Javier Sánchez Jiménez ‘Grisom’

En las últimas fechas estamos escuchando en los medios de comunicación, la decisión de las autoridades, deportivas y civiles, de prohibir la entrada a los estadios de un “deporte”, de aficionados que vistan las camisetas del equipo contrario al propietario del campo. Se supone que por motivos de seguridad. Además, en ese “deporte” es costumbre recoger en una especie de corralito policial a los aficionados del equipo visitante y llevarles escoltados a las localidades reservadas, que casi siempre son en el peor sitio del campo. En este “deporte” se pitan los himnos de los equipos adversarios, se queman sus banderas y se llega a poner en riesgo la vida de los aficionados con bengalas, y hasta cohetes de pirotecnia ultrapeligrosa.

La figura del árbitro está siempre en entredicho, incluso la de aquéllos provistos de cámaras que afinan más las decisiones. En ese “deporte” no se persigue el engaño, la trampa ni el fingimiento que los jugadores usan como artimañas para engañar al juez de la contienda y las expulsiones por actos en contra del reglamento son casi motivo de tangana, tumulto, empujones, y faltas de consideración entre jugadores. En los estadios se insulta gravemente a los jugadores del equipo contrario, llegando a hechos que pueden ser considerados como delito de odio, xenofobia u homofobia y no son escasos los altercados entre aficionados de equipos de categorías inferiores, en presencia de los jóvenes jugadores.

El deporte no sólo es competición, victorias y derrotas, profesionales pagados de forma espléndida desde categoría regional y presupuestos millonarios con cifras astronómicas de ventas de Merchandising. El deporte es educación, no en vano es una asignatura curricular en la enseñanza obligatoria. El deporte es cultura, es un reflejo de la vida en general.

El “deporte” del que hemos estado hablando, casi todo el mundo lo puede identificar como el fútbol, pero tristemente no sólo es el fútbol. Lo expuesto ya está empezando a ser habitual en baloncesto y si no se pone freno a la permisividad de que todo esto suceda, llegará al ajedrez. Creo que es el momento de empezar a poner en valor de forma drástica, que hay deportes en los que toda esta serie de hechos deplorables, no pasan. Hay muchos, pero quizá el más ejemplar de todos es el Rugby.

La intensidad que supone la competición de rugby en cualquiera de las modalidades, hace que los jugadores estén en una grado de tensión en el que, si no tienen una formación deportiva férrea, la violencia podría ser terrible. Por eso los jugadores de rugby están enseñados desde muy niños a entender que tu compañero es tu hermano, tu adversario es tu amigo y el árbitro es el que os ayuda a pasarlo bien jugando. Jamás se protesta la decisión del juez. Jamás se menosprecia a un adversario y jamás se finge males supuestos o imaginarios para ganar ventaja. Eso se enseña desde los 4 años. Por eso, las aficiones respetan a los adversarios, comparten con ellos las localidades por todo el campo y antes, mientras y después del partido, cada aficionado anima a su equipo, vestido con su camiseta y recibe el mismo respeto que él tiene por el adversario.

Y por si fuera poco, el titular del campo, al terminar el partido, agasaja al visitante y le ofrece lo mejor que tiene.

Voy a contar una anécdota que viví en primera persona. Partido del VI naciones en París. Francia – Inglaterra. Último minuto del partido. Jugada de Francia por el flanco derecho que culmina en un ensayo en el mismo banderín. La jugada es dudosa. El árbitro hace la señal de la televisión y los jueces de video empiezan a analizar la jugada. Si el ensayo se le concede a Francia, gana el VI naciones. Si no se le concede gana Irlanda el VI Naciones. Estamos hablando del torneo más importante de rugby en Europa. Pasan los minutos. Las gradas de París empiezan a cantar “La Marsellesa” y los aficionados ingleses el “God save the King”, alternativamente. Siguen pasando los minutos. Siguen los cánticos y las gradas empiezan a moverse al compás de unos y otros. Tras 10 minutos, el ensayo no se le concede a Francia, pierden el VI naciones y lo gana Irlanda. Ningún altercado. La salida del estadio libre, en plena fiesta de cerveza entre ambas aficiones.

¿Alguien puede pensar que eso se podía producir igual si el deporte hubiera sido otro, fútbol, por ejemplo, en un derbi local, en un clásico?

Y lo peor de todo, si el partido que he contado como anécdota, Francia-Inglaterra, hubiera sido de fútbol ¿se habría desarrollado de la misma manera?

Pues mientras que no ocurra, tenemos un problema. Por eso son tan importantes las escuelas de rugby, que en nuestra zona son EXTRAORDINARIAS. No sólo entretienen a nuestros niños y les enseñan un deporte bonito. No. Son escuelas que enseñan a vivir el deporte como es debido.