Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

A las elecciones de noviembre de 1933, primeras en las que las mujeres pudieron votar, la derecha se presentó en una coalición que lideraba la CEDA. Su programa electoral se centraba en suprimir la legislación del primer bienio y revisar la Constitución. Las candidaturas de derecha (CEDA) y de centro (Partido Radical) triunfaron en estas elecciones y Alcalá-Zamora encargó formar gobierno a Lerroux. En una primera fase, el nuevo ejecutivo estuvo apoyado por la CEDA, pero no formó parte del gobierno. Los rasgos principales de esta etapa (noviembre de 1933-febrero de 1936), conocida como Bienio radical-cedista, fueron:

Gobiernos inestables: se sucedieron diez gabinetes ministeriales en poco más de dos años. Hasta octubre de 1934 estos tuvieron un claro predo­minio del Partido Radical, aunque respaldados por la CEDA, a la que los republicanos de centro hicieron numerosas concesiones.

Se frenaron o anularon las medidas del bienio anterior.

– Cuando Gil Robles fue nombrado ministro de la Guerra colocó en lugares estratégicos a militares antiazañistas, como los generales Mola, Goded y Franco.

– El desarrollo autonómico se paralizó. La autonomía catalana sufrió un frenazo y los estatutos vasco y gallego no se tramitaron.

La revolución de octubre de 1934.

La entrada en el Gobierno de tres ministros de la CEDA (octubre de 1934) sirvió de justificación para que el PSOE propiciara el estallido de una revolución, que llevaba tiempo preparándose, y que contó con el apoyo de la Generalitat, el PCE y la CNT.

Tras proclamar Companys el «estado catalán dentro de la República federal española» la autonomía catalana fue suspendida y Companys fue encarcelado junto con los miembros de su Gobierno. En Asturias se produjo una auténtica revolución social: los mineros se adueñaron de la región durante dos semanas y se produjeron conatos de insurrección armada. La región tuvo que ser literalmente conquistada por el ejército, dirigido por Franco. Como consecuencias de esta revolución:

– En la derecha se asentó la creencia de que el movimiento obrero preparaba una revolución y se reafirmó su convicción de que la única salvación estaba en el ejército.

– La Iglesia juzgó el movimiento asturiano como una insurrec­ción anticatólica, ya que en ella murieron violentamente más de treinta religiosos.

– Las organizaciones obreras sufrieron una dura represión: la mayoría de sus dirigentes fueron encarcelados o huyeron; sus diarios y locales fueron clausurados.

– Azaña se convirtió en un mártir político por la persecu­ción gubernamental que sufrió (llegó a ser encarcelado durante una temporada). Su fama creció y a lo largo de 1935 protagonizó mítines masivos y formó un nuevo partido, Izquierda Republicana.

Los gobiernos de centro-derecha quedaron muy erosionados tras la crisis de octubre de 1934. Además, durante 1935 llevaron a cabo actuaciones muy impopulares, a lo que se añadió el escándalo de corrupción del estraperlo, que obligó a Lerroux a dimitir (septiembre de 1935). Los gobiernos que le sucedieron fueron breves por la falta de consenso entre las fuerzas parlamentarias. Ante esta situación, Alcalá-Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones pa­ra el 16 de febrero de 1936.

 El triunfo del Frente Popular.

Estas elecciones mostraron la fractura en dos de la sociedad española. La izquier­da se presentó unida en una coalición (Frente Po­pular), que reunía, entre otros, a Izquierda Republicana, PSOE y PCE. La derecha, en cambio, no se presentó unida como en 1933. El Frente Popular consiguió el 34,3% de los votos, y la derecha, en coalición con el centro, el 33,2%. Pero, en virtud de la ley electoral, que otorgaba el 75% de los escaños a la lista ganadora, el Frente Popular obtuvo la mayoría en el Congreso.

Alcalá-Zamora encargó formar gobierno a Azaña, que empezó a aplicar el programa del Frente Popular, cuyos ejes principales eran: retomar la reforma agraria, intensificar el desarrollo de la política educa­tiva, amnistía de los presos políticos, restablecer la Generalitat de Cataluña e impulsar los estatutos del País Vasco y de Galicia.

En marzo de 1936 ya se produjeron los primeros contactos entre militares, coordinados por Mola, para preparar un alzamiento contra la República, que tenía que llevarse a cabo en julio del mismo año. El gobierno de Azaña, consciente de que se estaba preparando un golpe, alejó a los militares presuntamente “golpistas”: Goded fue destinado a Baleares, Franco a Canarias y Mola a Pamplona.

En abril, Alcalá-Zamora fue destituido de la presidencia de la Repú­blica y en su lugar fue elegido Azaña. La presidencia del Gobierno la asumió Casares Quiroga. Ni Azaña ni Casares Quiroga pudieron evitar el deterioro progresivo del orden público, que se manifestó con la violencia en el campo, huelgas, ocupación de tierras, ataques a edificios eclesiásticos y atentados protagonizados por grupos extremistas: falangistas, por un lado, y comunistas y anarquistas, por otro.

En uno de estos atentados fue asesinado José Calvo Sotelo, diputado del partido Renovación Española. El atentado fue perpe­trado el 13 de julio por miembros de la Guardia de Asalto como represalia por el ase­sinato de un teniente de este cuerpo armado, José del Castillo, cometido días antes por falangistas. El asesinato de Calvo Sotelo impactó a los militares que ya preparaban el golpe de estado para finales de julio, por lo que decidieron adelantar al día 18 la sublevación, que empezaría en Marruecos, donde se encontraba la mayor y mejor guarnición del ejército español.

Imagen superior: Manuel Azaña fotografiado en 1933. Wikipedia