Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

En la zona republicana las instituciones siguieron funcionando sobre la base de la Constitución de 1931 hasta el final de la guerra, pero las diferencias sobre la marcha del conflicto y las medidas políticas provocaron graves enfrentamientos internos.

Muy distinta fue la evolución en el bando rebelde. La muerte del general Sanjurjo en accidente de aviación puso en primer plano la figura de Franco, que unificó la gestión militar y política.

Evolución política en la zona republicana.

Tras el alzamiento militar, Azaña encargó formar gobierno a Martínez Barrio y después a Giral, pero ninguno pudo controlar la revolución organizada por UGT, CNT y FAI, que actuaban al margen del Gobierno. Esta revolución fue acompañada de una indiscriminada represión sobre políticos y simpatizantes de derechas y miembros del clero.

En septiembre, Azaña encarga formar gobierno a Largo Caballero, quien formó un gabinete con nacionalistas vascos y catalanes, partidos republicanos, PSOE y PCE. Días después se integraron en el gobierno cuatro ministros anarquistas. El objetivo era ganar la guerra y dejar la revolución para más adelante. Para ello había que reconstruir el Estado, crear un ejército disciplinado y organizar la economía. Se legalizaron las incautaciones realizadas por campesinos de las propiedades de quienes hubiesen apoyado la rebelión militar, fueron instituidos tribunales populares para contener la represión indiscriminada y se aprobó el estatuto de autonomía del País Vasco.

En mayo de 1937, se produjo en Barcelona un enfrentamiento entre la UGT, los comunistas y las fuerzas de la Generalitat, por un lado, y los anarquistas, por otro, que se saldó con 500 muertos. Estos incidentes provocaron la dimisión del gobierno de Largo Caballero. El PCE fue, probablemente, la fuerza política más favorecida por esta crisis, tras la cual, el gobierno estuvo dirigido por el socialista Negrín, apoyado por los comunistas. En abril de 1938, Negrín publicaba sus famosos “Trece Puntos” de guerra, donde establecía los objetivos, más moderados que los del Frente Popular, con los que podía establecerse un principio de acuerdo con los sublevados y buscar apoyos internacionales para finalizar el conflicto. Franco rechazó la oferta y exigió una rendición incondicional

A partir de entonces, Negrín propuso la resistencia a ultranza, al creer que la guerra de las democracias contra el fascismo en Europa estallaría en breve y ese conflicto favorecería al Gobierno republicano, pero la caída de Cataluña a comienzos de 1939 precipitó los acontecimientos. Azaña dimitió en el exilio y ya no volvió a España. Negrín sí regresó para impulsar la resistencia, pero se encontró con una conspiración militar liderada por el coronel Casado, que había entablado negociaciones con Franco. Como consecuencia, Negrín y los dirigentes del PCE tuvieron que huir para salvar la vida, lo cual supuso la rendición final sin lucha.

 

Evolución política en la zona sublevada

Los sublevados pretendían derrocar al Gobierno republicano y crear un poder militar que anulara la obra del Frente Popular. Para ello se creó la Junta de Defensa Nacional de Burgos, pre­sidida por el general Cabanellas, aunque controlada por Mola. En octubre de 1936, Franco asumía el mando militar y político único. Se creó en Burgos la Junta Técnica del Estado, formada por siete comisiones que se asemejaban a los ministerios tradicionales.

Cuando comprendió que la guerra sería larga al no rendirse Madrid, Franco decidió articular un Estado más coherente, de corte fascista, diseñado por Serrano Suñer. Se unificó a falangistas y carlistas (Falange Española Tradicionalista y de las JONS) en un movimiento que seguía el modelo fascista de partido único.

En enero de 1938, Franco sustituye a la Junta Técnica del Estado por su primer Gobierno, que elaborará una legisla­ción reaccionaria con medidas como: control de la prensa, supresión del pluralismo político, legalización de la pena de muerte y restablecimiento del catolicismo como religión oficial. Se aprobó el Fuero del Trabajo, que recogía unos principios laborales generales, se establecieron los sindicatos verticales como únicos autorizados y se dictaron medidas intervencionistas en economía.

 

Las consecuencias de la guerra.

Demográficas. Casi medio millón de muertos, unos 300.000 en campos de batalla y unos 200.000 fusilados o asesinados. Si se suman las pérdidas por enfermedades y desnutrición, la cifra rondaría el millón de muertos.

Políticas. El resultado de la Guerra Civil supuso el inicio de un largo período de represión, falta de libertad y supresión de derechos fundamentales. Unas 250.000 personas ingresaron en prisiones o en campos de trabajo forzado. Muchos funcionarios fueron “depurados”, sobre todo profesores. Miles de españoles se exiliaron por Europa, norte de África y, sobre todo, Latinoamérica; México fue la nación que acogió mayor número de exiliados y en su capital se estableció la sede política de la República en el exilio.

Económicas. Las pérdidas económicas fueron innumerables. La República tuvo que enviar a la URSS, como pago por su apoyo, más de 500 toneladas de oro del Banco de España. Se destruyeron edificios, infraestructuras y redes de comunicaciones. Se registraron descensos generales en los índices de producción de todos los sectores.

Culturales. Quedó destruido el esfuerzo de regeneración cultural y educativa de la Edad de Plata de la culturaespañola. Muchos intelectuales de la generación del 27 y notables científicos y artistas murieron o marcharon al exilio.

Internacionales. España inició casi dos décadas de aislamiento político, con excepción del reconocimiento que obtuvo de algunos Estados, como el Vaticano y Argentina.

 

Imagen superior: Juan Negrín. Wikipedia