A veces miramos atrás y nos sorprende cómo eran las cosas hace dos décadas. Justo antes del cambio de milenio, cuando contábamos en pesetas. En aquellos tiempos, no era obligatorio el cinturón de seguridad en la parte trasera del coche, ni sillas adaptadas para los más pequeños. Entrábamos en las tiendas con el cigarrillo en la mano y hacíamos chistes sin preocuparnos de si ofendíamos a alguien, porque todo el mundo sabía que se trataba de chistes sin ánimo de ataque. Nos enviábamos postales con nuestros romances de verano, comprábamos por catálogo y pagábamos contra reembolso. Tomábamos unas cañas o unos vinos y echábamos unas monedas en las máquinas tragaperras o leíamos el periódico café en mano. Veíamos los partidos de fútbol con los amigos en el bar de la esquina, y pirateábamos el Canal + o el Imagenio.

Volvamos la vista al frente. Acabamos de cambiar de década. La peseta queda erradicada definitivamente. No lo hemos hecho del todo mal en la adaptación al euro, seguimos vivos y dentro de la UE. Con algo de esfuerzo, pero nos mantenemos. Estamos a las puertas de una transición en cuanto al mundo del motor se refiere, con unos combustibles fósiles que aguantarán algunos años más antes de cederles el trono a las baterías de litio, que también contaminarán y que también tendrán su ascenso y descenso. No se nos ocurre encender un cigarrillo en casa ajena sin permiso, y de hecho no entramos al patio del colegio de nuestros hijos ni fumando ni con el perro. La capa de ozono se toma un discreto respiro en su lucha por mantenerse intacta. Las cartas han dejado paso a las redes sociales y a los servicios de mensajería, que utilizamos para decir “te quiero” de vez en cuando y para revolvernos contra todo lo que consideramos ofensivo cada dos por tres. Eso sí, con prudencia, no sea que alguien se lo tome como un ataque. Compramos en AliExpress y pagamos con PayPal o ApplePay.

Sin embargo, las cañas no nos las quita nadie. Hay quienes cuidan su figura y se pasan a la cerveza sin, a la Coca-Cola Zero o incluso a la Zero Zero, pero la costumbre de reunirnos en los bares de barrio es algo muy nuestro que se mantiene como sello cultural. Los fumadores salen a la calle resguardados por las “setas” de calefacción pero no dejan atrás sus cañas. En cuanto a las tragaperras, siguen existiendo, prácticamente las encontramos en todos los bares, pero eso sí, también han sucumbido a la era digital. Hoy por hoy podemos encontrar cientos de tragaperras online gratuitas o para ser jugadas a la vieja usanza, con dinero real. Han cambiado mucho, no obstante, acorde con las exigencias de un público cada vez más variado. Acorde con el resto de alternativas de entretenimiento, también se ha apuntado a las colaboraciones con franquicias de cine, música o televisión, para ofrecer máquinas virtuales exclusivas como Narcos, Jimi Hendrix, Emoji Movie o Jumanji.

El fútbol, este sí que es sagrado. El actual estilo de vida, frenético y marcado por una agenda, no permite a todos disfrutar de esos partidos entre amigos, pero también se ha vuelto más asequible verlos desde casa, ya no hace falta piratear el Canal + porque la televisión de pago se ha vuelto más económica. De cualquier modo, la nueva moda es acudir a las salas de juego para sustituir las porras de los bares o las quinielas de toda la vida por las apuestas en directo. Locales con grandes pantallas en las que disfrutar un partido, sin humo, con amigos, y con las cañas de siempre, no obstante.

¿Hemos cambiado tanto? Parece que somos fieles a nuestra esencia, pero con acceso a herramientas diferentes. El smartphone en el centro de todo. Funcionando también con batería de litio, promete también contaminar menos gracias al papel cero en facturaciones electrónicas, periódicos digitales y música sin necesidad de soportes físicos que fabricar, transportar y almacenar. Videojuegos en la palma de la mano, sean Fortnite o tragaperras de última generación. Fotografías que no se imprimirán en papel, declaraciones de amor fugaces que prescribirán a las 24 horas de ser publicadas en una story, escaparates y catálogos online que nos entregarán en la puerta de nuestra casa la ropa deseada totalmente precintada, sin que nadie se la haya probado en una tienda dejándola impregnada de su aroma.

Sí, el ambiente es más aséptico. Menos contaminante, más minimalista. Más responsable a nivel de consumo y ecología. Ha perdido un poco de encanto y, aunque parezca que el mundo es más violento o que se encuentre descontrolado, en realidad estamos generando mucha contención, (nadie dice que sea sin motivo), para que el mundo sea un lugar más seguro y en el que todas las personas se sientan parte de él. Parece que todo apunta a una evolución que persigue una reconciliación con la naturaleza, aunque para ello necesitemos algunos ajustes, gran parte de ellos tecnológicos. Aún así, nuestra esencia social, nuestra necesidad de evasión y nuestras ganas de divertirnos siempre marcarán las tendencias.