Nuevos propósitos, viaje“De buenas intenciones está empedrado el infierno…, y el cielo de buenas obras”. “A Dios rogando y con el mazo dando”. Son dos de los numerosos refranes que podríamos aplicar a la idea central de nuestro reportaje: nuestros buenos propósitos cada vez que empieza un nuevo año. No sirve con querer, hay que poder. Y para ello debemos poner en juego nuestra voluntad, sobreponernos a las dificultades y, siempre con un espíritu de sacrificio, conquistar esa meta que cuando llega el nuevo año nos hemos propuesto, tales como adelgazar, hacer deporte todos los días, aprender inglés de una vez por todas, dejar de fumar, ser amables con nuestro compañero de trabajo, etc. Al final, está demostrado, caminamos mucho más hacia el infierno que hacia el cielo, porque muchos propósitos se mantienen poco tiempo pero siempre nos queda la esperanza de llevarlos a cabo.

Año nuevo vida nueva, oímos decir estos días, o incluso lo proclamamos nosotros. Nada mejor que esperar a las doce campanadas para poner un punto de partida (y también de llegada, pues hasta ese momento aún nos quedan días para no hacer lo que consideramos que debíamos estar haciendo) para iniciar esa nueva vida que nos gustaría hacer y que siempre aplazamos. El ser humano necesita en su vida diaria puntos de referencia (noche y día, semanas y meses, años…) para saber de dónde parte y a dónde quiere llegar y, al parecer, hay un consenso casi universal en que el año que empieza es el momento ideal para poner en marcha todos esos buenos propósitos que (cómodamente) venimos aplazando.

Bien, pero ¿cuáles son habitualmente los que nos hacemos? Si tuviésemos que guiarnos por la encuesta que en esta ocasión hemos hecho a pie de calle éstos no serían muchos: fundamentalmente encontrar un empleo o mantener el que tienen, seguir en buena forma física y de salud y mantener la situación laboral y doméstica tal y como actualmente. A diferencia de otras épocas, los propósitos no son tan ambiciosos después de una época económica bastante mala y con millones de parados en toda España.

Sin embargo, son numerosos los propósitos que todos nos hacemos aunque no los pregonemos a los cuatro vientos. Quizás tantos como seres humanos ya que el anhelo, el deseo de ser, va intrínseco con nuestra naturaleza. Algunos de los más comunes son los siguientes: dejar de fumar, hacer más deporte, prestar más atención a los amigos y a la familia, beber menos, pasar más tiempo con la pareja, cambiar de trabajo (difícil en estos tiempos), decir con más frecuencia “no”, enfrentarse a los problemas y no aplazarlos, ser más generoso, ser más impermeable a las críticas, depender menos de los padres, gastar menos dinero en cosas superfluas, comprometerse más socialmente o dejar de hacer buenos propósitos que se sabe no se van a cumplir.

Y una vez llegados a estas alturas no vamos a desconfiar de la buena fe y voluntad de nuestros semejantes, sólo se nos ocurre una pregunta, ¿y por qué no se cumplen?

El problema no radica en la imposibilidad de cumplirlos sino en la forma práctica de poderlos llevar a la realidad. El buen deseo no basta, debemos contar con las herramientas necesarias para hacerlo. Y aquí es donde aparecen los profesionales. Algunos totalmente de fiar. Otros, no, se aprovechan de la ingenuidad de las personas para colarles (siempre a cambio de un buen puñado de euros) soluciones milagrosas que suelen servirse bien en forma de libros (u otros soportes principalmente audiovisuales), bien en forma de cursillos o talleres.

Predisposición y fuerza de voluntad

Pese a ello hemos encontrado consejos que, al menos en teoría, parecen buenos, y que si existe una buena predisposición y la cantidad suficiente de fuerza de voluntad, puede ayudarnos a conseguir en gran parte esos propósitos. Veamos alguno de ellos:

Planearnos metas muy concretas y no excesivamente ambiciosas. No debemos dispersarnos ni proponernos muchas cosas a la vez. Primero una y después la otra. Atender a varios propósitos a la vez puede llevarnos a no atender a ninguno. Así, tal vez sea mejor proponerse fumar la mitad de un paquete al día, que no eliminar el tabaco radicalmente. Es un buen paso para comenzar.

Tener confianza en uno mismo. Es tal vez lo más importante. Estar convencido de que podemos hacerlo. Es muy frecuente plantearse todos los años el mismo propósito y no conseguirlo nunca porque se parte de la idea de que si no se consiguió antes ahora tampoco se hará. Y lógicamente a los 15 días ya nos hemos olvidado de ello.

Tener ilusión por conseguir el propósito. Es imprescindible que estemos ilusionados por conseguirlo, que vivíamos intensamente lo que será nuestra vida en el futuro cuando lo hayamos conseguido. Nos ayudará en el día a día a entregarnos a nuestro propósito.

Menos palabras y más hechos. La planificación es buena, pero no debemos perder demasiado tiempo en pensar como lo haremos y planificar estrategias complejas. Lo mejor es lanzarse de cabeza a ello y no mirar atrás.

Optimismo. Siempre debemos ver la parte positiva de lo que estamos haciendo. Si hemos logrado aguantar dos semanas sin fumar debemos estar optimistas por ello y no pensar en los meses y meses que tendremos por delante sin poder disfrutar del humo.

Ser disciplinados. La disciplina es el arma principal para lograr cualquier propósito. Es una fuerza que nos impide rendirnos y nos ayuda a ir siempre hacia adelante. Una persona disciplinada, que hace lo que ha decidido en contra de los deseos contradictorios de cada momento, tiene asegurado el éxito en todo lo que se proponga.

Control de resultados. Es muy importante pararse cada cierto tiempo a hacer balance. Y también lo es, ser positivo, como antes hemos indicado. Por pequeño que sea el éxito siempre debemos valorarlo como un avance y no discutirlo en función de los sacrificios que ha costado conseguirlo. Porque lo que cuenta es el objetivo final. Así, si hemos decidido abandonar el tabaco, siempre será más difícil al principio, cuando llevamos un mes sin fumar, que si llegamos a los dos años. En este último caso lo daremos casi como un triunfo definitivo y será difícil que volvamos a caer.

Contar con los fracasos parciales. Habrá días grises, en los que no tengamos fuerzas para seguir. Son los más peligrosos y debemos sobreponernos a ellos. Para conseguirlo debemos utilizar la disciplina (no me apetece, pero lo hago sí o sí) y también pensar que vendrán días buenos. La vida está llena de altibajos.

Y finalmente dejarnos guiar por los que lo han conseguido y nunca pensar que ellos son diferentes. Todos tenemos virtudes. Lo que debemos hacer es saber cuáles son las nuestras y aprovecharlas.

Nuevos propósitos, senderismoBuenos propósitos para los demás

Hasta aquí hemos hablado de los buenos propósitos para nosotros. Pero a veces debemos hacerlos para los demás. Y estamos pensando, por ejemplo, en los padres que están obligados a tomar decisiones sobre el comportamiento de sus hijos. ¿Cómo podemos conseguir que ellos hagan lo que para nosotros es tan difícil?

En primer lugar debemos aceptar que es algo que debemos hacer conjuntamente. Son proyectos compartidos. Y para ello lo primero que hay que hacer es convencer a los niños de que vamos a intentarlo juntos. Si además lo planteamos como un juego ya tendremos mucho terreno conquistado. Todos sabemos que enseñar deleitando es uno de los axiomas pedagógicos que más ha interesado siempre al alumno y más difícil ha sido para el profesor. Pero ahí está.

Una vez planteado al niño lo recomendable es que sea este quien proponga el objetivo, y si somos nosotros los interesados en que sea uno en concreto (por ejemplo, que su cuarto esté siempre en orden) debemos lograr que lo considere como iniciativa propia. La mitad del éxito reside en este planteamiento, porque será la propia iniciativa la que le comprometa al no verlo como una imposición de los demás, lo que le ayudará a exigirse, a esforzarse  y a aprender por sí mismo el valor del propio esfuerzo.

Un punto muy importante que debemos tener en cuenta es la edad del niño, tanto por la responsabilidad que él deberá tomar como por los propósitos que nos propongamos. No está de más consultar a un pedagogo para que nos guíe y podamos llegar a buen puerto.

En cuanto a los pasos a seguir han de ser los mismos antes expuestos: proyectos sencillos, no excesivamente ambiciosos, perfectamente planificados, y con objetivos a medio y largo plazo, nunca a corto. Aun así no debemos olvidar el concepto del tiempo que tiene un niño y su visión de futuro. Los logros inmediatos, por pequeños que sean, debemos valorarlos muy positivamente para que se anime en seguir por ese camino. Los niños viven fundamentalmente el presente.

Y lógicamente no plantear muchos objetivos a la vez. Debemos escalonarlos. Una vez conseguido uno, y afianzado, debemos plantear el siguiente. Y siempre caminando codo con codo.

Y lógicamente, salvando las distancias, estos proyectos de objetivos en común a principios de año podemos ponerlos en práctica junto con otras personas, especialmente con nuestras parejas. No sólo nos ayudará a conseguirlos con más facilidad, sino que nos unirá más a ellas.

Anhelos y psicología

Hasta aquí hemos hablado de propósitos y formas de conseguirlos. Pero, ¿por qué hacemos esto? Son muchos los estudios que se han realizado sobre esta tendencia universal de proponernos cambiar a principio de cada año. Así, según una encuesta realizada por la empresa alemana DAK en la que se hace referencia en la web DV.de, casi el 40% de los alemanes se proponen cambiar alguna cosa durante el año nuevo, entre ellas hacer más deporte, reducir el estrés y dedicar más tiempo a la familia, “y tras esta decisión se esconden diversos principios psicológicos como el intento de querer controlar la vida propia para que el estrés no nos afecte o intentar desarrollar una imagen de sí mismos, de cómo les gustaría ser”, afirma el  psicólogo JürgenMargraf.

La segunda de las razones para proponerse algo, según Margraf, es el “optimismo irreal” de muchas personas. “Nosotros nos atrevemos a pensar mucho más de lo que, en la realidad, somos capaces de hacer o cumplir”, agrega el experto a DW. Esta es la razón por la que, según encuestas, los alemanes se concedieron 75 –de cien puntos– en la escala de la belleza. Lo realista hubiera sido que los encuestados se hubieran concedido la mitad de los puntos, 50. “Pero los propósitos traen consigo conflictos”, advierte Grünewald. “Si, por ejemplo, nos proponemos dejar de fumar o hacer más ejercicio, estaremos en constante lucha contra la adicción o la pereza”.

Nuevos propósitos, lecturaAsí, la vida cotidiana se convierte en una rutina estresante porque todos los días estamos expuestos al fracaso”. Sólo la mitad de los alemanes que se propone algo, lo realiza y mantiene por más de tres meses, revela una encuesta de Forza. Mientras para Margraf el fracaso de los buenos propósitos está relacionado con el optimismo poco realista, para Grünewald es un acto de autoengaño, «porque, a menudo, sabemos, a ciencia cierta, que no podremos cumplir lo que nosotros mismos nos proponemos”.

Tras lo visto hasta aquí podríamos pensar que, vistos los resultados de cada año, lo mejor es no plantearse buenos propósitos. Y sin embargo tiene su parte positiva. Según la psicología el ser humano se alimenta constantemente de nuevos retos y motivaciones, la mente está siempre revisando los hechos y planteando nuevos retos, lo que es un ejercicio muy positivo que mantiene en constante actividad al hombre. Pero si no logramos los objetivos, ¿por qué volvemos a plantearlos? Según los psicólogos porque así logramos acallar la conciencia que está constantemente gritándonos, lo que se llama la ‘disonancia cognitiva’, que enfrenta a dos fuerzas opuestas.

Por ejemplo, uno sabe que fumar es perjudicial para la salud y el miedo al cáncer le hace tomar la decisión de dejarlo. Pero a la vez le resulta muy difícil hacerlo, no consigue dejarlo, y se justifica a sí mismo afirmando que “de algo se tiene que morir y lo mismo da de una cosa que de otra”. Pero como ninguna de las dos fuerzas se impone a la otra, la conciencia actúa y, cada cierto tiempo, el miedo al cáncer nos hace prometer romper con el tabaco. Y, al parecer, el año nuevo es el mejor momento para hacerlo. Pero al entrar en esta dinámica al poco tiempo nos volvemos a encontrar frustrados. Aquí es donde intervienen los psicólogos los cuales aconsejan analizar en dónde estuvo el error para subsanarlo. “Lo importante es conocer el motivo para evitar auto bloquearse y dañar nuestra autoestima. Hay que tomarse lo no conseguido como un aprendizaje, no como un fracaso”.

En definitiva, como dicen los expertos, “un propósito de Año Nuevo es un maratón, no un sprint” y “hay que cambiar esos sueños grandiosos de cambios enormes por dos o tres objetivos inteligentes, específicos y que se puedan medir” para conseguir el objetivo marcado.

De la fantasía al hábito

El problema de los buenos propósitos es que son sinónimo de fantasía, generamos una imagen de la vida en la que esta cambiará por pura magia sólo con desearlo. Y, sin embargo, lo que el cerebro necesita en realidad es pensar en acciones cortas que nos lleven hacia el resultado concreto final. Es decir, el objetivo final es importante, pero si primero no definimos un camino a seguir, perderemos el interés en cuestión de días, de forma que para ello se necesita contar con una gran fuerza de voluntad, buena memoria a corto plazo y una gran capacidad para resolver problemas abstractos. Al dividir un propósito en acciones pequeñas y al definir el camino a seguir, el cerebro tendrá menos que procesar, menos material para fantasías y será mucho más fácil lograr lo que nos propongamos hacer.

El problema es que queremos vivir fantasías sin saber que lo que en verdad motiva una vida mejor es el cultivo de hábitos. Si nuestro propósito de año nuevo es convertirnos en corredores, no lo lograremos a menos de que comencemos por levantarnos temprano todos los días y calzarnos los nikes. Los hábitos nos definen y aunque tengamos la fantasía de que somos seres únicos y sorprendentes, la verdad es que somos animales rutinarios y disfrutamos teniendo hábitos. La única forma de lograr nuestros propósitos es convertirlos en hábitos.

El cerebro se siente muy bien con ellos porque quitan trabajo a la mente para que se pueda enfocar en lo que realmente importa. Otro punto psicológico importante es compartir objetivos. Si queremos correr, busquemos otros corredores que deseen lo mismo que nosotros.