La primera calculadora se creó en 1642. Su inventor fue Blaise Pascal, cuyo padre era contable.
Con tan solo 19 años, creó la máquina de calcular para liberar a su progenitor del aburrido trabajo de sumar una y otra vez columnas de números. Para ello, utilizó una serie de ruedas dentadas integradas en un sistema mecánico, logrando así sumas de hasta ocho columnas de cifras. Asimismo, también podía realizar restas. Las multiplicaciones podían realizarse mediante un número enorme de sumas, lo que convertía esta operación en algo terriblemente aburrido, tedioso y pesado.
En 1645 fue bautizada con el nombre de pascalina. El artilugio funcionaba de forma similar al cuentakilómetros de los automóviles. Se sustanciaba en un delicado y complejo mecanismo de embrague que se llamó sautoir.
Blaise Pascal quiso vender su invento. Para ello construyó en torno a las setenta unidades, algunas de las cuales llegaron a las manos del rey de Francia. La pascalina fue perfeccionada en 1694 por el alemán Gottfried W. Leibnitz. Podía sumar y restar como la de Pascal, pero ahora además era capaz de multiplicar y dividir. Con una novedad importantísima añadida: extraía raíces cuadradas.