la Cuaresma.

Tomando como referencia los entierros de la sardina cuya celebración han sido detalladas en alguna referencia periodística en el pasado carnaval 2024, nos encontramos con más de 35 localidades. En el caso de la provincia de Ciudad Real, con su capital a la cabeza, el año pasado se festejó el entierro de la sardina en Alamillo, Almagro, Almodóvar del Campo, Argamasilla de Alba, Bolaños de Calatrava, Calzada de Calatrava, Campo de Criptana, Carrión de Calatrava, Herencia, Malagón, Manzanares, Miguelturra, Pozuelo de Calatrava, Puertollano, Tomelloso y Valdepeñas y así un largo etcétera. El caso de Alcázar de San Juan es diferente, dicho desfile fúnebre tuvo lugar en el mes de diciembre, como los carnavales. En Albacete, Tarazona de la Mancha, Villarrobledo y la capital; en Cuenca, Los Hinojosos, Tarancón y la propia capital; en Guadalajara, Azuqueca de Henares, Guadalajara y Quer; en Toledo, Consuegra -se celebra el Viernes de Dolores, con la sardina enterrada en un ataúd y cortejo fúnebre con plañideras y personajes disfrazados-; El Toboso (en el mes de enero), Illescas, Madridejos, Quintanar de la Orden, Puebla de Almoradiel, Santa Cruz de la Zarza y Tembleque, entre otros.
Ya saben, disfruten del Miércoles de Ceniza y del entierro de la sardina, dos celebraciones tan distantes, tan antiguas y tan imbricadas en nuestras tradiciones, identidades e idiosincrasia, que merecen al menos el reconocimiento de las sociedades actuales.

El entierro de la sardina, un día muy importante en el calendario carnavalero de Ciudad Real
En el caso de Ciudad Real capital, se mantiene muy viva la tradición de dar sepultura a Doña Sardina cada año durante la tarde del Miércoles de Ceniza, con cientos de personas en la comitiva, que se traslada desde la plaza Mayor hasta la de la Puerta de Toledo donde se invitan a los dolientes a una parrillada de sardinas y a limoná, organizado por la Concejalía de Festejos, en colaboración con la Federación de Peñas, la Hermandad de Pandorgos y otras asociaciones. Es uno de los días más importantes del carnaval ciudadrealeño, confiesa la hasta ahora concejal de Festejos, Fátima de la Flor*.
De la Flor comparte sus recuerdos sobre este cortejo cuando era una niña: “Tomaba la ceniza en el colegio de San José e iba con mis padres al desfile, me despertaba mucho la curiosidad ver a todo el mundo vestido de negro, escuchando unos llantos aterradores, más que lloros parecían risas y lo contrario”. Ya de adolescente, De la Flor participaba activamente en el entierro de la sardina junto a amigas y compañeras, disfrazadas rigurosamente de luto, como unas plañideras más.
La edil menciona expresamente a dos precursores e impulsores de las tradiciones en Ciudad Real como fueron Rafael Romero y Ramón Barreda, “ellos relanzaron el entierro de la sardina, pues anteriormente era un minicortejo de la plaza Mayor a la del Pilar, dotándolo de más contenido; me siento privilegiada de coger el testigo de sus manos, especialmente de Rafael Romero, perteneciente como yo a Mazantini”.
Hoy en día, el entierro de la sardina en Ciudad Real es una tradición plenamente arraigada y con mucha acogida por parte de la ciudadanía, “es un día muy divertido porque concita el interés de mucha gente, desde personas mayores, jóvenes y niños, algunos se acercan por primera vez”. El día de marras, este año será el 5 de marzo, se coloca el catafalco en la plaza Mayor con Doña Sardina, realizada cada año por el artista ‘El mono sin pelo’, donde permanece expuesto dos horas, de 12 a 14 horas, para que dolientes, escolares y vecinos puedan honrarla y dejar un recuerdo en el libro de firmas.
Posteriormente, ya por la tarde, se inicia el cortejo de la plaza Mayor hasta la Puerta de Toledo, portando dicho catafalco las dulcineas y damas, con una charanga y la representación de un teatro de calle. A los 40 kilos de sardinas con los que la Federación de Peñas y otras asociaciones invitan a la gente participante se ha sumado una limoná ofrecida desde el año pasado por la Hermandad de Pandorgos.
(*Esta entrevista se realizó el 21 de febrero, día de la presentación de la programación del Carnaval 2025)
El primer entierro de la sardina en
Miguelturra, el 16 de febrero de 1983
En los insuperables carnavales de 1983 en Miguelturra”, como bien reza uno de los capítulos de la publicación La actualización del antiguo carnaval churriego, de Federico Valero Cano y Antonio Vallejo Cisneros, se decidió dar contenido, entre otros, al día en el que se celebra el Miércoles de Ceniza, pues el de Miguelturra tradicionalmente siempre había finalizado el martes. De ahí que el afán de la Asociación de Peñas no fue otro que el de realizar el entierro de la sardina, un acto que fue y sigue siendo muy exitoso en la localidad.
Confiesan los autores que ya la peña La Cabra recuperó tal cortejo fúnebre un año antes, en 1982, por lo que la Asociación de Peñas estuvo muy pendiente de comprobar el desarrollo y resultado del mismo y, sobre todo, de que no molestara ni se recibirán críticas por parte de ningún estamento social, cultural o eclesiástico habida cuenta de que en el entierro de la sardina intervienen sacerdotes, monjas, obispo, monaguillos, etc., “todos con sus correspondientes vestimentas y bendiciones”, indican Valero y Vallejo.
En vista de la aceptación y buen resultado, el 16 de febrero de 1983 la Asociación de Peñas asume de modo oficial la financiación del cortejo fúnebre a Doña Sardina, con la participación de todas las peñas, Rey de Carnaval, máscaras mayores, etc. Pero La Cabra ha seguido realizando la organización y puesta en marcha de la comitiva durante todos los años “con extraordinaria brillantez”, como refieren los autores.
Al parecer, durante los primeros años la sardina era confeccionada en el colegio público de Educación Especial y el punto de encuentro y salida del entierro era desde el bar Mames Palmero. En cuanto al desarrollo del mismo, así lo describen en el libro: “La conmovedora imagen de la puesta en escena del riguroso entierro, con sus desgarradores gritos de dolor, sus desmayos y sus correspondientes dómines y mecagüenes y, en concreto, la imagen del duelo, con Octavio ‘el canijo’ disfrazado de viuda y Serafín ‘patatafrita’ en el centro, así como el resto de los habituales que lo conforman, con apreciables muestras de tristeza, amargura y dolor (acompañados de su música, unas veces fúnebre, otras alegre), ha sido motivo de infinidad de fotografías, y es bien conocida, incluso a nivel nacional”. Tras la llegada al lugar de la quema, se rezó un responso y se convidó a los dolientes a una degustación de sardinas asadas acompañadas de un vino de la tierra. (Foto: Federico Valero).

Texto: Oliva Carretero/Ángel S. Martín-Fontecha/Ayer&hoy. Fotos: Ayer&hoy/Ayuntamientos de Ciudad Real, Daimiel, Miguelturra

Países que prohíben el Carnaval
El Carnaval es una de las festividades más populares en muchas partes del mundo, caracterizada por desfiles, disfraces, música y celebraciones en las calles. Sin embargo, en algunos países, esta festividad ha sido prohibida o restringida por razones religiosas, políticas o sociales. En este artículo, exploramos algunos países que han prohibido el Carnaval y las razones detrás de estas decisiones.
Arabia Saudita.- Es un país donde la celebración del carnaval está prohibida debido a sus estrictas normas religiosas y culturales. El país sigue la interpretación del islam sunita wahabí, que desaprueba las festividades que no sean de origen islámico. La música, el baile y los disfraces típicos del carnaval son considerados inapropiados en la sociedad saudita. Aunque en los últimos años se han permitido algunos eventos de entretenimiento bajo la iniciativa “Visión 2030”, el Carnaval sigue sin ser una celebración permitida.
Irán.- En Irán, las festividades como el carnaval no son parte de la cultura oficial y están prohibidas por las autoridades. Desde la Revolución Islámica de 1979, el país ha adoptado una postura estricta sobre eventos que involucren música, baile y vestimenta considerada inapropiada. Cualquier manifestación pública de festividades como el Carnaval es reprimida, ya que se considera contraria a los valores islámicos que rigen la nación.
Afganistán.- Bajo el régimen talibán, tanto en el pasado como en la actualidad, Afganistán ha prohibido muchas formas de celebración pública, incluyendo festivales que no sean de carácter religioso islámico. El Carnaval, con sus elementos de disfraces y música, es visto como una influencia occidental y, por lo tanto, no es permitido en el país.
China.- Si bien China no tiene una prohibición específica contra el carnaval, el gobierno controla estrictamente las festividades que no se alinean con la ideología oficial del Partido Comunista. En regiones como el Tíbet o Xinjiang, donde la cultura local es reprimida, cualquier tipo de celebración que no esté sancionada por el Estado puede ser prohibida. Aunque en algunas ciudades chinas, como Macao y Hong Kong, se celebran eventos similares al carnaval, en el resto del país no es una práctica común y podría enfrentarse a restricciones.
Rusia.- En Rusia, el Carnaval no está prohibido, pero las celebraciones de estilo occidental pueden ser mal vistas por el gobierno. En los últimos años, se han impuesto restricciones a manifestaciones culturales consideradas “no tradicionales” o influencias extranjeras. En un contexto de creciente control sobre la sociedad civil, festividades que impliquen grandes concentraciones de personas pueden ser reguladas o limitadas.
En definitiva, el Carnaval es una festividad con raíces antiguas y una gran diversidad de expresiones en distintas partes del mundo. Sin embargo, en algunos países su celebración está prohibida o restringida debido a razones religiosas, políticas o culturales. A pesar de estas limitaciones, en muchas otras naciones, el Carnaval sigue siendo una expresión de alegría y libertad, reuniendo a millones de personas en un ambiente de festividad y celebración.