La nueva generación Ortega empuja fuerte, no sólo en el Club de Judo y Defensa Personal que fundó su padre, José Manuel Ortega Molero, en la calle Conde de la Cañada, 6, de Ciudad Real en 1984, sino intentando superar a su progenitor en todo, incluso en titulación y campeonatos de este arte marcial. Una de sus hijos, Sara Ortega, va camino de ello, es maestro nacional de judo y defensa personal, cinturón negro cuarto dan, y maestra de Primaria de Educación Física. Quiere llegar al cinturón blanco-rojo a los 36 años, ganando por edad a su padre, maestro nacional de judo cinturón blanco-rojo siete dan y director del club ciudadrealeño.
Ambos viven el judo con pasión, no saben hacerlo de otro modo. El fundador afirma que este arte marcial es y ha sido una escuela de vida para él, “me ha enseñado honor, coraje, respeto; pienso en modo judo, como funciono en el tatami funciono en la vida”. Sara lo ha vivido desde bebé, nació prácticamente en el club, jugaba en el club y creció en el club, no podía ser otra cosa, “a mí me ha dado valores para la vida, respeto, educación y compañerismo”.


Tras cuarenta años de singladura, José Manuel Ortega se siente privilegiado por haber podido desarrollar su profesión en aquello que ama, siendo reconocido y valorado a escala nacional, tanto por grados y titulaciones como por alumnos medallistas nacionales en todas las categorías, desde infantil hasta absoluto, y un alumno veterano campeón de Europa y del mundo que lleva más de 30 años compitiendo, Jorge Galán.


Tanto José Manuel como Sara, Sara como José Manuel dan clases a diario, de lunes a viernes, de cuatro de la tarde a casi once de la noche, a niños y niñas, jóvenes y adultos hasta los 60 años, diferenciándolos por franjas de edades, “por un lado impartimos un judo recreativo en el que los alumnos no compiten hasta determinado nivel, tenemos la actividad ‘Famijudo’ en la que implicamos también a los padres y madres”, explica José Manuel. Por otro lado, preparan y entrenan a los alumnos de competición, con clases específicas, katas, exámenes. Aclara el maestro de judo que esto no es fútbol, “el judo requiere de un aprendizaje continuado en el tiempo y de una gran implicación”.


Los fines de semana, ambos se dedican a competir, ajustándose al calendario nacional de la Real Federación Española de Judo. Desde hace más de 20 años, el club ciudadrealeño pertenece a la Federación Madrileña de Judo, lo que les ha permitido perfeccionar, trabajar y evolucionar técnicamente como centro, transmitiendo dichos conocimientos a todos sus alumnos. Sara ha sido una alumna aventajada, no sólo por el legado, sino por el compromiso, amor y entrega por el judo, participando en todos los campeonatos nacionales y regionales, desde infantil a absoluto, ganando muchas medallas con logros al alcance de muy pocos, pero también aprendiendo a marchas forzadas lo bueno y malo de la vida.


Desde hace cinco años, Sara imparte defensa personal para niñas a partir de 13 años cada dos jueves, “primero acudieron las madres de nuestros alumnos y tuvo una gran acogida; lo ofrecemos incluso de forma abierta y gratuita en días especiales como el 25 de noviembre o el día de la mujer, también vamos a ayuntamientos o colegios para enseñarles las técnicas”, comenta.


El futuro de este club deportivo, donde nada más pasar puede leerse: “Caer, levantarse y nunca, nunca rendirse” es continuar haciendo lo que mejor saben. “Estoy muy orgulloso de Sara, está igual de ilusionada que yo cuando empecé, lo que me hace disfrutar aún más si cabe del judo, un deporte y arte marcial que requiere no sólo de mucho entrenamiento y regularidad, sino de conocimientos, incluso de palabras en japonés y de años de experiencia”. No obstante, reta a su hija, “tiene muy difícil superarme y ser cinturón blanco-rojo antes que yo”, sonríe. Veremos.


Enhorabuena y felicidades por 40 años de buen judo y más.