Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

Hacia el siglo VI a.C. los contactos entre las poblaciones indígenas peninsulares y los mercaderes fenicios y griegos acabaron por dar lugar a una notable transformación cultural en los pueblos peninsulares, proceso que conocemos como “iberización”. A partir de ese momento podemos hablar de la Cultura Ibérica, que en las tierras que comprenden la actual provincia de Ciudad Real estaría representada por los oretanos, que crearán una estructura jerarquizada del poblamiento, en el que destacarán una serie de grandes poblados, conocidos como “oppida”, que presentan una notable extensión, cuentan con potentes estructuras defensivas, se sitúan junto a importantes rutas de comunicación, controlan un amplio territorio y en ellos se pueden distinguir diferentes áreas: hábitat, religiosa, artesanal, funeraria… Entre estos “oppida” debemos destacar algunos como Alarcos (Ciudad Real-Poblete), Cerro de las Cabezas (Valdepeñas), Sisapo (Almodóvar del Campo), Los Toriles (Villarrubia de los Ojos) y Oretum (Granátula de Calatrava), de los que dependerán otros asentamientos de menor entidad.

Los influjos mediterráneos entre las poblaciones íberas, y más concretamente entre los oretanos, serán muy evidentes y se pondrán de manifiesto a través de diversos aspectos como la incorporación de la metalurgia del hierro, la adopción del torno alfarero, el desarrollo de la escultura en piedra, la progresiva incorporación de la moneda y la escritura, la adopción de ciertas divinidades y rituales religiosos…

La economía de los oretanos era de base agraria. Explotaban intensamente el entorno de los asentamientos, donde cultivaban cereales, básicamente trigo y cebada, además de otros productos como leguminosas (lentejas, guisantes) y frutales como ciruelos, higueras y almendros. En la ganadería destacaban especies como la oveja, la cabra, la vaca, el cerdo y el caballo. Esta economía productiva estaba complementada con la caza de especies como el jabalí, el ciervo y la liebre, además de la pesca, la apicultura y el aprovechamiento de los bosques. Buena parte de la producción agraria tenía una finalidad de subsistencia, aunque las aristocracias asentadas en los principales poblados oretanos también diseñaron un sistema capaz de producir excedentes, que eran almacenados en destacadas estructuras, como las documentadas en Alarcos y en el Cerro de las Cabezas, que permitían controlar la producción excedentaria con la que comerciaban con los mercaderes mediterráneos, quienes, a cambio, aportaban productos exóticos y de lujo como telas, perfumes o cerámicas áticas.

A la izquierda esfinge alada ibérica encontrada en el cerro de Alarcos, al igual que la falcata ibérica de la derecha, aparecida en el mismo lugar. Ambas se encuentran expuestas en el Museo provincial de Ciudad Real.

Otra importante actividad económica desarrollada por los oretanos fue la minería, destacando, en este sentido, el protagonismo del entorno de Sierra Morena-Valle de Alcudia, donde se han localizado interesantes yacimientos mineros de plomo, plata y mercurio, algunos de los cuales presentan evidencias de haber sido explotados desde época prerromana. El mineral obtenido en estos yacimientos permitía ampliar los contactos comerciales con fenicios y griegos, además de desarrollar una notable actividad metalúrgica a los oretanos, que demostraron controlar la metalurgia del bronce y del hierro, además de la orfebrería, dejando evidentes muestras de ello a través de destacadas producciones como armas, adornos, objetos decorativos, exvotos y joyas.

La notable capacidad artesanal de los oretanos también se puso de manifiesto en la alfarería, donde lograron realizar objetos de una elevada calidad. La incorporación del torno les permitió elaborar objetos estandarizados con arcillas muy cuidadas. La decoración de los recipientes cerámicos consistía en la aplicación de pintura en tonos rojizos, anaranjados y marrones con los que elaboraban motivos geométricos (líneas, bandas, círculos concéntricos…). En ocasiones, estas decoraciones pintadas se complementaban con decoraciones impresas realizadas con estampillas que presentaban muy diversos motivos (geométricos, vegetales, zoomorfos y antropomorfos). Los oretanos también nos han legado importantes muestras artísticas, básicamente esculturas, entre las que cabe destacar la esfinge de Alarcos y los toros de Alhambra y Alcubillas, elementos que proceden de necrópolis de incineración, donde se enterraba una parte de la sociedad oretana, cuyos restos cremados se introducían en urnas de cerámica junto a diversos elementos de ajuar. En el ámbito de las creencias también hay que mencionar la existencia de santuarios donde los oretanos realizaban a sus dioses diversos tipos de ofrendas como alimentos y exvotos.

Izq.: Granátula de Calatrava. Dcha.: “oppida” de Alarcos, en Ciudad Real – Poblete.