Durante la Edad Media, en el mundo cristiano, una familia que tuviese un cerdo en su casa o en su pequeña granja era un símbolo de prosperidad y garantía de futuro -“del cerdo se aprovechan hasta los andares”-, ya que en caso de guerras o malas cosechas tenían una fuente de alimento al que recurrir y con el que poder subsistir -además de carne, proporciona embutidos durante un año para la alimentación de una familia-. Recordemos que en la Europa de la Edad Media la esperanza de vida para el hombre era de 49 años y el de las mujeres de 53 años. Durante este periodo de la historia, los pastores de cerdos eran los que mejor conocían los bosques y los linderos, por lo que eran llamados para atestiguar sobre los límites de propiedades y definir su extensión. Hay que recordar que comer carne era un privilegio que solo estaba al alcance de clases adineradas; las clases populares debían conformarse con pan, cereales (gachas), que dependía de la zona geográfica, y casquería. Ante la dificultad para consumir carne
por los menos pudientes, tener un cerdo era como ahora tener unos ahorros en una hucha para echar mano de ellos en caso de necesidad… por eso tienen forma de cerdo.