Juan y Vicente en el taller de la calle Iglesia nº 5

Juan y Vicente en el taller de la calle Iglesia nº 5

Papelería Rodríguez es, posiblemente, uno de los establecimientos más longevos que existan en Manzanares. Tal y como nos informa su actual dueño, Manuel Rodríguez Mazarro, por su propia naturaleza siempre ha sido denominada y caracterizada como una “imprenta”, lo que fue en sus inicios y complementada con el paso de los años por los diversos servicios de “papelería”, aunque perdurando el nombre inicial. Este proceso evolutivo se ha completado en la actualidad con la introducción de las técnicas actuales de reproducción a través de ordenadores, llegando a un elevado nivel de perfección al digitalizar los trabajos de impresión, algo que nada tiene que ver con las tecnologías de los viejos tiempos.

Los comienzos de la Imprenta Rodríguez se remontan al año 1921, cuando Antonio Rodríguez Medina, bisabuelo del actual dueño, compró la litográfica que le vendió Máximo González Nicolás Rubio Manzanares. En dicha empresa ya trabajaban como aprendices el propio abuelo del actual dueño, de nombre Juan y su hermano Vicente Rodríguez. Este negocio se inició en la calle iglesia nº5 (tras la Parroquia), quedando posteriormente en propiedad de Juan y Vicente que lo recibieron de su padre. Continuando el oficio, bien relacionados con Manzanares, consiguieron acaparar los trabajos de comercios, bodegas y otras muchas empresas, llegando al punto de tener que ampliar el negocio, trasladándose en 1929 a un local en la calle Toledo nº 4, donde se encuentra en la actualidad. Aquello les permitió instalar escaparates y despacho al público.

Antonio Rodríguez Medina

Antonio Rodríguez Medina, fundador y bisabuelo del actual dueño

Mientras el progreso del pueblo continuó en auge y la papelería formo parte de ese crecimiento ya que incrementó el renglón de ventas con el servicio de material de contabilidad, que llamaban “objetos de escritorio”, a las diversas oficinas, material que actualmente podemos definir como “de museo”.

Cuando llegó la época de la discordia entre los bandos políticos, la guerra civil de 1936, la imprenta fue incautada. Pero una vez terminó aquella situación volvió a las manos de sus inicios y se reanudó el trabajo tal y como se había desarrollado en los años anteriores al conflicto bélico. Fallecidos los fundadores, quedando herederos sus hijos. Jesús siguió con la Imprenta, que amplió y trasladó a la calle San Marcos nº 5 en el año 1970, quedándose la Papelería en la calle Toledo nº4, regentada por Manolo, padre del actual dueño. Ésta amplía su área de negocio con el tema de fotografía y a la vez que consigue la expendería nº 4 de tabacos con una gran ayuda de su mujer Toñi, la madre de Manuel, que detrás de las cortinas, como contable, ha contribuido en gran medida a la continuación y crecimiento del negocio del abuelo.

Siguen pasando los años y manolo, padre del actual dueño, decidió jubilarse por lo que éste, que disfruta con el trato con el público continúa con la saga de la “Imprenta Rodríguez”, que por supuesto ya nada tiene que ver con la fundada hace casi un siglo. Y aunque algunas veces es difícil el trato con el público, porque cada cliente es un mundo y hay que ser hasta un poco psicólogo, durante todos estos años consigue no sólo mantener y aumentar el número de clientes sino convertir a muchos de estos en amigos.

Pero además hay algo que no ha cambiado con el tiempo y es ese orgullo de seguir manteniendo el negocio que ha dado de comer a una familia durante toda una vida muchas veces en dura lucha, como la que se mantiene con las grandes superficies que como muy bien saben otros pequeños empresarios hacen constantemente la guerra al pequeño comercio, “aunque nunca nos ganarán en el trato directo con el cliente”, nos comenta Manuel.

“Desde pequeños tanto mi hermano Juan Luis, como yo hemos arrimado el hombro, ya que, como antes se hacía, se estudiaba y se ayudaba en el negocio familiar y por determinación mía decidí quedarme en la tienda la cual me está dando muchas satisfacciones, como a mi padre ya jubilado y a mi abuelo ya fallecido. Lo llevo en la sangre”.

Pero además esta tienda es transformista y polifacética, porque ha de seguir los distintos cambios que tiene en cada temporada…

Así, en carnaval se viste de “guasa”, serpentina y cachondeo, y en Navidad de luces, clásicos belenes, ilusiones y sueño.

Fachada de la imprenta papelería en el año 1960

Fachada de la imprenta papelería en el año 1960

Y no digamos en época escolar, que por cierto ha cambiado y mucho, pues ya son lejanos recuerdos los de esa madre de antes que pedía un cuaderno para mates, otro para lengua, lápiz, sacapuntas, y un boli BIC. Ahora es un cuaderno de pasta dura rojo con cuadrado de 3×3 marca Lamela, otro de pauta 2,5 mm con margen azul y grosor de papel de 90gr. Un lápiz triangular Standler del nº 2 HB, Tippex y Pilot del 0,5…

“Todos estos cambios me gustan y a la vez me echo a temblar. Por ejemplo, ante esos clientes que vienen a pedir un regalo para alguien y no saben lo que quieren. Pero ahí estamos mis compañeras y yo para enseñar artículos, recomendar y aconsejar, porque de la papelería no salen sin llevarse el regalo, hacer una fotocopia o comprar un paquete de tabaco”, comenta Manuel.

Por todo esto Papelería Rodríguez conserva algo que ya la ha convertido en parte tanto del presente como del pasado, en referencia en Manzanares y, sobre todo, en pura memoria colectiva. “Hay mucha gente que vuelve a casa por Navidad, o que pasan por su pueblo natal en algún momento por circunstancias, van a la tienda, miran alrededor, sonríen, huelen y rebobinan 20, 30 ó 40 años en su vida y se me acercan diciéndome que allí compraban cuando eran niños sus libros para el cole y sus cartulinas para hacer sus trabajos, eso me llega. Preguntan por Manolo –Sí es mi padre- y me cuentan sus experiencias aquí en Manzanares y su papelería de toda la vida porque aprendieron a leer y escribir con el material que mi padre les vendió. Además, una cosa que tanto mis compañeras como yo hemos aprendido de nuestro jefe, y padre, Manolo entre otras muchas, ha sido que hay que ser un poco actor detrás de un mostrador, ya que aunque te duela algo por dentro o por fuera eso es para ti, nunca por tu cliente. Ellos tendrán lo suyo. Por nuestra parte siempre hemos de mostrar la sonrisa y la simpatía, lo que las grandes superficies no tienen, porque no sienten su trabajo como lo siento yo”, termina afirmando su actual dueño.