Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

En el Sexenio Democrático triunfan los principios del liberalismo más democrático y se intenta superar el liberalismo moderado, que predominó durante el reinado de Isabel II.

La revolución de 1868.

Dos años después del pacto de Ostende, el almirante Topete se sublevó en Cádiz contra Isabel II (septiembre de 1868). Se iniciaba así “la Gloriosa” (revolución de 1868). Se incorporaron militares como Prim, Serrano y Dulce, quienes firmaron un manifiesto (“Viva España con honra”) para explicar las razones de la insurrección. Tras vencer el general Serrano a los isabelinos en la batalla del puente de Alcolea (Córdoba), Isabel II se exilió a Francia, pero no renunció a la Corona.

El gobierno provisional.

El 8 de octubre se formó un gobierno provisional presidido por Serrano y compuesto por progresistas y unionistas. Quedaron excluidos los demócratas, aunque se aprobaron diversos decretos que recogían buena parte del programa demócrata: libertad de asociación e imprenta y sufragio universal masculi­no. Se aprobó la convocatoria de Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino. En estas Cortes predominaron los partidos que apoyaban al Gobierno (unionistas, progresistas y demócratas), además del partido Republicano. Moderados y carlistas fueron una minoría.

La tarea fundamental de las Cortes fue elaborar la Constitución de 1869, la más liberal de las aprobadas hasta entonces. En ella se proclamaba la soberanía nacional, se establecía una nítida división de poderes, se adoptaba el sufragio universal masculino y se incluía una amplia declaración de derechos. El Estado se declara­ba aconfesional y permitía la libertad de culto. La monarquía se mantenía como forma de Estado.

Regencia de Serrano.

Tras aprobarse la Constitución, fue nombrado regente el gene­ral Serrano hasta encontrar un candidato para el trono español. Prim presidió el gobierno y su principal labor fue buscar un nuevo rey. Rechazó a los carlis­tas, a los alfonsinos y a Espartero y se lanzó a la aventura europea. Países como Francia, Gran Bretaña y Prusia propusieron candidatos, pero Prim ofre­ció el trono al príncipe Amadeo de Saboya, de la casa re­al, de carácter liberal, que había logrado la unificación italiana. Amadeo llegó a España el 30 de diciembre de 1870, pero tres días antes su principal valedor, Prim, había sufrido un atentado que le provocó la muerte. Esto auguraba un mal comienzo a la monarquía democrática.

La monarquía de Amadeo I.

El reinado de Amadeo I duró dos años. Tras jurar la Constitución, encargó a Serrano  formar gobierno. Amadeo fue rechazado por los carlistas, los isabelinos y los republicanos. Se encontró, pues, con pocos apoyos y tuvo que afrontar problemas como la Guerra de Cuba y la Tercera Guerra Carlista. Además, tras morir Prim, la coalición gubernamental empezó a disgregarse, provocando una gran inestabilidad política: en dos años se convocaron tres elecciones y se sucedieron seis gobiernos diferentes.

Los carlistas iniciaron insurreccio­nes en Cataluña, Valencia, Navarra y País Vasco, y sectores populares protagonizaron revueltas urbanas, al sentirse traicionados por los políticos liberales en el Gobierno. En Cuba, se sucedieron insurrecciones contra el Gobierno, en parte debidas a que los propietarios de las plantaciones de caña se negaban a aplicar la abolición parcial de la esclavitud. En febrero de 1873, aprovechando un conflicto entre el Gobierno de Ruiz Zorrilla y el ejército, Ama­deo I abdicó.

La I República.

Tras la abdicación de Amadeo I, las Cortes, en sesión conjunta de Congreso y Senado, aprobaron constituir la I República y eligieron como presidente a Estanislao Figueras. Aunque los dirigentes republicanos intentaron mantener el or­den, el país se sumió en un caos, que se agravó al enfrentarse las dos facciones republicanas, unitarios y federalistas, por la proclamación de cantones autónomos del Estado.

En mayo de 1873 se celebraron elecciones a Cortes, que definieron una república federal, que presidió Pi y Margall. El nuevo Gobierno empezó a elaborar una Constitución, que no llegó a entrar en vigor, pero que recogía el ideario republicano: república federal, soberanía nacional, separación Iglesia y Estado, ampliación de las garantías y derechos de los ciudadanos. Pero la República federal fue desbordada por los republicanos más intransigentes, al promover un federalismo radical a partir del verano de 1873, dando lugar al cantonalismo, al formarse cantones (municipios autónomos) entre los que destacó el de Cartagena.

Nicolás Salmerón, que sustituye a Pi y Margall en julio, dio un giro hacia la derecha, apoyándose en el ejército para sofocar el cantonalismo y frenar el avance carlista, pero su actuación sus­citó en las Cortes fuertes polémicas, lo que provocó su dimisión en septiembre. Emilio Castelar asumió la presi­dencia y actuó de forma autoritaria, recortando libertades y garantías constitucionales, por lo que su política también fue rechazada por el Parlamento.

El 3 de enero de 1874 el general Pavía disolvió el Congreso y entregó el poder a Serrano, que se autoproclamó presidente vitalicio de la República, gobernando dictatorialmente durante doce meses. Al mismo tiempo, la Guerra de Cuba y la Tercera Guerra Carlista proseguían sin que el régimen les pusiera fin.

Por su parte, Cánovas del Castillo preparó el regreso de los Borbones. El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (diciembre de 1874) precipitó los acontecimientos al proclamar rey a Alfonso XII (hijo de Isabel II). Serrano se exilió y Cánovas presidió un Ministerio de Regencia para aguardar la llegada del nuevo rey. Terminaba así el Sexenio Democrático y daba comienzo la Restauración borbónica.

Imagen superior: Caricatura sobre las etapas del Sexenio Democrático, publicada por la revista La Madeja otra de las cabeceras de La Flaca, el 14 de marzo de 1875. Wikipedia