Carnaval Elegantes

Entierro de la Sardina en Ciudad Real en el año 1987 / Rafael Cantero

Si existe en el mundo una fiesta que sea popular y democrática es el carnaval. Ya sea en Río de Janeiro o en Torralba de Calatrava. Con el carnaval el individuo toma la calle pero, sobre todo, y gracias a la máscara, al disfraz, “recobra” su personaje. Porque si el carnaval ha perdurado a lo largo de los siglos es porque ha servido como válvula de escape de todas las ataduras que la sociedad impone al ser humano, ya sean económicas, sociales o sexuales. Durante estos días el pobre ejerce de rico, el débil de fuerte, el hombre de mujer, mientras el niño se pinta bigotes y se hace adulto junto al abuelo que, con un gigantesco pañal y un gran chupete, vuelve por unas horas a la infancia que nunca deseó abandonar.

Oficialmente el carnaval es una fiesta que precede a la Cuaresma y que, oficialmente también, termina el Miércoles de Ceniza, ya que en muchos lugares de nuestra provincia se celebra, posteriormente, el Domingo de Piñata, algo que no ocurre en el resto de España, ya que éste se entierra con La Sardina. Esta costumbre, la del Domingo de Piñata, no está claramente explicada y algunos de los expertos consultados lo achacan a que “puede estar relacionado con La Octava”. Igualmente coinciden en que las limitaciones o regulaciones que el carnaval haya tenido a lo largo de la historia no se relacionan directamente con actitudes de La Iglesia, sino más bien con puntos de vista político y, sobre todo, de orden público, ya que durante este festejo se aprovechaban los tumultos, y sobre todo el anonimato, para “ajustar cuentas”. Es este último punto el que se argumenta para que el Franquismo lo prohibiese de forma radical, lo que no siempre consiguió, como con tanta frecuencia se recuerda en Miguelturra.

Pero es evidente que el carnaval está muy vinculado con muchas actuaciones de la Iglesia, como puedan ser las Hermandades de ánimas, como la de Malagón, todavía vigente, y otras muchas ahora desaparecidas. Pese a todo ello no hay duda de que en el carnaval se ha mezclado siempre el aspecto profano con el religioso dando lugar a un auténtico fenómeno social.

Pero si hay algo que define al carnaval es una palabra: disfraz. Desaparece una persona para que aparezca otra. De hecho Manuel Machado los sintetizó en una frase que, tal vez, sea la clave de esta fiesta: “La esencia del carnaval no es ponerse la máscara, sino quitársela”. Sería la forma de manifestar, de sacar fuera una personalidad que existe pero que la sociedad no deja mostrar, y que durante unos días, incluso breves horas, aflora con fuerza para volver a quedar oculta, a fingir, durante el resto del año.
Por su parte Caro Baroja, tal vez el español que en los últimos cien años más y mejor investigó sobre el carnaval en España, venía a decir que estos tres o cuatro días no eran sino una válvula de escape de todas las represiones, ataduras, silencios, que tanto la sociedad como uno mismo, venían imponiendo al individuo a lo largo del año. Una forma de liberación que tomaba como disculpa la llegada de la Cuaresma, un periodo por otra parte excesivamente largo de silencio, penitencia y sacrificio. El carnaval, desde este punto de vista, sería tanto un grito de rebeldía, como de protesta y, tal vez, de dolor por lo que a continuación se le iba a imponer al individuo.

Otro aspecto del carnaval es que tiene dos formas claras de celebración. La individual y la colectiva, pese a que los expertos consideran que su esencia siempre es “individual”. Es en la evolución, sobre todo en los últimos años, cuando se le ha potenciado para convertirlo en un espectáculo público, con apoyo incluso de las instituciones para convertirlo en una atracción turística, motivo por el que surgen las peñas, la organización de desfiles y concursos e, incluso, la “semiprofesionalización” de dichos grupos.

Pero si queremos hablar del carnaval puro debemos referirnos a la máscara callejera, ya que esos espectáculos tan brillantes y, por qué no, deslumbrantes, no hacen sino desvirtuar la esencia carnavalera. Cuando los miembros de una peña deciden vestir todos de uniforme, no hacen sino ir en contra de esa máscara “guarrona”, “destrozona”, producto de la imaginación y el ingenio que muchas veces se pone en marcha minutos antes de disfrazarse, cuando sin saber qué ponerse ni cómo vestirse o maquillarse, se acaba echando mano de los restos de un traje ajado que reposa desde hace años en un viejo baúl y las faldillas de una mesa camilla, y con betún y un tizón, se elabora un personaje totalmente espontáneo y, a la vez, irreconocible para los más allegados. “¿A que no sabes quién soy?” se pregunta a la propia familia que no llega a reconocer a este nuevo personaje, ya que éste, como antes se ha indicad

Dibujo de Ángel Andrade para el carnaval

Dibujo de Ángel Andrade para el carnaval

o, suele sacar a la superficie esos sentimientos, esa personalidad, que día a día les está ocultando a quienes más cerca tiene.
Desgraciadamente hoy esta máscara callejera está en declive, habiendo desaparecido de muchas localidades.

En cuanto a nuestra provincia cada comarca mantiene unas peculiaridades propias (Los Perlines, los manteos del Judas, las actuaciones musicales…), aunque también muchos aspectos en común. Así podemos ver que los carnavales de Herencia, los de Almadén, los de Malagón, Almodóvar del Campo o los de Miguelturra, son distintos entre sí en muchos aspectos pero, por otra parte, mantienen numerosas cosas en común lo que les hace distintos a los de Cádiz, Lugo o Tenerife. De esta forma el carnaval se convierte en una forma más de marcar la personalidad de las comarcas.

El carnaval en Ciudad Real

Según nos informa Rafael Cantero, un gran experto en todo lo que es Ciudad Real y su historia y tradiciones, a principios del siglo XX Ciudad Real contaba con cuatro “círculos de recreo” en los que se celebraba el carnaval con grandes bailes, mientras que el carnaval popular se centraba en el barrio de la Morería. A partir de 1916, cuando se inaugura el Parque de Gasset, los concursos de carrozas toman como sede esta nueva zona de la capital. Hasta Ángel Andrade, nuestro gran pintor, colabora con su arte en la elaboración de uno de los carteles. Así se prolongan durante tres décadas, hasta la ruptura provocada por la Guerra Civil.

Con el final de la guerra el carnaval desaparece en la capital. El hecho de que la capital fuese la sede de las representaciones oficiales del Gobierno, de la Iglesia, del Ejército y de la Policía y Guardia Civil, hace imposible levantar un poco la mano ante la prohibición de esta fiesta. Una prohibición que ni era nueva ni tampoco era un capricho. En tiempos de Primo de Rivera ya se había prohibido la fiesta y la división social (cargada de rencor y deseos de venganza) que se produjo con la Guerra Civil, aconsejaba evitar las aglomeraciones, mucho más si el disfraz permitía tanto el anonimato como la impunidad.

Pero el carnaval era una tradición muy arraigada y el pueblo necesita disfrutarlo. Ese es el motivo de que se mantenga en Miguelturra y que sean los ciudarrealeños los que se desplacen a la localidad vecina para celebrarlo allí donde, por otra parte, las autoridades son muy permisivas aunque, para salvar la cara, como todavía muchos vecinos recuerdan, la Guardia Civil realizaba “razzias” en las que los intentos de disolver grupos o practicar detenciones, terminaban convirtiéndose, con las carreras y burlas correspondientes, en una parte más del espectáculo callejero. Este carnaval quedó institucionalizado, y tolerado tácitamente, en los años 60.

Ciudad Real recupera su carnaval a finales de los años 70, con la “transición política”, consiguiendo unos años de gran esplendor, viviendo unas jornadas espectaculares, y recuperando el desfile de carrozas del Domingo de Piñata. Además se convierte en carnaval pionero con una gran carpa, iniciativa muy novedosa que se instala en El Torreón con capacidad para 5.000 personas. Estas iniciativas fueron copiadas poco a poco por otros pueblos de la provincia recuperando la mayoría de ellos tanto la máscara callejera como el tradicional baile.

Pero en la capital, con la intervención de los diversos ayuntamientos, el carnaval empieza a sufrir modificaciones, muchas de ellas desacertadas, con lo que esta fiesta se va debilitando poco a poco, llegando a la actual situación en la que podemos hablar de su total desaparición o, como mucho, de una presencia testimonial de máscaras.

Sin embargo sí ha logrado mantener y potenciar al máximo el desfile del Domingo de Piñata, el cual ha sido declarado de Interés Turístico Regional.

Esto nos lleva a que muchos amantes del carnaval de la capital piensan en la necesidad de recuperar esta fiesta, realizar lo que denominan “una refundación”. La sociedad ha cambiado mucho en los últimos años y, tal vez, no se trate de coger las cosas como eran e intentar repetir éxitos pasados, sino adaptándose a los nuevos tiempos, sin necesidad de empezar desde cero, puesto que la esencia sigue estando ahí. Dar a esta fiesta un nuevo enfoque para que la sociedad, tanto los más jóvenes como el resto, se terminen implicando en una de las fiestas más populares y “democráticas”. Para ello se necesitaría peñas fuertes y comprometidas dispuestas a tomar las riendas, así como volver a contar con un lugar físico, con el suficiente atractivo, donde instalar un centro de actividades que, a la vez, sirva para atraer a la máscara callejera.

Miguelturra

Como antes se ha indicado esta localidad ha logrado el gran éxito de mantener no sólo vivo, sino en constante crecimiento, su carnaval, a lo largo del tiempo, incluso en las circunstancias más adversas. La explicación sólo puede darse si admitimos que cada miguelturreño lleva estos días grabados a fuego dentro de sí. El carnaval en Miguelturra no es una fiesta más, es Su Fiesta. Lo demuestra tanto la participación de sus vecinos como la implicación de sus visitantes. Las calles y plazas de la localidad se llenan de máscaras callejeras, tanto de forma individual como de grupos familiares o peñas, y es todo un ejemplo de cómo una población al completo puede transformarse totalmente y ser distinta durante casi una semana.

Pero la verdad es que también está mutando, y poco a poco coge nuevos derroteros, adquiriendo cada vez más fuerza el ambiente nocturno sobre el diurno. No se trata de que este nuevo enfoque no sea sano, como algunos grupos sociales están empezando a denunciar, sino que al desplazarse mucha actividad en horarios plenamente nocturnos se van vaciando las calles durante demasiadas horas del día. Así, la máscara callejera, la gran protagonista de estas fiestas, cada vez tiene menos presencia (especialmente entre la a gente más joven) en las calles, de forma que poco a poco, si no se toman medidas, el carnaval de Miguelturra terminará siendo un “carnaval nocturno”.

No por ello será peor, simplemente será otra cosa.