
Fidel Torres / Periodista
Bueno, amigo y fiel Lorencito, te anuncio que ha llegado el momento de poner fin a esta colaboración, a estos diálogos no siempre edificantes, a menudo pelmas, con los que a lo largo de dos años hemos tentado la paciencia (como modernos Catilinas) de los lectores de Ayer&hoy sin que estos hayan llegado a tomar represalias pese a los muchos méritos que, para ello, en ocasiones, hemos hecho.
-Vuestra excelencia me deja de piedra ya que, por nada del mundo, esperaba yo semejante espantada. Y, a todo esto, ¿a qué se debe semejante decisión?
-Semejante decisión, Lorencito, ha sido muy meditada, y son varios los motivos que me han llevado a ella. El primero es que dos años ya son suficientes para decir tontunas y no debemos aburrir al personal. Otro es el deseo de cerrar mi propia andadura como articulista; la inicié allá en el año 1978 y ya va siendo hora de dejar paso a plumas más lúcidas y valientes.
– Reconozco, admirado maestro, que pueden ser motivos para pensárselo, pero no creo que sean suficientes para tomar tan radical decisión. Seguro que tras ello hay algo más.
– Siempre hay algo más, ya sea conocido, ya lo tengamos muy oculto en nuestro interior. Pero insisto en que los motivos antes expuestos son más que suficientes para cortarnos la coleta, como lo hubiese hecho el gran Juan Belmonte si la hubiera llevado.
– Pues ese motivo oculto es el que deseo saber. Lo pido como último favor ya que veo que la decisión está tomada.
– Intentaré explicarlo, aunque no es sencillo, porque al fin y al cabo lo que muchas veces consideramos como razones no son sino sensaciones. Eso que se dice de que el corazón tiene razones que la razón ignora. Pero ahí va.
– Sí, que venga, que venga.
– Cuando el “caudillo” entregó su alma al Altísimo, un servidor llevaba ya 21 años soportando la dictadura de un puñado de iluminados que, durante cuarenta años, hicieron del sufrimiento ajeno su fuente de riqueza. Por ello, cuando su cabeza visible pasó a mejor vida, un gran número de españoles vimos cómo se abría un luminoso horizonte en el que se vislumbraba la libertad, la dignidad y un poco de justicia para la mayoría. A esta idea se fueron apuntando incluso muchos de los españoles “franquistas”, y la democracia parecía que se asentaba (entre sangre y sangre made in ETA y ruido de sables, recuérdese a un tal coronel Tejero) de forma que, tras los esfuerzos y sacrificios de la UCD, la primavera floreció con una victoria absoluta del PSOE (los rojos, fijarse) que reinó durante 14 años hasta que la alternativa de Aznar, acabó con unos gobiernos que ya no daban más de sí. Durante ocho años las cosas no fueron mal hasta la foto de las Azores, los atentados de Atocha y esa manía del PP de meter a ETA en todos los guisados.
Hasta ese momento todo nos pareció ilusionante y, pese a las trapacerías habituales en esta piel de toro, la sociedad española, y con ella los profesionales de la información, veíamos con optimismo un futuro de honesta convivencia.
Sin embargo a partir de aquí las cosas empezaron a torcerse, muchos españoles ya no habían vivido la dictadura, los primeros políticos (que hicieron la transición con inteligencia y sentido común) pasaban a segundo plano y fueron sustituidos por advenedizos, trepas y pescadores de río revuelto. Pero sobre todo la sociedad española se creyó segura en una democracia como nunca había habido en España. Y así llegó el todo vale, la libertad todo lo permite, lo importante es escalar, estar arriba, todos son derechos, no hay deberes. Y para rematar este estado de total relajamiento, aparecen las redes sociales en las que nadie sabe quién es quién y todo se tolera: la mentira grosera, el bulo insidioso, la media verdad, la imbecilidad babosa, la difamación por propio interés, el insulto burdo, la malicia y, sobre todo, la ruin cobardía. Consecuencia: la sociedad española, cada vez peor informada (los medios de comunicación se corrompen de forma alarmante), cada vez más ignorante, se duerme en los laureles y se deja manipular por auténticas bandas de gánsteres que están ocupando los puestos claves del poder mundial y que, de seguir así, nos llevarán de nuevo a las cavernas.
– Muy exagerado me parece su análisis. Ya será menos, querido maestro.
-Bueno, te concedo que antes de llegar al paleolítico hemos de pasar por la edad media y eso llevará algunos años, así que todavía no te compres las pieles, espera a las rebajas.
– Bien, ¿Y todo esto que tiene que ver para dejar de escribir estos artículos?
-Todo Lorencito. Me siento ajeno a una sociedad que no quiere oír ni ver, acomodada en la laxitud de la mentira, refractaria a contrastar datos, sedienta de adulación y cerrada a asumir la menor crítica, y que ha puesto el servilismo en un pedestal. Ni yo ni mis artículos encajamos en ella. Ya he predicado bastante en el desierto y no quiero perder tiempo ni hacérselo perder a nadie. Espero que gente más joven, con más brío y conocimientos recoja el testigo. Así que gracias a ti y a Ayer&hoy por estos dos años. Vale.