La definición de niño ha variado a lo largo de la historia dependiendo de las diversas culturas. Pero siempre ha contado con un cierto consenso, aunque sólo sea por la imposición de la naturaleza, lo que es un niño. Hoy se considera que la primera infancia, de los 0 a los 5 años, representa una etapa decisiva en el desarrollo de las capacidades físicas, intelectuales y emotivas del ser humano, además de ser la etapa
más vulnerable del crecimiento, por la gran dependencia que requiere de los demás.

somos como niños

Es una fase trascendental en la formación de un hombre porque en ella se forman las capacidades y condiciones esenciales para la vida, se configura la mayor parte del cerebro y sus conexiones, y se toma contacto con el entorno y la vida. Además es una etapa en la que la relación con la madre es fundamental. La familia, la comunidad y la escuela marcarán el crecimiento de la persona y en estos primeros años entrarán en juego conceptos como el aprendizaje general, el juego, el descubrimiento del mundo, la motricidad y la creatividad, a la vez que el aprendizaje de las normas sociales y los valores del ser humano.

Todo empieza unos meses antes del nacimiento, cuando la familia, y de forma especial la madre, ya se están preguntando si será niño o niña, puesto que esto determinará el puesto que ocupe tanto en su más inmediato entorno como en la sociedad. Hoy día hay sistemas que hacen posible conocer el sexo del bebé desde la semana 8 de embarazo y con más de un 99% de fiabilidad, una precisión gracias a la utilización del ADN y los cromosomas.

El nacimiento. Hay dos momentos claves en la vida. El nacimiento y la muerte. Y ambos pueden ser dulces o traumáticos, dependiendo de las circunstancias. ¿Nacer en el hogar? ¿En el hospital? Elegir cómo traer un hijo al mundo es un derecho, de forma que podemos elegir entre sanidad pública o privada, o incluso dar a luz en casa, con la asistencia de una matrona, dos posturas antagónicas que se debaten entre las mejores condiciones de seguridad y recursos sanitarios del hospital avanzado tecnológicamente, y el clima cálido y confortable del hogar. Ambas tienen ventajas e inconvenientes aunque aún la mayoría de las madres optan por el hospital.

Una vez que el niño se encuentra en la cuna, cuando ya existe real y legalmente, éste se enfrenta a una situación emocionante, nueva y muy misteriosa, iniciando un desarrollo que pasa por muchas etapas.
Las primeras las supera de una forma inconsciente pero las otras ha de asumirlas ya con placer o dolor, según toque, entrando en contacto con todo aquello que le rodea. Haciéndose, en definitiva, un hueco en el mundo.

Nada más nacer, el oído y el olfato son las herramientas que tiene el bebé para poder orientarse. La vista es el sentido que tarda más en desarrollarse. Durante los primeros meses los bebés están totalmente
orientados hacia las demás personas. Reconocen objetos, como chupetes o peluches, pero les interesan mucho más las caras. A los cuatro meses ya se fijan en los detalles y sus ojos se mueven con precisión.

A los seis meses ya pueden extender la mano y tocar sus peluches aunque tardarán medio año en poder comprender que aunque los objetos se escondan, no dejan de existir. Finalmente a los nueve meses, los
sentidos de los niños funcionan como los de los adultos. Al cumplir el año muchos bebés comienzan a dar sus primeros pasos, primero de una forma titubeante y poco apoco más rápido y con mayor seguridad. A esta edad, por la cabeza del niño pasan dos posturas contrapuestas: el vínculo con su madre, es decir, la seguridad que le aporta y la curiosidad que le ayuda a desarrollar su inteligencia.

Relación con el entorno. Cuando llegamos a los dos años nos encontramos con que los niños tienen una enorme confianza en sí mismos. Piensan que pueden hacer cualquier cosa y que el mundo gira a su alrededor y no entienden por qué los mayores no les dejan hacer lo que quieren. Los pequeños ordenan
su mundo y sienten que éste está bajo control. Pero si algo no se cumple la seguridad desaparece y se enfadan porque solo perciben confusión.

Con cuatro años y su mundo ya es casi inabarcable, está mucho más vivo y lleno de variedad pero también es mucho más inquietante y amenazador porque piensan que los objetos pueden moverse y sentir igual que ellos. En esta etapa necesitan mucha protección y compresión para poder descubrir nuevas cosas sin miedo. No debemos olvidar que los niños no piensan como los adultos, no distinguen entre realidad y fantasía. El mundo de los adultos es demasiado complicado para ellos, por eso se lo pasan tan bien cuando juegan con otros niños.

lo que nos dice el pediatraLo que ve la madre. Todo lo explicado anteriormente sólo puede ocurrir si intervienen otras personas, habitualmente la madre. Esta es quien le cuida, le alimenta y limpia, le ordena los tiempos, se relaciona con él. La madre (o la persona que en casos excepcionales pueda sustituirla) es imprescindible. Sin ella el niño perecería. Pero no siempre las madres lo hacen todo bien. Por ejemplo, suelen cometer errores que a veces se trasmiten de generación en generación y que, aunque no son peligrosos, sí pueden influir bastante en el desarrollo del niño. Así hay madres que esterilizar todo hasta que el bebé cumple un año, algo que no es recomendable porque el bebé debe entrar en contacto con un número determinado de bacterias que le ayuden a desarrollar sus propias defensas. Tampoco hay que arrroparlos demasiado
pues se aumenta el riesgo de asfixia y muerte súbita. El silencio excesivo en la casa para proteger al niño tampoco es aconsejable pues al mes y medio los patrones de sueño del bebé empiezan a relacionar los ciclos de luz-oscuridad y el pequeño está más predispuesto a dormir más tiempo por la noche. Tampoco debemos bañarlo todos los días. Los pediatras aseguran que basta con dos o tres veces a la semana. Y cuidado con los jabones.

La teoría de que hay que dejar llorar a los niños porque si no se mal acostumbran no tiene ningún fundamento. Cuando un recién nacido llora debemos cogerle en brazos en seguida, consolarle e intentar averiguar qué necesita para proporcionárselo.

Y como consejo final debemos ser conscientes de que los tiempos cambian y lo que hace 30 años era ideal para los bebés, hoy ya no se recomienda.

Y llega el colegio.Y cada vez a una edad más temprana. Pero ¿por dónde empezar? ¿Qué debo saber para llevarlo a uno u otro? Son muchos los factores que hay que tener en cuenta. Sí es verdad que la cercanía geográfica suele ser determinante. Y el precio, también, por supuesto.

Si los padres tienen más o menos claro lo que quieren la búsqueda suele resultar más fácil, pero si hay discrepancias a veces no se sabe por dónde empezar. Como en todo, cada familia es un mundo y lo que a una le interesa para otra no tiene importancia. Sin embargo, hay una serie de puntos generales que podemos tener en cuenta.

Por ejemplo, ¿le cambian los pañales? En muchos centros lo hacen pero en otros llaman a los padres para que vayan a cambiarlos. La comida también es algo que a los padres les preocupa mucho, tanto la cantidad, como la calidad o si hay personal en el comedor que les ayude. O la siesta. Este es un tema fundamental para muchos padres. En algunos colegios duermen en camas y en otros apoyados en un cojín sobre la mesa. Y no digamos nada de las instalaciones para ocio y juegos.

¿Tienen patios separados? ¿Qué medios tiene el colegio? ¿Piscina? ¿Parque?

Pero lo más importante es el Proyecto Educativo de cada centro y cómo se lleva a la práctica y sobre todo si los tres años de educación infantil van estar con el mismo profesor o cada año van a tener uno diferente. Al final todo esto podemos resumirlo en que no existe el colegio perfecto, sino el colegio que más se acerca a las necesidades de cada niño según los medios económicos de cada familia.

Aprovechar el tiempo. El aprovechamiento del tiempo por parte de los niños es muchas veces una asignatura pendiente, puesto que en principio, a todos los niños el tiempo les trae sin cuidado. Por eso es
importante que se les enseñe a valorarlo, para que aprendan a organizarse en el día a día en su totalidad. Para ello hay que inculcarles la idea de que cuanto más aprovechen su tiempo y más productivos sean
en sus tareas, antes podrán disfrutar de su tiempo libre. El niño debe tener tiempo para jugar, experimentar, e imaginar, porque es fundamental para su desarrollo como persona; pero aprovechar el tiempo en tareas ajenas al juego, formativas en todos los sentidos el tener la seguridad de que las cosas obligatorias están hechas, las tareas realizadas, reduce la tensión de tener cosas pendientes, y le dan libertad y le quitan la sensación de que al día le faltan horas.

Muchos niños viven estresados debido a un amplio programa de actividades extraescolares o de tareas escolares pendientes, con jornadas extenuantes, programadas desde que se levantan hasta que se acuestan. Y no nos damos cuenta de que escuchar música, compartir juegos y charlas también es necesario y para ello, para conseguir ese tiempo añadido y necesario, han de ser muy organizados con el tiempo dentro y fuera del hogar.

Límites y normas en la educación. La educación significa normas y límites. Estas deben estar muy claras para el niño. Pero también para los padres. Estos muchas veces no saben cómo poner límites en la educación de los hijos, cómo conseguir que los niños cumplan las normas o cómo imponer una disciplina. Los expertos coinciden en que los niños necesitan que les demos límites porque:

– Necesitan un modelo de conducta adecuado que seguir para orientarse.

– Necesitan límites para protegerse de los peligros y riesgos. Deben aprender que si acercan la mano al fuego pueden quemarse.

– Hay que indicarles hasta dónde puede llegar con sus actos porque de lo contrario terminarán siendo niños tiranos.

– Finalmente la ausencia de límites puede potenciar la pasividad y la apatía en el niño.

Estos límites deben imponerse desde el primer año. El bebé tiene que aprender a interpretar e identificar ese NO. Además los padres deben estar preparados para discutir con los hijos, algo agotador pero necesario, asumiendo que el niño no es capaz de asumir grandes responsabilidades. Pero además es sumamente importante que los padres sean coherentes y consecuentes.

El juego en el desarrollo del niño. El juego constituye un elemento básico en la vida de un niño, es necesario para su desarrollo puesto que aprenden a conocer la vida jugando. El niño necesita hacer las cosas una y otra vez para aprenderlas, por lo que los juegos tienen carácter formativo al hacerlos enfrentar una y otra vez a situaciones que tendrán que dominarlas o adaptarse a ellas. A través del juego
los niños buscan, exploran, prueban y descubren el mundo por sí mismos, siendo un instrumento eficaz para la educación.

Así el juego propicia que se desarrollen capacidades, ya que los niños se mueven, ejercitándose casi sin darse cuenta, reforzando su coordinación psicomotriz y la motricidad gruesa y fina, siendo saludable para todo su cuerpo, músculos, huesos, corazón, etc.

El juego lleva igualmente al desarrollo sensorial y mental, mediante la discriminación de formas, tamaños, colores, texturas, etc. También facilita la capacidad afectiva al experimentar emociones como sorpresa, expectación o alegría, a la vez que desarrolla la creatividad y le imaginación.

Finalmente, entre otras muchas cosas, forma hábitos de cooperación ya que para poder jugar se necesita de un compañero.

Texto: Ayer&hoy
Fotos: Colegio Santo Tomás y Policlínicas AC