La fractura de cadera es una lesión grave que afecta principalmente a adultos mayores. La causa más frecuente en personas mayores de 65 años es la aparición de una enfermedad osteoporótica, debido a la fragilidad ósea que esta lleva aparejada. También es más frecuente en mujeres que en hombres, puesto que sus huesos, por constitución genética y por pérdida de minerales como el calcio (menopausia) son más frágiles. El segundo factor de riesgo que influye en la alta incidencia de estas fracturas en las personas mayores es la disminución de movilidad y agilidad, así como la pérdida de capacidad auditiva y visual, que hace que sean más susceptibles de tener caídas.
El síntoma principal que aparece tras una fractura de cadera es el dolor, que viene aparejado en la mayoría de los casos de una limitación funcional, es decir, de la incapacidad para la deambulación. En gran parte de los pacientes, somos capaces de sospechar la fractura porque tienen el miembro inferior acortado y en rotación externa, y al movilizarlo exacerbamos el dolor. El diagnóstico definitivo en la inmensa mayoría de los casos no precisa más allá de una radiografía de cadera en sus 2 proyecciones. Esa imagen no solo nos confirmará el diagnóstico, sino que además nos servirá para clasificar si la fractura se sitúa entre los 2 trocánteres o por el contrario afecta al cuello femoral. Esta división es de especial trascendencia pues el tratamiento quirúrgico es totalmente diferente en cada caso.
En la primera imagen la fractura se sitúa entre los 2 trocánteres. En cambio, la segunda afecta al cuello femoral. Y decíamos que es trascendente porque en el primer caso el tratamiento quirúrgico se realiza mediante la implantación de un clavo intramedular y en el segundo como está afectado el riego de la cabeza no tenemos otra opción que sustituirla por una prótesis.
La necesidad de disminuir el grave dolor y la incapacidad asociada hace que la fractura de cadera precise un tratamiento quirúrgico prácticamente en todos los casos. Además, esta cirugía debe realizarse de una forma óptima durante las 48 horas posteriores a la fractura, pues el tratamiento precoz posibilita una pronta movilización del paciente, disminuye el dolor y también el sangrado, mejorando las posibilidades de recuperación funcional y de la actividad previa a la fractura.
A largo plazo las consecuencias de no intervenir la cadera fracturada serán el dolor y la deformidad mantenidos en el tiempo y con frecuencia la no unión de la fractura conocida como pseudoartrosis. Estas alteraciones llevarán a la incapacidad para la deambulación y para la recuperación del paciente. Por ello, ante una fractura de cadera, la mejor decisión será la intervención quirúrgica con reducción y estabilización de la fractura y la movilización temprana del paciente.